Capítulo 26: Nuestro secreto

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Capítulo 26: Nuestro secreto.

Narra Rubius.

-Mierda ¿Qué puedo hacer contigo...?

Suspiro exhausto, acostado en el césped, contemplando el cielo azul y, primordialmente, hablándole a la chaqueta blanca, de mi amigo pelinegro, con detalles morados y amarillos.

No le he visto desde entonces. Tampoco me atrevo. La última vez no sé ni cómo mencioné el asunto de la carta y con solo recordar el rostro de Vegetta...

-¡AGHH! -resoplo, cubriendo mi cara con el abrigo, avergonzado- ¿Por qué estás tonterías me pasan solo a mí?

¿Cómo haré para acercarme a él y además, eludir que el azabache me pregunte sobre mi raro comportamiento de la vez pasada?

"¿De qué carta hablas?"

¡Fuck my ass! ¡¿Cómo le explico que todo este tiempo tuve una carta respecto de sus supuestos sentimientos?!

¿Es cierto que de verdad no sabe, o solo se está haciendo el imbécil? ¿Debería mostrársela...? ¿Preguntarle acerca del tema? Sería más fácil que esconderse y seguir ocultándome de él...

¡UN MOMENTO! ¡¡¿Por qué soy yo el que está nervioso cuando es él quien la escribió?!! ¡¿Por qué me preocupa tanto?! ¡Si hemos dicho cosas peores enfrente del otro!

Cierro mis ojos, intentando no sentir nada más que la brisa y sumergiéndome en mis pensamientos.

Presiono la chaqueta contra mi pecho, recordando instantáneamente aquella noche en la que nos reunimos a mirar las estrellas en busca de meteoritos. Recuerdo que esa vez Vegetta se estuvo portando más distinto que nunca, se la pasaba pegado a mí, halagándome, platicando sosegadamente, lanzando piropos y otras cursilerías... Incluso... me prestó esta misma prenda, colocándomela delicadamente en mis hombros, ya que me hallaba tiritando del frío que hacía. Hasta hoy en día me produce extrañeza que no me la haya pedido de vuelta en ningún momento, siendo alguien tan organizado y posesivo con sus cosas...

Apoyo una de mis manos en el pasto para acariciar la textura. Gracias a él acabé ésta nueva casa rapidísimo, solo me faltan escasos detalles, de los cuales me encargaré yo en estos días. Me ayudó también cada vez que no entendía cómo construir cosas. Por más de que discutiésemos seguido, al día siguiente siempre volvía para hacer actividades juntos. También me perdonó mis ilegalidades y hacía oídos sordos a la mayoría de ellas.

Sonrío impulsivamente. No soy idiota, sé perfectamente lo nervioso que el oji morado me pone cuando estamos juntos, conozco lo veloz que late mi corazón cuando se acerca a mí y es innegable que cada vez lo extraño más y quiero pasar la tarde con él.

"Pero... ¿tú quieres que sea de él?" Retumban las palabras que Mangel soltó en aquella ocasión que le mostré el libro.

No lo sé... ¿quiero?

"¡A mí solo me gusta Nieves!" "¿Solo Nieves?"

¡Aghh! ¡¿por qué este chico debe ser tan complicado?!

"Solo muéstrale eso primero y déjate llevar por la conversación que surja." El consejo que me dio mi amigo de lentes me había quedado grabado en mi memoria, bueno, como todos los que me da.

Mangel... te necesito....

No es nada justo. Aquel chico ya se había marchado del pueblo otra vez y debo decir, que es la peor sensación de todas... el vacío que me deja los siguientes días y la incertidumbre por no saber cuándo volverá son lo peor del mundo. Sé que Alexby se siente un poco igual, pero ¿qué podemos hacer? No encontramos forma de convencerlo, de lograr que se quede, y hasta que no la hallemos, no nos queda otra más que seguir extrañándolo. Mangel es mi voz de la razón.

Cupido Alexby |Karmaland 4|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora