Capítulo 11: Lo escuché

61 10 3
                                    

Okeey, casi nunca dejo notas al principio, pero este capítulo va a estar INTENSO. Les recomendaría que traigan sus palomitas, cafecito o lo que quieran comer para disfrutarlo el doble.

Por cierto, estamos de cumpleañitos o algo así. Voten para desearle un feliz cumpleaños a ya verán quién. #Lloremos.

Gracias por el apoyo, enjoy it ;)

Quizá sí, la realidad puede ser una prisión. Pero en ese instante no me imaginé a la actualidad como si no pudiera escapar de ella. Mi imaginación decía que yo estaba viviendo mi vida como mejor podía, no era una mala vida después de todo.

Mis padres no me querían, tuve que lidiar con el abandono desde muy pequeña. Pero ahí estaba Elián, él conseguía que lo superara todo. Sus risas, su mirada intrigada, nuestras palabras entendiéndose y nosotros luchando para que el otro tuviera lo único que considerábamos bueno.

—Hoy sería el cumpleaños de mi padre —musitó admirando el calendario cercano a la puerta de la habitación.

—¿Cuántos cumpliría? —indagué tocando su hombro como consuelo.

Había una vibra poco agradable entre nosotros, me dolía que su voz estuviera débil.

—Treinta y uno.

—¿Y cómo te sientes?

Sus ojos se ensombrecieron, se notaba cansado, había sido un día largo e imagino que olvidó las fechas por un tiempo. El circo nos dejó extenuados, aunque faltaban algunas horas para que el día acabara todavía.

—¿Podemos ir al patio? —cuestionó en voz baja, sentía que había muchas personas en el cuarto. Asentí y nos dirigimos al desolado lugar, el sol se notaba como una suave y débil luz mientras que la brisa se alzaba de manera sutil— Reinaldo me prestó esto, ojalá tengamos suerte.

Me extendió una caja plateada con una antena, algunas ruedas movibles y agujeros. Nunca en mi vida había visto una de esas, ¿cómo iba a saber lo que era?

—¿Qué es? —curiosee devolviéndosela.

—Una radio. Tal vez pasen alguna canción de mi papá como homenaje —su rostro se contrajo en una mueca de aflicción que me dolió ver—. Ya olvidé el sonido de su voz y el ritmo de sus canciones, si tan solo pasaran una me ayudaría a recordarlo.

Había algunos pliegues en su frente, sus labios estaban rectos, sus ojos destilaban dolor.

—Es una gran idea, haz que funcione.

Apretó algunos botones, al principio era solo un crujido, mas cuando comenzó a girar las rueditas y subió la antena consiguió entrar en una estación que se escuchaba clara. Dos personas hablaban de vez en cuando, comentaban las canciones que pasaban o el clima.

Elián se sentó contra el tronco de un árbol, dejó la pequeña radio a un costado esperando paciente. Me metí entre sus piernas, recosté mi espalda en su pecho, jugué con sus rodillas y coloqué mi cabeza en su hombro. Estábamos observando las nubes, oyendo aquellas melodías desconocidas a nuestros sentidos.

Pasamos varias horas en esa posición, no pronunciamos ni una letra, sólo permanecimos callados escuchando lo que la emisora tenía para decir. Me sentía en sosiego en ese lugar, sin importar que el viento se transformaba en uno más gélido o apenas se avistaba la luz solar.

El atardecer adaptaba un violeta intenso que parecía distenderse entre las nubes, la claridad se estaba acabando y fue el momento en el que escuchamos su nombre dicho por un locutor.

—Ahora hablaremos de una tragedia: hace cinco años el cantautor Daniel Lisboa tuvo un accidente en el que él y su pareja fallecieron. Él era una estrella, ahora brilla en el firmamento junto a los demás artistas que se fueron a temprana edad. Hoy cumpliría años si no hubiera muerto esa noche, nosotros lo celebramos con esta canción; estrella de día. Disfrútenla.

El lujo de amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora