—Pero entonces te conocí a ti, Caín —mascullo con una sonrisita bailando en mis labios.
—No sé qué decirte, Zara. No tenía idea de tu historia y la de tu ex. Lo lamento mucho —tuerce sus labios en un mohín triste y toma la mano que amasaba en mi regazo—. ¿Y tú cómo estás? ¿Te hiciste las pruebas de sangre?
El bus da un salto en el que me aferro al asiento delantero. Observo sus ojos oscuros, encuentro sinceridad y preocupación genuina en ellos.
—Dieron negativas, no tengo VIH —acaricio mi cabello que decidí hace poco cortar hasta mis hombros. Es innegable el hecho de que cada vez que lo toco pienso que sus dedos lo hacen.
—Tal vez fue el destino. Si no fuera por eso jamás hubieras conocido a Natalia y a Mike y ellos no te hubieran adoptado. Además, no entrarías a la escuela o conocerías a tus amigas o a mí.
—Probablemente —repito sin dejar de ver la ventanilla con aire reflexivo.
Hoy el sol brilló con toda su intensidad, es el día más caluroso de la primavera. Ahora se esconde a través del horizonte distinguiéndose en el cielo con matices diferentes de naranjas.
Al llegar a nuestro destino descendemos del autobús. El cementerio de Solstais es el lugar en el que paso más tiempo después de mi casa y el colegio. Siempre antes de traspasar las grandes rejas negras me pregunto si estoy lista, no encuentro respuesta, pero me adentro de todas formas.
—¿Dónde está su tumba? —pregunta Caín a mi lado.
—Sólo sígueme.
Seguimos derecho unos diez metros, giramos a la derecha y veinte metros después hacia la izquierda. Hallo su nombre entre las lápidas y me planto en frente con las comisuras levantadas, aunque sin formar una sonrisa verdadera.
Caín coloca las manos atrás de su espalda tan honorable como si estuviera a punto de recitar el himno nacional. Creo que siente respeto.
—Hola, Elián —se presenta él antes de dejarme hablar a mí—. Créeme que no sabía de ti hasta este día. Zara sólo tomó mi mano y me arrastró a la parada de autobús más cercana. Cuando le pregunté qué hacía, me contestó con un "te voy a narrar una historia y espero que oigas atentamente". Callé durante todo el viaje, muchas veces ella se quebró mientras lo contaba y la abracé hasta que pudo calmarse. Me hubiera gustado conocerte en persona, pero confía en mí cuando te digo que, a pesar de que tú no estés ahora, yo estoy cuidando bien de Zara. Gracias por cuidarla desde pequeña y regalarle todo tu positivismo, sé que ella lo sigue guardando dentro de su cuerpo.
Da media vuelta en su lugar para mirarme dubitativo.
—¿Cómo estuve? ¿Te pareció que fui muy...?
—Fue estupendo —me aproximo para limpiarle las pelusas que se acumularon en los hombros de su uniforme escolar—. Gracias, significa mucho para mí que hayas oído mi historia y la respetes.
—No hay de qué —musita servicial. Coloca un mechón de mi cabello detrás de mi oreja en un gesto cariñoso—. ¿Quieres un momento a solas?
—Sí, por favor.
—Está bien, te espero afuera —besa el costado de mi cabeza y con una última mirada de soslayo se aleja.
Cuando el silencio me empapa soy capaz de sentarme a un costado de la tumba mientras admiro la pulcra lápida.
—Hola, cariño —susurro con la voz ahogada acariciando la piedra—. Ese que acabas de conocer es Caín, te hablé de él. Es un compañero de mi escuela, hace dos meses me pidió una cita y acepté. Sí, el mito era cierto, las citas existen y me llevó una rosa por la que mamá no dejó de preguntarme hasta que me atreví a contarle. Unos días atrás cambié mi apellido, ya que Nats y Mike me adoptaron oficialmente creí adecuado llamarme "Zara Fisher". ¿Puedo contarte un secreto? En parte lo hice para estar más cerca de ti, ¿recuerdas que soñábamos con nuestra boda? Pues eventualmente debía cambiar mi apellido a Lisboa o Fisher así que ahora ambos somos Fisher. Porque, mierda, aún no te he superado —las lágrimas se vierten de mis ojos en un vano intento de llenar el vacío tan gigante que siento mientras los sollozos desgarran mi garganta—. Y te extraño muchísimo, cada día, cada hora, no puedo sacarte de mi cabeza. Lo estoy intentando con Caín porque es el tipo de persona que tú querrías para mí, que tú creerías que me merece. No sé si me gusta, pero se parece mucho a ti. Su cabello es rubio y utiliza un peinado bastante parecido al que tú llevabas en esa época, incluso sus ojos son cafés, la diferencia radica en que me lleva una cabeza de altura. Cada vez que lo tengo cerca pienso en ti. Pero él no es tú, jamás lo será y eso me está matando por dentro.
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El lujo de amar
Teen FictionAnoche pensé en él. Recordé las palabras que me dedicó alguna vez "Tú eres todo lo que necesito para estar bien" "Eres mi familia" "Nunca te dejaré". Recordé las caricias, incluso su mirada. Me acuerdo a la perfección cómo nos conocimos: en aquel...