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Margarita e Ignazio habían vuelto a la mesa que ahora se encontraba vacía, con excepción de uno de los actores que seguía comiendo las botanas que habían dejado sobre esta. Ellos habían estado bailando, querían tenerse cerca, Margarita, envalentonada por el alcohol había cogido su mano y él le había correspondido aún no sabía porqué.

– ¿Dónde estas los chicos? – preguntó Ignazio al no ver a ninguno de sus amigos alrededor.

No lo sé – contestó el actor – Piero se fue hace bastante tiempo y no regresó y Gianluca se fue con la chica con la que llegó...

– ¿Se fue? –

Sí – intervino Margarita – se fue... Anna me dejó un mensaje dice que regresó a la hacienda con Gianluca... No me explica porqué...

– Que extraño, llamaré a Piero para ver en donde está –

Ignazio tomo su celular y comenzó a llamarle, pero después de un par de timbrasos le desviaron la llamada. Volvió a intentar y le volvieron a desviar la llamada, ante esto y al darse cuenta de la ausencia de Matilde él llegó a la conclusión de que seguramente estaban juntos y no deseaban ser interrumpidos. Le pidió a Margarita que siguieran bailando y así lo hicieron, en una hora más se terminaría el evento y ellos tendrían que partir, pero hasta entonces solo deseaban disfrutar de la desenvoltura que unos tragos provocaban en ellos.

A algunos kilómetros de ahí, Piero estaba estacionado en el hotel donde se hospedaba Matilde, le pedía encarecidamente que se bajara de la camioneta, pero ella se negaba a hacerlo. Le pedía una explicación.

– ¿Explicación de qué? – le preguntó él haciendo un enorme esfuerzo por mantener la cordura.

De porque no quieres acompañarme a mi habitación – le contestó ella con una pasividad en su voz que lo hacía desesperar aún más – creí que te gustaba.

Piero se maldijo mentalmente cinco veces.

Eres muy guapa, Matilde – dijo respirando hondo – y me agradas, pero no de esa manera... Y ahora por favor... tengo que irme...

– La pasamos muy bien cuando fuiste por mi – dijo ella tratando de entretenerlos el mayor tiempo posible – y todo el tiempo que hemos pasado juntos durante la grabación... no puedes decir no has notado que me gustas...

Ella lo había visto correr de la mano de Anna, había notado su expresión al verla llegar al salón y había notado como todas sus miradas se dirigían hacia ella, lo había visto también justo antes de subir a la camioneta, sabía que algo estaba a punto de suceder entre ellos y no quería permitirlo. Una relación con el italiano Piero Barone y la serie de Los Tres Tenores la catapultaría a la fama y de paso, la daría a conocer en Italia y el resto de Europa. Ese había su objetivo desde el principio, su primera opción había sido el productor italiano, pero era muy grande para ella, la segunda fue Gianluca pero al enterarse por sus redes sociales de que tenía novia prefirió evitar la fatiga, las opciones que le quedaban eran Ignazio y Piero, y dado a que convivía más con Piero por los papeles que interpretaban decidió hacer de él su objetivo.

Creyó que todo iba perfecto, que había química y que muy pronto pasaría algo más entre ellos, que darían a conocer una relación y que Matilde podría ser conocida en más lugares además de México por algunos papeles pequeños que había hecho y en su país de origen, donde solían afamarla mucho. Jamás pensó que tuviera competencia tan pronto ni que estuviera tan cerca de él.

Matilde – dijo él aferrándose al volante – lo lamento, hay cosas que no puedo explicarte, y si hice algo para confundirte, lo siento también... pero tengo que irme.

– Estoy segura que si me conoces, vas a cambiar de opinión – dijo esto último acercándose a él mientras ponía su mano en sus pantalones.

Matilde – dijo él a punto de perder los estribos – lo lamento pero si no te bajas tú de la camioneta, tendré que hacerlo yo.

En este momento ella se dio cuenta de que no podría convencerlo. Se bajó la camioneta dando un portazo y sintiéndose humillada. Se dijo a sí misma mientras lo veía partir de prisa que las cosas no se quedarían así, pues nadie, nunca en su vida, la había rechazado antes.

