Capítulo 34: Preparé muchas cosas

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Este es el penúltimo capítulo, espero que lo disfruten y estén listos para el final.


Elián tenía mucho que entregarle al mundo; ese positivismo y bondad tan inigualables como admirables.

—Tengo tantos mocos que ahora podría llenar una taza con ellos —mencionó mientras se sonaba la nariz con papel higiénico.

Encantador.

Bueno, tampoco podía ser perfecto.

—Siento haberte contagiado, cariño —tomé su rostro pálido entre mis manos y besé su frente en modo de despedida. Claro que después le coloqué uno de esos paños fríos que él también ponía en mi frente.

—No has dejado de repetirlo hace tres días —me dio una suave sonrisa y acarició mi cabello antes de que me alejara—. No sé qué es lo que esperaba que sucediera después de tantos besos. No soy tan inteligente como para saber que la gripe se transmite por saliva también.

Tomé la caja de chicles a la vez que solté un par de risitas.

—¿Necesitas algo más? —inquirí al tocar el botón del ascensor.

—No, estoy bien.

—Bien, me voy. Pasa una linda tarde jugando al chin-chon con Airen.

—Y tú vendiendo chicles. ¡No llegues muy tarde! —lo último lo gritó puesto a que las puertas se cerraron.

Luego de que me recuperara de la gripe, salimos sólo una tarde a trabajar juntos y resultó que lo había contagiado a Elián. Irónicamente, él tampoco quería que yo fuera a trabajar sin él. Tenía muchos argumentos válidos, mas teníamos que seguir vendiendo si queríamos dinero. No íbamos a empezar a trabajar en el restaurante hasta que él cumpliera 16.

En el camino a la estación de tren recordé lo que me había confesado hace unos días. Resulta que aquel día que fue a trabajar solo, aumentó el precio de los chicles y contó por encima nuestra verdadera historia: básicamente que su novia estaba enferma y necesitaba dinero para medicamentos. Las personas se mostraron muy comprensivas en ese aspecto y aportaron, incluso una mujer le explicó cuál medicamento comprar. Al terminar de vender recorrió todo Solstais buscando una farmacia que estuviera abierta a esa hora de la madrugada.

A la vuelta se encontró en la calle el aparato de luces parpadeantes que utilizó en mi cumpleaños. Los chocolatitos fue un permitido que se pudo dar gracias a que sobró un poco de los remedios.

La tableta de pastillas aún tenía algunas que habían sobrado, pero en algún punto se iban a acabar y él debía tener algo que lo ayudara a mermar los síntomas.

Ese día logré vender el resto que quedaba en la caja, tal vez unos diez chicles sobrantes de los días anteriores. Sin embargo, no fui directo a nuestro hogar, sino que me detuve en La source des désires.

—¡Zara! —exclamó Borja al verme en la puerta — ¿Cómo está Elián?

—Seguro super entretenido jugando a las cartas con tu novio —bromeé—. Va a estar bien, este tampoco es su primer resfriado así que se recuperará. Oye, ¿me dejas pasar? Quiero hablar con tu jefe.

—¿Qué hice mal que quieres a mi jefe? —intentó actuar asustado.

—Nada. Sólo quiero arreglar una sorpresa para el cumpleaños de Elián y para eso necesito hablarle.

—¡Cierto, mañana es su cumpleaños! No puedo creer que sólo se lleven una semana de diferencia entre sus nacimientos —se cruzó de brazos y recostó sus caderas en su podio.

El lujo de amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora