CAPÍTULO 4: Ojos grises

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Cap 4. Ojos grises

 — ¡Oye Malfoy! —escuchó la voz del joven que le llamó anteriormente— En 15 minutos llegamos, los prefectos teneis que estar ya en vuestro vagón —dijo el chico. El rubio rodó los ojos. No le apetecía nada volver a ese vagón, y menos con la pesada de Pansy haciendo el numerito delante de los demás; no soportaba que le dejaran así en ridículo, y muchísimo menos delante de otros. ¿Cómo se atrevía a llamar a otro jugador "mejor jugador"? ¿Qué iba a saber ella sobre su equipo de Quidditch si ni siquiera sabía como montarse en una escoba? A veces detestaba las actitudes de esa chica, pero aún así la consideraba su amiga aunque no le tuviera mucha confianza. Mientras pensaba, volvió a su correspondiente vagón, en el cual solo se encontraba una Ravenclaw leyendo y Potter mirando por la ventana. Sin pensarlo mucho se sentó a su lado e hizo lo mismo. Le gustaba ese paisaje frío, todo se veía muy tranquilo y bonito. Sin saber muy bien por qué, miró al pelinegro que tenía al lado, pero como si estuvieran conectados de alguna forma y sin esperarlo, el chico también le miró.

 
 Harry no sabía que decir, simplemente se quedó embobado mirando esos ojos grises que le miraban fijamente; nunca los había tenido tan cerca y nunca se había dado cuenta de lo bonitos que eran hasta ese momento. Tampoco recordaba haber visto unos ojos tan extrañamente interesantes; un gris claro en el interior el cual se iba mezclando con unos tonos más oscuros y azules alrededor. Tardó unos pocos segundos en reaccionar en lo que estaba sucediendo y rápidamente apartó su vista hacia la chica Ravenclaw, la cual estaba demasiado concentrada en su libro como para prestarles atención. Seguidamente volvió su vista hacia la ventana, aún sin creer lo que había sucedido — ¿Cuánto tiempo estuve así? —se preguntó a si mismo— ¿Se habrá dado cuenta? Que tonto soy, obviamente se dio cuenta. Por Merlín ¡¿Qué me está pasando?! Esto de ser prefecto me está afectando más de lo que debería.—
 
 Mientras Harry se atormentaba a si mismo con sus pensamientos, no sabía que cierto rubio se encontraba en la misma situación que él. ¿Cómo iba a mirarle tan descaradamente? cavilaba el ojigrís mientras jugaba con sus anillos de plata nerviosamente ¿Cómo ha tenido los huevos de mirarle así? Él era Draco Malfoy, hijo de Lucius Malfoy y Rey de Slytherin ¿Cómo podía permitir que alguien le mirara así? ¿Y justamente él? — Impensable —se dijo a si mismo. Pero no podía decirle nada ahora, y mucho menos habiendo hecho lo mismo. Lo mejor que podía hacer era olvidar el asunto e ignorarle, y así hizo. Unos minutos después, el vagón de prefectos volvió a llenarse con los otros estudiantes restantes que también habían ido a ver a sus amigos. Ambos chicos se mantuvieron en silencio en lo que quedó de viaje en tren, y en cuanto este paró el rubio rápidamente tomó sus cosas y se fue de allí. ¿Debería contarles lo sucedido a sus amigos? se preguntaba Harry a si mismo. Luego de unos segundos, este sacudió la cabeza en modo de negación. — No hace falta —pensó. Y así, tomando sus cosas nuevamente volvió con sus amigos, los cuales le esperaban afuera del tren.

 — Luego de la ceremonia de elección tienes que guiar a los nuevos de Gryffindor a sus dormitorios ¿no? —preguntó su amigo Ron mientras se dirigian al castillo en una de las 100 viejas carretas tirada por caballos invisibles. — Si —respondió Harry bastante distraído aún metido en sus pensamientos—

 — ¿Se puede saber qué te pasa? —preguntó Hermione a su amigo, el cual parecía volver a la realidad ante esas palabras— ¿Qué ha pasado cuando estabas ahí dentro? No has dicho absolutamente nada desde que has bajado de ese vagón, y se te ve muy distraído Harry —afirmó su amiga—

 — Nada —mintió— Simplemente creo que el hecho de ser prefecto me esta distrayendo un poco —dijo el chico esperando resultar creíble.

 — Si tu lo dices —contestó ella poco convencida—.

 — Creo que ya llegamos -dijo animadamente el pelirrojo que asomaba su cabeza por la ventana— Me muero de ganas de que empiece el banquete —añadió este mientras se relamía los labios. Ese gesto hizo a sus dos amigos reir y menear sus cabezas a modo de negación.

 — ¡Pero Ron! ¡¿Cómo puedes tener hambre otra vez si te has zampado medio kilo de dulces hace menos de 15 minutos?! —exclamó su amiga incrédula—

 — ¡Pero si eso era solo para matar el gusanillo, Herms! —dijo el chico fotandose felizmente la barriga—

 — No tienes remedio —afirmaron Harry y su amiga al unísono entre risas—.

 Y así, entre risas y charla, en menos de 5 minutos ya se encontraban delante de Hogwarts, y poco a poco todos los estudiantes fueron subiendo las largas escaleras que llevaban a las gigantescas puertas de roble del castillo. Toda la multitud de estudiantes se dirigió al Gran Comedor y fue tomando asiento lentamente. Antes de que pudiese darse cuenta, una voz detrás de los chicos habló. — He oído que este año han entrado dos sangres sucias —comentó el chico con desprecio— Aún no entiendo como siguen aceptando este tipo de seres aquí —escupió. Los tres chicos volvieron sus miradas hacia donde la voz provenía, y tal y como esperaban, era él. El chico que el rubio tenía sentado al lado, se dio cuenta de las miradas de los tres Gryffindor que lo miraban furiosos, y este hizo un gesto al ojigrís para que se volviera.

 — Pero bueno ¿A quién tenemos aquí? —pavoneó el rubio— Asi que además de pobres y sangres sucias, también sois entrometidos —comentó el joven haciendo reír así a los Slytherin que tenía alrededor—

 — Y asi que además de tonto y engreído, también eres chismoso, Malfoy -contraatacó Hermione furiosa—

 — No te atrevas siquiera a dirigirme la palabra, maldita sangre sucia —escupió con desprecio cada palabra que salía de su boca—

 — ¡Déjala en paz! —bramó Harry estresado por la situación. No soportaba que se metieran con su amiga, y mucho menos cuando ellos ni siquiera le conocían.

 — Uh, con que defendiendo a la novia ¿Eh Potter? Pues yo que tu me andaría con cuidado y no me juntaría con una sangre sucia, ni que me pagaran por ello —dijo el rubio burlándose—

 Pero antes de que pudieran decir algo más, un carraspeo resonó en todo el comedor y poco a poco, todos los jovenes se fueron callando para darle la palabra a Dumbledore; que estaba de pie junto a la mesa de profesores esperando a poder dar la bienvenida y su discurso a los estudiantes, un año más, para así proceder con la ceremonia de elección.

 — Esto no quedara así, Malfoy —dijo el pelirrojo lleno de desprecio, aunque sus palabras solo hicieron reir al al rubio—.

¿𝐏𝐎𝐑 𝐐𝐔𝐄́ 𝐌𝐄 𝐎𝐃𝐈𝐀𝐒? | 𝐃𝐫𝐚𝐫𝐫𝐲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora