Capítulo 33: Cumplí 16

31 10 0
                                    

Tic-tac. La vida son minutos que se pierden sucesivamente uno detrás de otro. Siempre estando expectante a que la aguja gire y marque a diario los mismos números. Sin embargo, los minutos pueden cambiar las emociones y sentimientos a pesar de ser unos aburridos repetitivos.

La tranquila conversación en la cama con Elián se convirtió de un momento a otro en un abrazo eufórico de su parte. No me di cuenta de lo que le sucedía hasta que el reloj que Borja nos regaló mostró las 00:00, en otras palabras, el comienzo de mi cumpleaños número 16.

Llenó mi cara de besos mientras las risas burbujeaban en mi garganta.

—Feliz cumpleaños, cariño —por cada beso soltaba una palabra y sus manos se aferraban más a mi cintura—. Te amo, amor de mi vida. Tantos cumpleaños que ansié decírtelo... Te amo, no te das una idea de cuánto.

—Yo también te amo —solté en cuanto dejó de repartir besos.

Como las restantes palabras ya parecían insulsas tras esas tan mágicas, nos fundimos en un beso suave, dulce, pero lleno de pasión. Allí nos perdimos durante minutos, disfrutando plenamente cómo habíamos avanzado con eso de los besos.

El ascensor se abrió en par interrumpiéndonos y el júbilo en la voz de Borja fue inconfundible.

—¡Pijamada de cumpleaños! —exclamó levantando una bolsa para dormir.

—Traje las cartas —lo secundó Airen.

Tras saludos, abrazos y felicitaciones (y una breve explicación de cómo se juega al chin-chon) nos reunimos en un círculo en el piso para jugar.

—Nunca estuve en una pijamada —confesé con una sonrisa avergonzada.

—Yo tampoco —me apoyó Borja mientras repartía las cartas—. Ya sabes, demasiado gay para dormir con los hombres y demasiado hombre para dormir con las mujeres. Vas tú, Zara.

—Okey. Lamento haberme dormido a mitad de tu relato la otra vez —le dije al pelinegro luego de tomar una carta.

—No importa, entiendo que estabas cansada.

—¿Sobre qué le estabas contando? —inquirió Borja observando de cerca a su novio.

—Cómo nos conocimos, Bor —se encogió de hombros.

—¡Ah, por eso se durmió! —se dirigió hacia nosotros con aire divertido— Siempre cuenta la versión aburrida.

—¿Y cuál es la entretenida? —preguntó Eli a mi lado.

—Bueno, sencillamente que sus pantalones se prendieron fuego frente a todo el público en medio de un truco. ¡Lo había arruinado para que le dé mi atención! —exclamó entre indignado y sarcástico.

Las risas inundaron la habitación mientras las cartas rotaban.

—Era lo justo, había ido tantas veces a ver sus funciones para que me notara que incluso me las sabía de memoria. Luego le hice pagar por mis pantalones y, de paso, le pedí una cita —se excusó sin un ápice de arrepentimiento—. ¿Y ustedes cómo se conocieron?

—Orfanato —soltamos al unísono.

—Pero empezamos a salir gracias al pequeño empujón que nos dio Moli —tomé la palabra y al instante un dolor se instaló en el centro de mi pecho.

Elián colocó su mano en mi muslo como forma de demostrar su apoyo.

—Esa niña era tan inteligente y perceptiva...

El resto de la primera mano la completamos en silencio o con palabras hacia el juego. Pronto volvimos al antiguo ambiente y pudimos hablar de tantas cosas como se nos hubieran ocurrido. En un momento prescindimos de las cartas y contamos las primeras historias que se cruzaban en nuestras cabezas.

El lujo de amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora