Capítulo 6: Mis dudas y el ave vuelan igual

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Capítulo 6: Mis dudas y el ave vuelan igual.

Narra Rubius.

Ocho, nueve, diez.

Detengo mi búsqueda al llegar al número requerido de oro. Comprendo que no es tanta la cantidad que preciso para darle a Nieves, quien me preguntó hace unas horas si le podía conseguir.

Si bien la mayoría del pueblo creen que es algo lenta de la cabeza, no conocen muchas de las cosas que ella sabe y las cuales yo aprecio mucho, una de ellas es armar joyería con minerales que le suelo dar.

No obstante, esta vez, parte de esta suma no tenía pensado entregárselo, ya que mi mente no deja de divagar en proponerle matrimonio.

Llevamos demasiado tiempo juntos, más que cualquier habitante de Karmaland con su mujer. Vivimos muchas anécdotas y aventuras juntos, la he librado de su maldición en dos ocasiones e intento día y noche que ella recupere aquellas memorias.

Suena exhaustivo, pero yo la quiero lo suficiente para ayudarle durante toda mi vida. Daría lo que fuera por ella.

-Bien, Juan Carlos III -volteo a verle para encontrarle recorriendo la mina con tranquilidad. Tal vez no sea muy seguro haberle traído conmigo a un sitio tan peligroso, sin embargo, él realmente deseaba acompañarme para caminar y cuando pone esa carita... me es difícil negarme- ya tenemos todo lo que buscamos. Es hora de irnos.

Agarro bloques de tierra para subir a la superficie junto a mi compañero, cuidándole a cada segundo para que no sufra ningún percanse del que pueda arrepentirme.

Una vez ambos sobre el césped, caminando a paso redoblado por los campos llenos de flores, nos adentramos en el bosque de bioma otoñal y finalmente nos dirigimos a casa.

Sé que me fui un poco lejos de los límites, y cualquiera diría que es ilegalísimo, pero mientras nadie se entere... todo bien.

El cerdo había perdido un poco de vida, pero nada que unas zanahorias no pudiesen resolver. Observo los rayos de sol irradiar por toda el área. Hoy había decidido levantarme temprano para hacer estos recados y así, luego, tengo la tarde libre para pasarla con uno de mis mejores amigos.

Apenas me adentro en casa, y dejo a Juan Carlos en su habitad natural recreado por mí, junto a Marcelo, me dirijo a la terraza de mi habitación, donde se halla Nieves acomodada en la hamaca.

-¿Tra-trajiste lo que te- te pedí? -habla entrecortado mientras me poso delante de ella.

-Ci. -le contesto chistoso, entregándole tres de oro y antes de alejarme, le doy un beso en la mejilla-  Estaré abajo si necesitas algo.

La observo asentir y acabo bajando por las escaleras hacia el sótano, donde están todas nuestras pertenencias.

Guardo en los cofres el resto de minerales que obtuve picando y dejo en mi inventario el resto de oro que conseguí, añado oro rosa y un par de diamantes.

Ya haría luego el anillo para mi chica. Mientras tanto, necesito pescar un rato para obtener libros con encantamientos y así, utilizar las impresoras para ganar experiencia.

Me dedico a sentarme en mi pequeño muelle y, seguidamente, comienzo a lanzar y retraer el objeto para equiparme de cosas.

No me abstengo de visualizar mi entorno. La razón por la que me mudé alejado del pueblo es primordialmente por más serenidad, ya que, en mi casa anterior, no dejaba de recibir atentados inmensos y, si bien sigo utilizando aquella casa de vez en cuando, debo decir que me siento mucho más a gusto aquí.

Los sonidos del ambiente son captados por mis orejas de oso, las cuales poseen más capacidad de oír que las de los humanos, al menos eso he leído.

Cupido Alexby |Karmaland 4|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora