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Dejando propina y dinero para pagar mi café y su gaseosa, planeé regresar a mi hotel para cuando la fachada del edificio ubicado en la intersección de las Avenidas Coronel Díaz y Santa Fe, en pleno Palermo, me dio una gran idea.

Sin pensarlo le ordené al taxista que se detuviera a poco de ese sitio, donde había estado exactamente seis años atrás por última vez.

Caminar más de dos calles a principios de noviembre a las 5 de la tarde en Buenos Aires era comprar un pasaje directo al infierno; con más de 34 grados, agradecí si llegaba vivo hasta la puerta deseada.

Frente a ese edificio antiguo blanco de tres plantas y grandes ventanales con ornatos de hierro negro, presioné el timbre del estudio AGP – Alcorta, Grinberg y Polsky.

¿Tiene cita? ― preguntaron por el portero.

— No, pero dígale que soy el abogado Valentín Salvatierra

Como si hubiera dicho "ábrete sésamo" al minuto estaba dentro del edificio. Subí por las escaleras y en la puerta, ya estaba esperándome una muchacha joven, de grandes ojos verdes y muy bonita.

— Buenas tardes, el doctor Alcorta está atendiendo un llamado telefónico y enseguida estará con usted, ¿gusta un té o un café? ― me ofreció la joven, vestida un tanto informal en comparación a Joaquina, mi secretaria.

— Un café solo está bien, gracias― diligente, ella fue hacía un estrecho cubículo de lado donde tomó una pequeña taza de loza blanca y sirvió la infusión.

Con una gran sonrisa se me acercó, entregándome la bebida caliente.

— Muchas gracias ― cuando estuvo de espaldas a mí, miré indiscretamente su culo.

Metiendo los ojos dentro de la taza me abstraje de pensar en la secretaria de Sebastián; acababa de salir de un tema de polleras como para meterme donde no me llamaban.

Una aventura en Buenos Aires no estaba en mi agenda.

— ¡Con que acá tenemos al doctor Salvatierra! ― el vozarrón de Sebastián me devolvió a la realidad. Dejé el café sobre la mesa baja de vidrio para fundirnos en un sentido abrazo.

— ¡Qué hacé vó! ― imité su viejo tono rosarino. Yo había pasado un par de fines de semana en lo de sus tíos cuando estudiábamos abogacía en la universidad de Buenos Aires y compartíamos alojamiento en una pensión de mala muerte en San Telmo. Para entonces, él era conocido como "El Tren" y peleaba en tugurios para ganar algo de guita y poder bancarse los estudios en Capital.

— Vos no te quedás atrás con el gallego, ¿eh? ― bromeamos y se me dibujó una enorme sonrisa en el rostro ―. No creo que se hayan presentado formalmente, pero ella es Daniela. Daniela, él es Valentín ― la chica me dio un beso afectuoso en la mejilla.

— Ella fue muy gentil, me sirvió un café ― aun procesaba su gesto tan argentino.

— Si es de los que hace ella entonces zafás de la úlcera; los que hace Luis son horribles ― no sabía tan mal, de hecho ―. Dale, pasá así no te hago perder tiempo, debés estar con prisa.

Tomando asiento delante suyo, hablamos de los años transcurridos no sin antes observar el retrato en su escritorio. Él y Daniela se besaban con una montaña nevada de fondo.

— Dani es mi novia ― parpadeé sorprendido, sin confesar que me parecía bellísima y con un culo elogiable ―. Ella está reemplazando a Norma, que se operó de vesícula.

— Secretaria de lujo.

— Nos está haciendo la gauchada ― aclaró. Yo dejé la foto en su sitio ―. Ahora bien, decime qué es lo que te trajo por acá. No me avisaste que vendrías de vacaciones a Buenos Aires.

Ladeé la cabeza; él era uno de los pocos que conocía mi situación conflictiva con Simón y lo mucho que me había costado tomar la decisión de irme de Argentina y borrarme del mapa.

— Es por Simón.

— ¿Por tu hermano? ― se mostró incrédulo.

— Si, por él.

— ¿En qué se metió ahora?

— En muchas cosas y en nada ― resoplé, presionando el puente de mi nariz. Caí pesadamente sobre el respaldo de la silla ―. Necesito ubicarlo, con urgencia.

— ¿Necesitás de mi ayuda?

— No sé ni cómo empezar a buscarlo...

— Viniste al lugar indicado, entonces ― Sebastián me guiñó el ojo y supe que no me había equivocado al venir hasta acá.


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Zafar: escabullirse / escapar

Tugurios: sitios lúgubres, malsanos.

Gauchada: favor.

"A un disparo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora