Toscana, Italia, junio 2021
Bajo el árbol de naranjo, en un cálido día de junio, en la campiña de un pequeño pueblo italiano, sonaba en la radio una tenue canción que se mezclaba con el sonido del viento. Él disfrutaba la melodía, disfrutaba de la sombra, de la soledad y de su corazón roto. Cuarenta y cuatro días desde la última vez que la vio. Cuarenta y cuatro días desde que su corazón fue hecho pedazos. Estaba ahí, pretendiendo olvidar. Maldiciéndose por creer en cuentos de hadas, por creerle a ella, por pasar noches en vela buscando una justificación, por inventarse mil y un reencuentros posibles. ¿Qué acaso no le había quedado lo suficientemente claro que el amor era una mierda? ¿Qué acaso todo el daño que le había provocado no le bastaba para aprender la lección? La respuesta era tan simple y tan difícil de acatar que le hacía sentir furia.
Su barba y bigote estaban demasiado largos, hacía mucho que no cortaba sus patillas y el largo de su cabello lo hacían lucir demasiado descuidado, hacía mes y medio que Ignazio había decidido recluirse en esa campiña, en una cabaña propiedad de su cuñado que usualmente no se habitaba, quería estar solo, había dejado de lado la música, a sus amigos, a su familia y a la tecnología, había decido aislarse en un vago intento para olvidar, pero lo único que conseguía, ante la falta de distracción, era pensar de más. Desde hacía cuarenta y cuatro días su rutina consistía en caminar antes del amanecer, prepararse comida que pudiera durar para todo un día, vagar entre los huertos de naranja con una pequeña radio de baterías y unos casetes que su cuñado guardaba con devoción, a veces caminaba al pueblo solo para comprar víveres, la temporada de cosecha de naranja ya había terminado así que el lugar solía estar bastante calmado, los lugareños lo reconocían, sabían que pertenecía a Il Volo pero no solían decirle nada. Él se había convertido, o, mejor dicho, la vida lo había convertido en un ermitaño. Lo habían destruido y ahí, bajo el árbol de naranjo sin naranjos, él solía preguntarse ¿por qué?
Se levantó, se limpió un poco los pantalones de mezclilla que usaba, tomó la radio y comenzó a caminar colina abajo, iba sumido en sus pensamientos como siempre, ignorando por completo el fresco viento que anunciaba la llegada de la lluvia y que al mezclarse con el aroma de los arboles lo hacía sentir a uno en el paraíso, ignoraba las colinas que tenía ante sí y el bello sendero por el que a diario caminaba. Poco antes de llegar se percató de que la puerta estaba abierta, el seguro lo rompió dos días después de llegar y todavía no lo había reparado, y creyendo que el perro que solía rondar cerca se había metido a robarle le comida de nuevo, entró hecho una furia, pero ésta vez no era el perro blanco que solía gruñirle cuando lo veía pero que veía en él a un blanco fácil para robar, no, aunque hubiera preferido que lo fuera, era Piero Barone.
- ¿Qué estás haciendo aquí? – preguntó en tono amargo.
- ¿Eh?, hasta parece que no te da gusto verme – contestó mientras examinaba riguroso lo que había sobre la estufa.
No es eso – dijo – es solo que no esperaba verte... les dije que me tomaría unas vacaciones... ¿Vienes sólo?
¡No! – Contestó Gianluca que en ese momento entraba por la puerta con una caja de comida – viene conmigo. Mira que aspecto de vagabundo tienes. Piero, te toca la última maleta.
Y puso la caja de comida junto a un cartón de cervezas y equipaje del que Ignazio no se había percatado.
No pueden quedarse – dijo Ignazio antes de que Piero saliera a buscar la última maletea – ¿acaso no entienden que quiero estar solo?
Piero se detuvo. – No podemos dejarte solo más tiempo – le dijo.
- Quiero estar solo – contestó Ignazio
- Un desamor no tiene que ser el fin del mundo – agregó Gianluca
- Ustedes no tienen ni la más mínima idea de lo que se siente tener el corazón roto – respondió.
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Il amore [Sin editar]
FanfictionUna historia en donde solo hablamos del amor. Continuación de Il Love.