Piero manejó a toda velocidad, colocó el manos libres y llamó primero a Anna, pero ella no tomó el teléfono. Después le regresó las llamadas perdidas a Ignazio quien por estar muy entretenido despidiéndose de los compañeros tampoco había escuchado su celular. Él sabía que la fiesta terminaría a las once en punto, por lo tanto decidió irse directo a la hacienda, si Anna aún no llegaba la esperaría, no importaba cuanto tiempo se le fuera en ello.
El nivel de estrés y frustración que sentía en ese momento eran indescriptibles, por un segundo deseó olvidar por completo todos sus modales e ignorar a Matilde cuando llegó hasta ellos a interrumpirlos, pero él la había traído, era un caballero, debía dejarla a salvo en su casa o en este caso, en su hotel.

No tenía ni idea de que le diría Anna cuando lo viera, solo esperaba, deseaba con todas su fuerzas que ella no hubiera cambiado de opinión y que estuviera dispuesta a amarlo como él la amaba, poco a poco mientras más avanzaba en la carretera todos sus pensamientos molestos con respecto a Matilde se fueron disipando y en su lugar el aroma y el sabor de los labios de Anna volvieron a su mente, el recuerdo del momento de hacía casi un par de horas volvió a impregnarse en él y sintió una alegría inmensa recorrerle todo el cuerpo. Espera, mi vida – decía él para sí – solo un poco más.

Ella ya había llegado a la hacienda con Gianluca. Él se había abstenido de preguntarle nada al ver un par de lágrimas rodando por sus mejillas, pues sospechaba que tenía que ver con Piero. Le dio las gracias por llevarla y se fueron a a sus respectivas habitaciones. Una vez allí Anna pudo entregarse a los sentimientos que tenía: confusión, tristeza y vergüenza, ese era el sentimiento que la dominaba, le había pedido a un hombre por primera vez en su vida que le hiciera el amor y este la había dejado por irse con otra. Ella desde que había conocido a Matilde había llegado a la conclusión de que entre ella y Piero había algo, y había sentido celos y rabia consigo misma por lo que había ocurrido en el tren pues estaba segura de que lo estaba perdiendo para siempre.
Y la supuesta amistad que había entre ellos ya no le bastaba.

Cuando, durante la interpretación del comediante en la posada, se dio cuenta de su ausencia prolongada decidió ir a buscarlo, ella también había notado como la miraba y fue por eso que decidió ir tras él, y luego cuando lo escuchó hablar temía que fuera un sueño y...

¡Anna! – la voz de un exaltado Piero se escuchó – ¡Sé que estás aquí, por lo que más quieras, ábreme!

Ella se asustó, pues estaba tan concentrada en sus pensamientos que no escuchó cuando la camioneta se estacionó. Aún no se cambiaba de ropa pero su maquillaje ya se había arruinado. No sabía que hacer. Tomó rápidamente un par de toallitas desmaquillantes e intentó limpiarse al rededor de los ojos mientras afuera él seguía tocando desesperadamente.

Le abrió.

Verlo ahí, con el rostro enrojecido le hizo entender de pronto que entre él y Matilde no había nada. Lo supo porque jamás en su vida ningún hombre la había mirado con el amor con el que Piero lo hacía: ternura, deseo, desesperación, devoción... amor. No le quedaba lugar a dudas él la amaba ya no eran necesarias las palabras.

Piero intentó decir algo pero ella no lo dejó hablar, se abalanzó a él y con más prisa que antes lo besó, se olvidó de las cavilaciones que algunos segundos atrás la invadían y se dejó llevar recordando lo mucho y cuán intensamente lo necesitaba. Lo amaba también, demasiado, de pronto el pasado había dejado de existir.

A él le tomó por sorpresa, creyó que tendría que darle explicaciones, creyó que tendría que convencerla de nuevo, creyó que ella, una vez más lo dejaría con el corazón en la mano. Pero no fue así, en su lugar sus cálidos labios correspondieron a los de él con prisa. Se sentía tan inmensamente feliz que era incapaz de pensar en nada. En nada, excepto en que debía hacerla suya.

Ella como pudo desbotonó su camisa mientras él se deshacía de su blusa y poco después, de su falda. Luego el resto de sus ropas desapareció. Se quedaron ahí durante un segundo, admirando sus cuerpos desnudos. Esta no sería como la primera y única vez que se amaron, sería mucho mejor, porque ellos ya conocían la forma de sus cuerpos, ya sabían que se acoplaban bien el uno con el otro. Y además, había en ellos dos tanto deseo contenido, tanta pasión guardada a través de los años, tantas noches que se soñaron haciendo el amor que lo menos que podían hacer en ese momento teniéndose el uno al otro era cumplir con la fantasía de amarse hasta el cansancio.

Y así lo hicieron entregados al más puro y más grande amor que habían sentido nunca.

Il amore [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora