La tristeza cala en el sistema, se incrusta en alguna parte y con el tiempo es tapada con otras emociones. Sin embargo, apenas escarbas un poquitito en la superficie es posible que salga a flote.
Estaba dispuesta a enterrarla por un rato, aunque sabía que en algún punto se me escaparía. Borré las lágrimas, esperé a que la hinchazón en mis ojos y la rojez en mi nariz se desvanecieran mientras Elián me contaba sobre su compañero de cuarto.
—Se llama Tom, tiene la cabeza rapada y usa una tonada extraña. No me habló mucho, sólo miró el corte en mi brazo casi todo el tiempo.
Lo había olvidado por completo, antes de salir de México aquel viejo le provocó una herida. Toqué con suma precaución la débil cicatriz que se formó. Su textura áspera me trajo el recuerdo exacto cuando el filo rasgó su piel con ímpetu.
—La mía se llama Tania —comenté asumiendo que debía rechazar mis memorias de ese fatídico día—. Me gusta su estilo, aunque siento que es una completa ironía para su personalidad.
Su mano ascendió a mis pómulos, aseguré que mis labios estaban hinchados y el resto de mi rostro hecho un desastre por el continuo llanto del día. Dejó una suave caricia a la vez que su tono bajó unos decibeles.
—¿Sabes? Hay algo en lo que no pensamos.
—¿En qué?
—No podremos dormir juntos si nos acaban de asignar cuartos separados —notó. Hizo un gesto apenado moviendo sus labios a un lado.
—O sí... —sugerí con una sonrisa pícara.
—¿Cómo?
—Eso déjamelo a mí.
Por el resto de la tarde no hicimos mucho, sólo permanecimos en esa especie de campo admirando los animales de granja, a veces comentando alguna nimiedad o provocándonos caricias tiernas. Necesitábamos eso; ese espacio y tiempo para nadie más que nosotros dos en donde pudiéramos sentirnos cómodos por unos minutos.
Antes de que comenzara a oscurecer decidimos volver a entrar, el comedor estaba lleno de niños merendando. Fue extraño merendar por primera vez en mucho tiempo, pues en Rayitos de sol no solíamos hacerlo.
Víctor nos acomodó en mesas separadas, él fue con un grupo de chicos mientras que a mí me asignó uno de puras chicas, en ese grupo de cuatro se hallaba Tania charlando con un par de ellas.
—¿Cómo te llamas? —preguntó una rubia apenas apoyé mi trasero en el asiento. Noté sus ojos grandes y que tenía los dientes de adelante separados dándole un aspecto inocente.
—Zara —emití con una sonrisa cordial.
—Zara, ¿qué?
No me gustaba decir mi apellido, me hacía recordar a aquella figura paterna que dudaba de que yo fuera su hija y me gritaba para que parara de llorar cuando él mismo provocaba mi llanto.
—Zara Sallow.
—¡Wow! ¡Sallow! ¡Se llama Zara Sallow! —exclamó en un gritito agudo a la vez que sacudía a la chica a su lado.
—Sí, ¿qué tiene? —inquirí confundida.
La chica al lado de la rubia le dio un codazo y ella bajó los niveles de su euforia a un tono neutral, rozando la indiferencia.
—Oh, nada —se encogió de hombros y bebió de su taza para ocultar su rostro.
—Mejor cállate, Pilar —le volvió a cortar la misma chica del codazo al ver que tenía intenciones de abrir la boca. Esta tenía un aspecto más recatado, usaba anteojos y su cabello castaño le llegaba a mitad de los brazos. Endulzó su voz al dejar caer sus pupilas sobre mí—. No le hagas caso, a veces se le va la emoción a los cielos y no nota que hay información que se debe omitir. Es una cotilla, aunque también es un osito cariñosito andante.
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El lujo de amar
Teen FictionAnoche pensé en él. Recordé las palabras que me dedicó alguna vez "Tú eres todo lo que necesito para estar bien" "Eres mi familia" "Nunca te dejaré". Recordé las caricias, incluso su mirada. Me acuerdo a la perfección cómo nos conocimos: en aquel...