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Estar con ella me descontrolaba; a su lado no era dueño de mis manos, de mis pensamientos, ni siquiera de mis sentimientos

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Estar con ella me descontrolaba; a su lado no era dueño de mis manos, de mis pensamientos, ni siquiera de mis sentimientos. Trinidad aún guardaba secretos para sí y sin embargo poco parecía importarme.  Como a ella,  confiaba en mí a pesar de lo no dicho; cada minuto que pasábamos juntos solo multiplicaba mis ansias por más.

Y no solo en el plano sexual.

Ella era pura risa, jovialidad, respuestas contundentes y honestas.

Hablándome de sus padres, de su Rosario natal, de anécdotas navideñas con sus primos, de que había viajado a Buenos Aires a "estudiar", nada parecía desencajar su relato. Me faltaba información sobre su pasado en materia amorosa, pero confiaba en que poco a poco se desataría.

Imparable, yo empujaba una y otra vez en ella. La penetraba a fondo, la besaba con delirio y no existía lugar en su piel que no quisiera recorrerle, aunque más no fuera por enésima vez.

—  ¿Y vos que haces acá, sola? ― con su espalda pegada a mi pecho, comía un chocolate del frigo-bar. Chupaba sus dedos en una actitud desafiante y sexy. Lo hacía adrede, ambos éramos conscientes. Se reacomodó, sentándose en el medio de mis piernas en forma de V.

—  La cosa no iba bien en Rosario, me aburrí de tener que ayudar en el taller mecánico de mi papá.

—  ¿Entendés de mecánica?

—  Tenía una Honda deportiva, nada impactante, pero era cómoda y me permitía desplazarme sin inconvenientes.

—  ¿Y dónde quedó?

—  Supongo que en Buenos Aires...― se detuvo, a un paso de esclarecer parte de su vida.

—  ¿Suponés?

—  Me la robaron antes de volver a Rosario ― resumió, dejándome sin posibilidad de refutarle nada.

—  ¿Y cómo es que una chica como vos sigue estando sola? ― yo acariciaba su cabello corto, sedoso. Jugaba con un mechón de cabello, que a menudo se le caía sobre la nariz.

—  No hace falta tener una pareja al lado para ser feliz. Por mucho tiempo fui una gran cultora y defensora de esa idea.

—  ¿Seguís manteniendo esa postura?

—  La vida me dio una cachetada grande ― se sonrió de lado, nostálgica―. Creía que mi trabajo lo era todo, que nunca me iba a enamorar de alguien hasta perder la cabeza...

—  ¿En qué trabajabas antes de ser mesera acá? ―le di su espacio preguntándole en un murmullo, bajando el tono darle comodidad.

—  Era policía...― tragó fuerte, abriendo una de las tantas puertas de su vida.

—  Waw...admirable...

—  No me mientas, che ― me acariciaba los brazos, delineaba mis abdominales. Yo disfrutaba que me tocara suavemente.

—  No te miento, Trinidad ― y en efecto, no lo hacía ―. Ser policía es digno de admiración. Mi papá de hecho, también pertenecía a la fuerza ― reconocí y una chispa de alegría anidó en sus ojos claros.

—  ¿Tu papá era policía?

—  Si y era de esos tipos que los vecinos adoraban. La panadería le daba las facturas que no vendían en la tarde para que desayunáramos al día siguiente. Yo crecí en un barrio no muy lejos de acá, donde no sobraba ni faltaba nada, en donde los comerciantes te fiaban y vos ibas a fin de mes y les pagabas todo junto. La palabra valía, Trini.

—  Yo era feliz patrullando con el cordobés Irala, ¿sabés?, éramos como Batman y Robin― su mirada era vaga para entonces, perdida entre mis manos movedizas.

—  ¿Y por qué dejaste de patrullar?

—  Porque él murió en un confuso episodio y me corrieron de ese puesto. Creyeron que no era conveniente que continuara recorriendo las calles, que su pérdida iba a afectar mi desempeño profesional.

—  Una elección desacertada; ¿los policías acaso no están preparados para perder la vida de sus colegas e incluso, la suya propia?

—  Así lo quise hacer entender y se lo expuse a mi superior en ese momento, pero no tuve más que negativas.

—  Y es por eso que regresaste a tu casa materna...― puso su cabeza sobre mi pecho, buscando calor, un sitio donde descargó unas pocas lágrimas y en el cual silenció por unos minutos.

Mi mentón descansó en la cúspide de su cabeza, sabía que era mi turno de hablar, aunque no fuera conveniente exponerme demasiado. Pero debía ganarme su confianza por completo...aunque le rompiera el corazón. Y el mío también.

—  Yo estuve enamorado de una mujer prohibida durante muchos años ― ella lució interesada en mi relato; sin despegar su cabeza de mi torso miró hacia arriba, buscando mis ojos ―. Era joven, apenas saliendo de la adolescencia y conocí a una chica fantástica. Era ruda, inteligente, con una gran energía. Fue mi amor secreto. Dormía, pensaba, comía por ella.

—  ¿Y por qué era prohibida?

—  Porque era la mujer de otro hombre, al que yo quería mucho ― ni más ni menos que quien sería tu pareja, Trini.

—  Oh...complicado...

—  Mucho. Nunca sucedió nada hasta que...

—  ...hasta que sucedió...

—  ...hasta que el diablo metió la cola y todo explotó por los aires.

—  ¿Pero consumaron...?

—  Si, estuvimos juntos y antes de decirle al mundo lo que sentíamos fuimos descubiertos por su pareja.

—  Nada salió como imaginaron.

— Nada pudo habernos salido peor.

Exhalé con la liviandad de contarle sobre mi pasado real, sobre Valentín Salvatierra y su alma hecha trizas, aunque pude notar que ella quería más información.

—  Me fui a España para recluirme del dolor y no tuve más que parejas ocasionales o con las que simplemente no compatibilicé.

—   Y ahora estás acá...

—  Sí, volví y estoy acá, con vos...― Trinidad se sentó a horcajadas sobre mis caderas y con sus dedos acarició mis pómulos, los cuales besó con ternura.

—  ¿Vos crees en las causalidades?

—  Depende.

—  Depende de qué.

—  De que, si las casualidades traen cosas buenas, entonces es conveniente creer en ellas ― sonreí sin poder dejar de mirarla. Era fácil enamorarse de Trinidad, sentirse a gusto y satisfecho en la plática ―. ¿Y vos, creés en las casualidades?

—  Es más fácil atribuirle las responsabilidades de nuestros actos a las casualidades o al destino, ¿no te parece? ― estampillando un beso voraz en mi boca supe que a partir de lo que pasara esa noche, nada sería casualidad.

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*Fiar: dar un producto a cambio de una paga tardía.

"A un disparo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora