Capítulo 27: Hola Andrés

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Al siguiente día nos fuimos directo al quiosco más cercano y compramos un par de paquetes de chicles. Todavía no habíamos visto a Borja así que decidimos que lo mejor sería vender en los semáforos. Era riesgoso, mas nosotros ya nos hallábamos al borde de la desgracia.

—Estaba pensando... —nuestras manos entrelazadas se balanceaban por el caminar como si estuvieran en un incansable columpio— No, olvídalo, es una idea absurda —negó con la cabeza cabizbajo.

—Vamos, dime. ¿Qué estabas pensando? —insistí.

Me agradaba verlo sonrojado, lo hacía lucir más tierno. Se revolvió los cabellos rubios y por un momento sus facciones se contrajeron en la duda.

Lo que había en su mente me parecía en demasía interesante. De verdad, poseía unas cosas encantadoras allí dentro.

—¿Qué estaba ocurriendo cuando estabas en el salón a solas con Tom?

—¿Te sentiste celoso? —inquirí en un gesto burlesco.

—No, yo no tengo ese tipo de emociones. Sólo lo pregunto por curiosidad —sin embargo, yo sabía cuándo mentía: su tono se tornaba agudo y no podía dejar de rascarse la nariz para tapar su rostro.

—Ahora que lo dices, los extraño, incluso a Brenda y Elvira. Lo cierto es que me encariñé mucho con todos ellos y Tom fue uno de los primeros en hablar sobre temas sentimentales conmigo —expliqué observando el camino de grava que debíamos trazar para llegar al primer semáforo—. Cuando tú te fuiste del establo, él fue quien quiso ayudarme a entender tu acción, se preocupó por mi estado siendo completos desconocidos. Justo cuando tú entraste a la sala, lo estaba consolando por algo que habíamos descubierto.

—¿Entonces no fue nada romántico?

—¡Estás celoso! —objeté totalmente divertida. Me planté frente a él y apreté sus mejillas— Eres tan tierno y hermoso.

—¡No! ¡Yo no soy celoso! —replicó con sus ojos brillando y una sonrisa delatadora.

—Ajá, seguuuuuro que no. Bueno, no te puedo culpar, yo sentí lo mismo cuando Rebeca llegó o cuando Pilar pensó en besarte.

—Ah, ¿sí? ¿Qué sentiste?

—No lo sé, ganas de que estés conmigo, no con ellas —me encogí de hombros tomándomelo a la ligera.

—Pues estoy contigo —trazó una mueca llena de confianza y luego posó sus dedos en mi mejilla—. Creo que esas ideas son malas, no sé cómo pudiste pensar que elegiría a alguien más que no fuera tú. No pienses en eso, nosotros siempre vamos a estar juntos, ¿me oíste?

—Lo sé, nosotros seremos esa feliz pareja de viejitos que cumplen casi toda una vida juntos de casamiento. Romperemos un record y nos dejarán en ese libro como la pareja con más años juntos, luego seremos famosos por eso —bromeé con una inmaculada sonrisa que demostraba mis dientes.

—Espera, ¿casamiento? —cuestionó descolocado. Se alejó unos centímetros, aunque entendía que era pura actuación para asustarme— ¿En verdad quieres casarte?

Había un tinte de emoción en su voz que intentó ocultar, además de esos infaltables ojos llenos de ilusión.

—Sí, creo que sería lindo —agregué ensoñada en la visión de Elián con un esmoquin esperándome en el altar—. Obviamente dentro de unos años más lejanos.

—En ese caso te prometo organizarte la mejor propuesta de casamiento que jamás hayas visto —musitó sin dejar de observar mis ojos.

En realidad, no había presenciado ninguna propuesta, pero es innegable que eso sonó dulce. El estómago me dio un par de vueltas como cosquillas agradables.

El lujo de amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora