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Hablando de múltiples temas, la cena transcurrió a puras carcajadas y cargadas entre Sebastián y yo

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Hablando de múltiples temas, la cena transcurrió a puras carcajadas y cargadas entre Sebastián y yo. Las chicas no se quedaban atrás, dejando al descubierto lo vagos que éramos en tareas hogareñas.

—  Menos mal que acá tenemos a Antonia que viene a cocinarnos dos veces a la semana ― respiró aliviada Daniela, levantando los platos ―. ¿Y ustedes? ¿Se van a quedar en Buenos Aires o se van a Europa? ― sin intención, metió el dedo en la llaga.

Trini cambió el semblante, me miró fijo y esperó una respuesta que también satisficiera sus inquietudes.

—  Tengo asuntos pendientes en Europa, quizás tengamos que ir y volver hasta acomodarnos ― los ojos de mi pareja bajaron, vagando por el piso. Ella quería respuestas concretas, definiciones que yo no podía darle, desconociendo que muchos de mis proyectos se ajustaban a un posible matrimonio.

—  Oh...bueno...España es lindo ― Dani cerró la boca, intuyendo que había metido la pata.

Sebastián captó al instante el pequeño momento de tensión entre nosotros y prefirió ayudar a su novia a limpiar la mesa. Para cuando no estuvieron en escena, el reproche de Trini no tardó en llegar.

—  Cuando hoy hablamos del tema, no me dijiste eso de viajar para allá ― el labio le temblaba.

—  Porque no es algo de lo que esté seguro. Fue una respuesta rápida ― aseguré, minimizando el impacto.

—  Realmente no sé si quisiera vivir en España...lejos de todo, de todos...yo quiero...esto ― abrió sus manos, y también su corazón―, quiero tener cenas con amigos, con mis padres, un trabajo en el que no me sienta una extranjera ― se sinceró con la voz cortada. Esa simple respuesta al pasar acababa de detonar una bomba impensada ―...no sé si quiera seguir viviendo con vos, entonces...

Desde el incendio, poco y nada habíamos hablado de nuestro futuro lejano; haciendo planes cortoplacistas como un viaje de placer o escoger el departamento que ocupábamos actualmente, vivíamos el día a día. Yo quería disfrutarla minuto a minuto, convencido del mañana.

—  Dani, Sebas...sepan disculparme, pero me tengo que ir... ― Trini se puso de pie intempestivamente y nadie fue capaz de objetar nada.

Llevada por el mismísimo diablo salió de la casa de los chicos como una locomotora a todo vapor mientras que yo correteaba algunos pasos por detrás. Dando un par de zancadas más largas la detuve, ubicándomele adelante.

—  Trinidad, ¿qué pasa? ¿por qué reaccionas así? ― ella rompió en llanto.

—  Porque...porque te vas a cansar de mí. Porque en España vas a encontrarte con gente nueva, con mujeres más bonitas que no tengan este aspecto horrible ― usando solo pantalones, ocultaba su flagelo.

—  ¿Qué locura decís?

—  Prefiero dejarte yo antes que me dejes vos a mí. No lo soportaría ― abatida, temblorosa, no estaba razonando.

En mitad de la noche, en plena calle, supe que era momento de demostrarle mi amor más profundo; me arrodillé frente a ella, recurriendo a la pose más vieja del mundo:

—  Trinidad, no existe mañana en la que no quiera oír tus canturreos desafinados ni noche en la cual no pretenda acariciar tu cabello hasta que te quedás dormida profundamente. Quiero que tengamos muchos hijos ― afirmé ―. No me importan tus heridas, las amo porque son parte de vos, de nuestra historia de amor y a vos te amo. Toda. Completa o incompleta.

Ella continuó llorando y con dificultad, con algunos vendajes en sus piernas, se arrodilló frente a mí.

—  No tengo anillo para darte porque soy un nabo que no me animaba a preguntarte si te querés casar conmigo y no compré nada aún.

—  Hacélo...dale...no me importa el anillo.

—  ¿Pero me vas a decir que sí...? ― me tuvo en vilo hasta el final. Para entonces, una carcajada hizo eco entre la neblina nocturna.

—  Ponéme a prueba...― dijo y a continuación, estrelló un beso ruidoso en mis labios.

—  Trini... ¿te querés casar conmigo?

—  ¡Claro que quiero casarme con vos, tener hijos y despertar con tus ronquidos!

Ayudándola a ponerse de pie junto a mí, escuchamos un murmullo cercano: eran Daniela y Sebastián apareciendo desde las sombras.

—  ¿Y? ¿Le pediste casamiento? ― Daniela rompió el silencio y le agarró la mano a Trinidad.

—  Si, lo hice, pero no tengo anillo para darle...― me sinceré, rascando mi nuca.

—  Bueno, tenés tiempo hasta nuestra boda ― advirtió Daniela, amenazándome con el dedo en alto.

Estas mujeres eran de armas tomar...

—  Dani ― Sebastián apoyó sus manos sobre los hombros ―. Nos casamos en 48 horas, no lo presiones, dejálo en paz, por favor...

—  Tiene tiempo más que suficiente para encontrar una joyería ― guiñó su ojo y nos abrazó fuerte, sin pensar en que me daría una gran idea.

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Cargadas: bromas.

Nabo: tonto.

"A un disparo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora