Dándole todos los detalles habidos y por haber, cité a la agente con la que mi hermano mantenía un supuesto romance.
— No sé si conviene encontrarla primero a ella para dar con él. Desapareció del mismo modo: de golpe. Tan solo sé que es de Rosario.
— No perdemos nada con investigarla también ― anotó los datos que le proporcioné ―. Igual, no me queda claro qué hacés investigando a tu hermano acá, en Argentina. Vos estás tranquilo, allá, en Barcelona, seguramente rodeado de minas que se te caen a los pies sin que les hables ― bromeó sobre mi poco chamuyo al momento de encarar a una chica.
Inspiré profundo, aun lidiando con el dolor.
— El año pasado se murió mi vieja ― mis lágrimas brotaron desde el fondo de mi pecho. Sebastián se levantó como resorte de su silla y me ofreció un abrazo.
— Boludo, por qué no me lo dijiste desde un comienzo. ¿Por qué no me avisaste en su momento? Te podría haber acompañado...
— No quería que me vieras llorar como maricón ― me sonreí, siendo un poco machista ―. Además, fue todo a las apuradas: vine, estuve en el velatorio y me fui lo antes posible.
— ¿No estuvo Simón con tu mamá?
— Estuvo unos días antes de que yo llegue y se borró, se fue a la mierda. Pero lo que más me llamó la atención que también desapareció de su laburo. A partir de entonces, es que este muchacho, Ussain, empieza a atar cabos y supone que tiene algo que ver con la muerte del oficial Irala.
— Es sospechoso. Vamos a ver qué conseguimos al respecto.
— Lo peor es que le prometí a la vieja que encontraría a Simón para reconciliarme con él y tirar sus cenizas en el Pozo de las Ánimas.
— ¿Pensás que es posible que se reconcilien en algún momento?
— Sebas, Simón quiso matarme, ¿te acordás? No creo que la muerte de mamá lo haya vuelto más flexible ― reconocí con la imagen de su arma apuntándome y luego, la del cuerpo de Sabrina en el piso.
Hablando de trivialidades que aligeraran el drama por unos minutos más, salí de su oficina encontrando a su primo Leandro sirviéndose un café.
— ¡¿Qué haces acá, loco?! ― efusivo, más gordo de como lo recordaba, me dio una palmada pesada en la espalda ―. ¿Te dan de comer a vos o te tiene a dieta la doña?
— Ni una cosa ni la otra, no hay doña ― agregué entre risas de camaradería.
— No quisiera entrometerme, pero tengo amigas a las que le encantaría ser tu doña ― Daniela propuso con intencionalidad, causando aún más risas entre nosotros. Echaba de menos esa complicidad entre amigos.
— ¿Querés venir a cenar casa? Antonia preparó unas empanadas salteñas cortadas a cuchillo que están para chuparse los dedos ― me invitó Sebastián. Dudé, pero finalmente, acepté relajarme un poco y comer algo sustancioso para llevarme unos kilos.
***
Regresando al hotel para darme una ducha y vestirme, compré un presente para no caer con las manos vacías y llegar a lo de Sebastián y Daniela con una botella de vino.
Al entrar a la casa, INXS sonaba por lo bajo como cuando Sebas y yo nos juntábamos a estudiar por las noches junto a Majo Fraga, nuestra compañera oriunda de Rufino, santafecina como él.
Daniela lucía un vestido rojo, suelto, ligero y aunque no le hicieran justicia a sus curvas, le sentaba a la perfección. El cabello mojado caía sobre su espalda, humedeciendo la tela.
— Sebas ya viene, él y su teléfono son amantes ―ella roló sus ojos, en un mohín infantil ―. ¿Hace mucho que estás en España?
— Seis años.
— ¿Extrañás Argentina?
— Cosas como estas, desde luego.
— ¿Hiciste amigos allá?
— Con algunos colegas logré más afinidad, pero no se estilan las reuniones ni los encuentros en algún café tan a menudo como acá.
— ¿Es cierto que estás sin pareja? ― era una pregunta tras otra.
Agradecí que apareciera mi amigo, vestido con ropa deportiva negra. "El Tren" nunca perdía la postura de boxeador.
— Tendrías que llevar a Dani como asistente en el estrado ― apunté.
— ¿Ya te molió a preguntas? ― él le besó la cúspide de la cabeza a su pareja.
— Ya, ya, ya, che. Quiero conocer a tus amistades y que se sientan cómodas en casa.
— Amor, a veces a los hombres no nos gustan que nos hagan preguntas tan íntimas. Somos más reservados.
— Bueh, como sea ― protestó bajando de la banqueta en dirección a la cocina de donde trajo las famosas empanadas hechas por su empleada.
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Encarar: conquistar.
Maricón: marica.
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"A un disparo"
RomanceTrinidad Kóvik cumple servicio como agente de la policía local. Su vida, rutinaria, conoce de adrenalina e injusticias sociales. Sin embargo, nunca creyó que a su compañero de patrullaje lo matarían salvajemente, entregando un mensaje mafioso a la F...