Capítulo 15: Peleé por primera vez

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Les recomiendo votar para alivianar el sufrimiento de los personajes. Gracias, se los quiere.

Al regresar a la habitación la tristeza inundada me causaba escalofríos. Todos estaban ensimismados en sus nubes grises de melancolía. Cada uno de ellos habían pasado por cosas terribles y el destino decidió que podrían cargar con mayor pesar, esta vez sin el derecho de arraigarse a sus pertenecías personales, despojados de la vida que les resultaba feliz.

Camila, la primera niña en dudar de nuestras intenciones, se hallaba oculta bajo las sábanas, supuse que llorando. A ella le arrebataron su relicario que solía acariciar cada momento de su día. Al otro lado estaba Viviana con su rostro arruinado con el maquillaje de baja calidad, moviendo su pie en señal de inquietud. Ella resguardaba una carta de sus padres debajo de su almohada y la leía cada noche bajo la penumbra, ella extrañaba la rutina.

La presencia de Oscar ausentaba, estaba siendo sometido al pago por su cuerpo. Él tenía un USB el cual nunca supe lo que tenía, él ansiaba el momento de encontrar una computadora para reproducirlo, ahora estaba perdido en aquel baúl que los matones de Reinaldo escondieron.

Ninguno hablaba entre sí, no había amistades en el orfanato ni allí. Lo único real y sincero era la conexión que podía establecer con Elián o incluso con Moli. 

Entre ellos no había nada, no hablaban, no compartían sus historias o juegos. De por sí ya se encontraban destrozados.

Ellos no se lo buscaron, pese a la desconfianza y delatarnos, no esperaban estar bajo el dominio de un hombre que los explotara sexualmente. Sólo querían cumplir sus íntegros dieciocho años para salir del lugar y empecer su vida desde cero, tal como la suerte de Axel se lo concedió.

Estábamos siendo humillados, puestos en un horrible título de inferiores por el simple hecho de tener menos dinero, ser más ingenuos y crédulos a sus mentiras en un primer instante. Fuimos llenados de privilegios durante un día para luego ser llevados al otro extremo; la miseria absoluta.

Suspiré tratando de no romper a llorar una vez más, ya había tenido suficiente con la catarsis frente al rubio. Tenía que grabármelo en la cabeza, yo no era una heroína que podía salvarlos a todos de la nefasta realidad, anhelaba poder serlo por una época, aunque eso era imposible. Tenía que ser egoísta, pensar en mí, en las dos únicas personas que me apoyaron sin siquiera sopesarlo. Corría con una ventaja, debía usarla. Era nosotros tres o ninguno, no había más opciones.

Me acerqué a paso sigiloso a Moli, quien aún estaba medio desconectada del mundo al observar el mismo punto en blanco desde que me fui. Tal y como lo hice cuando llegó al orfanato, aproximé mi rostro al suyo y hablé en forma amable para obtener su atención.

—Podemos salir —susurré tan despacio como para que ninguno de los demás niños rondando me escucharan. Sus ojos grises cargados de emociones negativas se fijaron en los míos honestos—. Lo vi a Elián y consiguió una forma para escapar, pero sólo nosotros tres, no se lo tienes que decir a nadie, ¿okey?

Sus facciones se movieron perezosas en una mueca siniestra. Estiró sus labios comenzando a hablar pausadamente.

—Que se pudran por arruinarnos, ellos tienen la culpa por dudar de tu confesión —murmuró ensombrecida por el rencor.

—No, Moli, los únicos culpables son Reinaldo y Rebeca, ellos; nosotros, somos las víctimas, no lo olvides —corregí tratando de no inculcarle maldad en su corazón.

—Digas lo que digas, ellos son unos imbéciles.

—¡Sin insultos! —reprendí alzando la voz.

Las malas palabras jamás fueron de mi agrado, desde que las oí salir de las bocas de mis padres sentí la aversión por ellas. No usé ese tipo de vocablos para ninguna situación. A Elián se le escapaban de vez en cuando, percibía mi mirada desaprobatoria y de inmediato se disculpaba, por lo general trataba de evitarlas en mi presencia. Lo agradecía mucho, él comprendía la historia detrás de mi odio por las palabrotas.

El lujo de amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora