Amanecimos abrazados y así era exactamente como yo quería despertar de ahora en más. Sin embargo, una pregunta aparecía con recurrencia en mi cabeza desde que había decidido darle mi nombre, aquella noche de verano: ¿cuál era el propósito de esta aventura?
Como decía Tadeo, mi compañero de restaurante, tarde o temprano Pablo se marcharía a continuar con su vida a miles de kilómetros y yo quedaría acá, buscando a un tipo del que quería vengarme sin saber cómo.
A hurtadillas me encerré en el baño, abrí la ducha y dejé que el agua corriera espesamente para tapar mi voz. Marqué el número de Omar, ansiosa por la información que necesitaba.
— En Argentina hay 743 personas que responden al nombre de Pablo Matheu, de los cuales ochenta tienen entre 30 y 40 años ― a priori, era un panorama desalentador.
— Él debe tener 35 más o menos.
— Entonces reducimos la cuenta a...― se lo escuchaba pasar hoja tras hoja ― ¿y ese eco? ¿dónde estás, nena? ¿en un baño?
— Shhh...dale, no perdamos tiempo y seguí buscando― susurré al auricular deseando que del otro lado Pablo continuara durmiendo como un tronco.
— De 35 a 37 años hay treinta masculinos.
— ¿Podés conseguirme las fotos para marcártelo?
— Si, aunque creo que ninguno encaja con tu búsqueda.
— ¿Por qué?
— Porque ninguno de estos tiene domicilio actual en Mendoza ― fruncí el ceño, pensando.
— No importa, vos mandáme las fotos igual cuando las tengas y yo me fijo.
— Está bien... ¿en serio estás en un baño? ― insistió.
— Gracias, "Turco". Te debo mil.
— Con que me invites con un chivito y vino de allá, me conformo ― bromeó y me comprometí para un futuro. Al cortar la comunicación, los nudillos en la puerta del baño me sobresaltaron. Me puse de pie de golpe.
— ¿Está todo bien? ― preguntó Pablo desde afuera.
— Si...si...por entrar a ducharme.
— ¿Puedo entrar con vos? ― mordí mi labio, era una propuesta tentadora.
— Obvio.
Desde luego, siempre era recomendable tener a alguien que te espumara la espalda.
***
Las siguientes dos noches en su habitación, fueron tan o más escandalosas que las anteriores. Sexo cargado de palabras sucias, baños de espuma que terminaban desbordando la bañera y pedido de champagne con helado a su habitación, una constante a la que era fácil acostumbrarse.
— ¿Tenés hermanos? ― sentado por detrás de mí, preguntó.
— No, soy hija única ― giré sobre mi eje, quedando frente a frente y completamente desnudos, vestidos únicamente por el halo de luz lunar que entraba por la ventana del cuarto.
— Como yo ― comentó, evitando mirarme.
— Pablo, ¿cuándo te volvés a España? ¿Cuándo vas a terminar con tus asuntos acá?
Él besó mis manos, ganando tiempo con su respuesta.
— Trini, lo cierto es que no tengo idea. Pero quiero...quiero tenerte a mi lado mientras pueda.
— Tu vida está lejos de Argentina...
— Lo sé, y me atormenta. Aunque existen los aviones ― fue gracioso, y como si eso fuera lo único que mi cabeza necesitaba para descomprimirse, me quedé profundamente dormida.
***
Sentado en la mesa de siempre, Pablo cenaba en el restaurante las noches siguientes, esperaba por mí y yo me iba con él, como cualquier pareja común y corriente.
Sin embargo, no éramos dos personas comunes y corrientes: mientras que yo tenía un pasado ligado a un hombre que había querido eliminarme del planeta, una estadía de más de dos meses en un hospital con heridas de consideración y una venganza pendiente, él parecía ser un hombre con negocios desconocidos, huérfano, sin familia y con un boleto de regreso a tierras lejanas sin fecha precisa.
Mientras me cambiaba en el vestuario de empleados, Omar llamó a mi teléfono. Cerré el box y tomé asiento dispuesta a escuchar sus novedades:
— Disculpáme Rusa, pero no pude mandarte las fotos antes, se me complicó, ¿viste? La mano está media difícil. Nos quieren volver a pegar un voleo en el culo acá.
— ¿Y ahora, por qué?
— Porque al tipo que nombraron hace poco se fue a la mierda y viene otro con su gente.
Lamentablemente, no podía detenerme en los detalles de su realidad laboral en Buenos Aires, el tiempo apremiaba y yo necesitaba saber más del hombre que esperaba por mí allí afuera y que era demasiado bueno para ser cierto.
— Vos me dijiste que era caucásico, de cabello castaño, delgado, de ojos claros, de aproximadamente metro ochenta y cinco y que había estudiado en la UBA.
— Si.
— Mirá, de toda la UBA egresaron cuatro personas con ese nombre, así que o te miente con la edad, con su profesión, con la universidad o con su nombre.
— ¿A qué te referís...? ― una puntada en el pecho me sofocó.
— A que de esos cuatro con títulos universitarios, hay un solo que es abogado y tiene más de cincuenta años.
Mi silencio fue abrumador, casi tanto como mi desilusión. Pero algo estaba fallando, lo intuía...Pablo no podía estar engañándome sin que me diese cuenta...
— ¿Vos tenés una foto del tipo para mandarme? Quizás es más fácil hacer un reconocimiento facial. Tardaría más tiempo, tengo que pedirlo inventando un motivo especial, pero es un plan B ― golpeé mi sien con el canto de la mano. ¡Era una excelente idea, de hecho! El alejamiento de la fuerza estaba oxidando mis neuronas.
— No tengo una encima, pero puedo conseguirla.
— ¿Si? Tan fácil. ¿Cómo vas a hacer?
— Esta noche te la mando, ¿sí?
— Mmmm...esto se está poniendo feo, Trini.
— Gracias, "Turco". Después hablamos ― colgué, con un horrible malestar en mi boca y con la certeza de que ese Pablo... era demasiado bueno para ser cierto.
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Voleo: dar una patada a algo antes de que caiga al piso.
UBA: Universidad de Buenos Aires.
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"A un disparo"
RomanceTrinidad Kóvik cumple servicio como agente de la policía local. Su vida, rutinaria, conoce de adrenalina e injusticias sociales. Sin embargo, nunca creyó que a su compañero de patrullaje lo matarían salvajemente, entregando un mensaje mafioso a la F...