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En el centro del salón los productores, el italiano y el mexicano, daban un discurso, agradecían a los presentes por el proyecto que estaban llevando y les deseaban el mayor de los éxitos y dichas por el año que muy pronto comenzaría. En el centro, colgada muy en lo alto una enorme piñata dorada con siete picos destellantes adornaban el lugar, los muérdago estaba colgados y entrelazados con listones color plata.

Se anunció la cena, todos los presentes se quedaron en sus asientos en espera de que los meseros llevaran hasta ellos sus platos.
El alcohol de los tragos que estaban bebiendo provocaron en los chicos y en las muchachas estar mucho más alegres de lo normal. Anna estaba más parlanchina, Gianluca también, Margarita e Ignazio tomaban cualquier oportunidad para acercarse o para tocarse, Matilde estaba tan encima de Piero como podía y Piero, que aparentemente disfrutaba igual que todos, se mezclaba en las conversaciones de los presentes sin despegar mucho la mirada de Anna y Gianluca, quienes, a su punto de vista hablaban mucho más cerca de lo que era correcto.
La cena se sirvió y comenzaron a comer. Ignazio hacia una broma sobre la forma que tenían los espárragos servidos en su plato, todos le estaban prestando atención pues era imposible contener la risa ante lo que decía. Margarita, que estaba sentada a lado suyo lo miraba con especial atención y de pronto sintió en su corazón un vuelco que no había experimentado antes. Su pulso se aceleró de manera inmediata y se dio cuenta de que estaba conteniendo la respiración, seguía embelesada viéndolo, si alguien le hubiera estado prestando atención a ella en lugar de a él se habrían dado cuenta fácilmente de que esa muchacha estaba enamorada. En un impulso ella llevó su mano por debajo de la mesa y cogió la suya que estaba sobre su pierna.
Ignazio se quedó callado durante un segundo al sentir el contacto de ella. Regresó a verla y apretando la mano de ella con fuerza intentó retomar la conversación que tenía.

Habían recogido los platos, en su lugar solo quedaban las copas, ellos seguían sin soltar sus manos amparados por el mantel de la mesa que nublaba la visión para quien fuera que pasara cerca , Ignazio jugaba con sus dedos, ella bebía su copa con la mano derecha y él con la izquierda. No sé habían soltado para nada y no querían hacerlo.
En el momento en que ella había tomado su mano una chispa lo recorrió. Seguido de un extraño sentimiento que no lograba descifrar y, aún así, le gustaba demasiado tocarla. Casi no se regresaban a ver. Ella estaba nerviosa y feliz y él solo disfrutaba del tacto, disimulando ante los presentes.

Un rato después se anunció la participación especial de un comediante. Serían quince minutos en los que contaría chistes sobre actores, cantantes y el mundo de espectáculo.

Todos estaban atentos al hombre, riendo a carcajadas. Piero miraba a Anna a quien, de tanto reír, una lágrima había salido de su ojo, hacia demasiado tiempo, sino es que nunca, que la había visto reír de esa forma. Vio que le decía algo a Gianluca al oído y mejor desvió su mirada al comediante, pero ya no lo disfrutaba tanto. En un segundo vistazo hacia ellos Piero notó que estaban aún más cerca, miraban algo, al parecer en el celular de él, estaba siendo testigo de una complicidad de la que no quería enterarse, él la miraba directo a los ojos y ella también mientras reían, y entonces, vio (o creyó ver) como Anna miraba los labios de Gianluca. En ese instante sintió como su sangre comenzó a hervir de rabia y de celos. Se levantó de la mesa de golpe atrayendo la atención de los presentes y, diciéndole a Matilde que se dirigía al baño se fue de ahí, caminó con dirección a los sanitarios pero una vez ahí se desvió al patio trasero. No sabía si era por el alcohol que había en su sistema pero sentía ganas de asesinar a alguien. Se llevó las manos a la cabeza mientras aspiraba con violencia. Nuevamente Anna había sido la causante de sentimientos tan intensos y contradictorios dentro suyo.
Él sabía perfectamente bien que Gianluca estaba en una relación, que amaba a Regina y que tener celos de él además de irracional, era estúpido. Lo sabía, sí, lo sabía muy bien. Y aún así nada de lo que se dijera a así mismo lograba calmarlo. Es por el alcohol - se dijo - debe ser por el alcohol. Y sin embargo, apenas había llegado a una conclusión convincente acerca de Gianluca otro miedo se apoderó de él... ¿Qué tal que Anna, por el tiempo que llevaban viviendo bajo el mismo techo había revivido sus sentimientos por su amigo? La sola idea le hizo caer de cuclillas, después de todo esa noche ella lucia tan feliz con él, tan perfecta, tan hermosa... todo podía ser posible. Puso su cabeza sobre sus manos, debía calmarse e irse. No podía permitir que nadie lo viera así.

Il amore [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora