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—  Disculpáme, sé que es muy muy tarde, pero tuve un juicio largo y tedioso y recién ahora abrí el celular

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— Disculpáme, sé que es muy muy tarde, pero tuve un juicio largo y tedioso y recién ahora abrí el celular. Como te vi en linea supuse que estabas dispoible ― Sebastián, sin pensarlo, me sacaba de la hoguera.

— Tranquilo, sé que tenías días complicados.

— ¡Ni me hables! ― exhaló ―. Ahora decíme, ¿qué es lo urgente? ¿Pudiste solucionarlo o empeoró la situación?

— Estoy hasta las manos, Sebas ― me revolví la cabellera con mi mano libre.

— En qué sentido.

— En todos...

— Mmmm...pará que me pongo cómodo, esto va para largo ― lo imaginé en la silla de su escritorio, echándose hacia atrás y poniendo los pies sobre su mesa de vidrio súper ordenada.

— No mucho, para serte sincero, estoy en el baño de la casa de Trinidad ― susurré como si acabase de cometer una fechoría.

— Es la una de madrugada... ― unos segundos lo hicieron pensar ―. No....Valentín...no me digas que te enganchaste con esta minita...― ahora me lo figuré agarrándose la cabeza ―. Dejá, ¡no me digas nada! Boludo, tenés un imán para engancharte con minas complicadas ― sonrió, sin preguntarme nada más al respecto ―. ¿Álvaro pudo darte una mano con algo?

Fue momento de hablar de lo verdaderamente importante: detallándole la información obtenida, mis conjeturas y mis teorías, su dictamen cayó de maduro: Simón se metió con Trinidad pensando que ella estaba al corriente de un presunto pago a Irala, que éste se lo había guardado puenteando a Simón y, por consiguiente, deshacerse de ella sin levantar sospechas al aparecer en su casa sin planearlo y sin imaginar que ese eslabón, se saldría de su cadena perfecta.

— Nunca dudé que era un hijo de puta, ya mostró la hilacha en el juicio, cuando se lavó las manos con lo de Sabrina.

— Aún me pregunto el motivo que trajo a Trinidad a Mendoza. Ella sabía que su madre, mi mamá, estaba mal y que él vino a asistirla.

— ¿Saberlo cambiaría lo que sentís por ella? ― el muy maldito me conocía lo suficiente para haberme sacado la ficha al toque.

— ¿Perdón? ― jugué al distraído.

— Valentín, es obvio que no sedujiste a la flaca y ya. No sos un gigoló ni un tipo acostumbrado a hacerte el detective. Te terminaste enganchando con la mina y la culpa te está comiendo la cabeza por haberte presentado como alguien que no eras. Le ocultaste tu identidad y no sabés cómo mierda decirle que estás buscando a tu hermano que, oh casualidad, era su amante y quiso borrarla de un plumazo― su radiografía era perfecta, sin fisuras. Por algo era el mejor abogado penalista que podía haberme cruzado en la vida.

— ¿Cómo salgo de ésta? ― pregunté sentado en el inodoro, con la cabeza a mil revoluciones.

— ¿De cuál de todas? ― fue perspicaz y largó aire por la nariz―: la verdad siempre es el mejor camino, aunque no te garantice el éxito ― concluyó ―. Valentín, fuimos formados para defender la verdad y hacer justicia a través de nuestro conocimiento. Sabemos que lamentablemente la corrupción es un escollo importante a esquivar en nuestro sistema y pesa, incluso, más que la propia ley. Nosotros tenemos que irnos a dormir con la conciencia limpia y tranquila. Decile la verdad cuanto antes; lo mejor que puede suceder es que no enfrenten en soledad al siniestro de Simón, sino que unan sus fuerzas. Te cagó la vida a vos, y le cagó la vida a ella.

"A un disparo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora