Capítulo 35: Final

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 Espero que estén mentalmente preparados para el final. 

¿Prefieren el epílogo mañana o el próximo miércoles?

Gracias por leer ;) nos vemos en la nota después del epílogo.


Las lecciones son necesarias, nos hacen crecer como seres humanos y nos despiertan con una fuerte sacudida. Sin embargo, hay tragedias que llegan así, en silencio, no tienen una lección a la que más tarde agradecerás. Sólo están por estar y las explicaciones reales son limitadas.

La luz directa de un rayo solar me hizo parpadear. A comparación de las otras mañanas, amanecí con el brazo de Elián sobre mi cintura, por lo general yo era la que lo tenía aprisionado en mis brazos, pero era su cumpleaños así que no le iba a reprochar nada. Levanté mi cabeza de su pecho y posé mis labios en los suyos fríos.

Sin embargo, por primera vez no conseguí despertarlo. Sus pestañas estaban juntas y su rostro más pálido que el día anterior. Fue ese instante, ese preciso instante en el que noté que su pecho no subía ni bajaba en el que enloquecí.

—¡Elián! —exclamé a grito herido moviendo su cuerpo en busca de una reacción— No, no, no, no. ¡No puede estar pasando! No... —repetí sin cesar.

Mis latidos aumentaron al punto que podía sentirlos retumbando en mis oídos, mi piel estaba erizada y mis ojos ya se hallaban húmedos. ¿Qué se suponía que debía hacer?

—¡Elián, cariño, por favor! —su cuerpo estaba maleable e intenté tomarle la presión al igual que José Felio hizo con Moli, pero mis manos temblaban.

Pensé en su estado el día anterior, sólo era una gripe como cualquier otra. Había estado tomando el medicamento e iba a superarlo con el paso de los días al igual que yo. ¿Cómo eso podía retirarle el aliento?

No quería dejarlo solo, pero tampoco podía quedarme allí sin hacer nada. Abrí una de las ventanas que daban a la calle y comencé a gritar como loca. ¿Qué importaba si alguien podía pensar que estaba demente? Probablemente era cierto en ese instante.

—¡Borja! ¡Borja! ¡BORJAAA!

Mi garganta pesaba cada vez más, incluso mi voz cambió gracias al vértigo.

Noté su galera desde la altura, había corrido desde su puesto del restaurante hasta posicionarse frente al edificio.

—¡¿Qué pasa?! —la preocupación fue clara, nunca antes lo habíamos llamado de esa forma.

—¡Es Elián! —pero la voz se me quebró y tuve que repetirlo más claro— ¡Sube!

Mientras él entraba por el ascensor, me arrodillé a su lado y le sostuve la débil mano. La apreté tanto que mis propios dedos se tornaron blancos. Sorbí por la nariz y retuve las lágrimas en su lugar tratando de mantenerme serena.

No podía dejar de verlo como siempre lo había hecho. Yo veía su verdadera esencia y él la mía, mas ahora se notaba tan débil y apagada que el desasosiego me mareaba.

Los ojos de Borja se abrieron en par al vernos. Cauteloso se acercó a Eli y tocó su cuello con dos dedos midiendo su pulso. Me miró a los ojos asustado y sacó de su bolsillo un celular. Se fue a la otra punta de la habitación para hablar por teléfono. No podía oír mucho, aunque tampoco me importaba, estaba ensimismada en ese rostro impasible.

Me recosté a su lado y toqué su cuerpo para transmitirle calor. Si se trataba de un desmayo en cualquier momento despertaría y si estaba en coma podía esperar cuanto tiempo fuese posible.

El lujo de amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora