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Hacienda de Grana, junio 2021

Sonó la alarma a las cuatro de la mañana pero ella ya estaba despierta desde hacía una hora, desde su cama observaba a través de la ventana, podía ver las estrellas y la luz de la luna todavía entraba desde esta. Ya estaba vestida, se levantó y camino hacía la cocina, se preparó un café y espero a que don Diego llegara, debían ir a revisar los animales, los becerros habían enfermado, temía que fuera peste así que la noche anterior los trabajadores se habían encargado de separarlos del resto. La nueva veterinaria llegaría en tres horas.

El estilo de vida de Anna había cambiado drásticamente desde hacían poco más de seis meses. Había concluido la universidad, se había titulado y estuvo trabajando durante algunos meses en el área administrativa de una compañía cervecera, pero entonces se dio cuenta de la hacienda necesitaba su atención, María la había descuidado y malbaratado, había vendido decenas de cabezas de ganado y los números de la siembra del año en que María la administró fueron los peores que Anna pudo ver en el registro. Tuvo que sacrificar su carrera y su vida en la ciudad por rescatar la hacienda que había sido de sus padres, ella, a pesar de haber crecido en el campo desconocía mucho, siempre había sido su padre quien se encargaba de manejarlo todo, hubiera deseado tener un hermano, alguien a quien poder confiarle esas tareas o por lo menos deseaba haberse interesado más en los asuntos de la hacienda cuando su padre estaba vivo. Manejar una hacienda, aunque pequeña, no era cosa fácil, pero gracias a la ayuda de don Diego, el trabajador más antiguo de su padre y recién nombrado capataz, pudo sacarla a flote, tenía los conocimientos teóricos de la administración, solo debía aprender a enfocarlos al cultivo y la ganadería. Le había costado un poco adaptarse al principio, desde la muerte de su padre hacía un par de años no había pasado en la hacienda más de dos semanas seguidas. A veces se sentía atrapada, la quietud del campo llegaba a aburrirle, extrañaba la ciudad y a sus amigas; Karina estaba embarazada, un embarazo de alto riesgo y había dejado su empleo para mudarse con su novio, la boda sería dentro de un año, después de que naciera el bebé, Alondra trabajaba en la ciudad como administradora de proyectos y Rocío estaba haciendo la maestría en una universidad en España, tenía ya muy poca comunicación, cada una estaba haciendo su vida a su manera, pero aún así, a veces añoraba verlas y sentarse toda la tarde a beber café y platicar de todo. Se escribían casi solo para contarse cosas importantes, pero ya no como cuando tenían todo el tiempo del mundo. Lo último que supo de Sergio era que se había mudado a Estados Unidos con su novia, y de Mónica, nada, era como si se la hubiera tragado la tierra después de la graduación.

Don Diego llegó, bebió la tasa de café que Anna le había preparado y se fueron a los establos, un ternero había muerto ya y tres más seguían enfermos. Lo que les había inyectado en veterinario del pueblo no parecía surtirles efecto y él por sus compromisos con otras fincas de la región no podía estar al pendiente del ganado de Anna tal y como a ella le hubiera gustado, por eso, don Diego le había sugerido contratar un veterinario de planta, y Anna conocía a la persona ideal para el trabajo.

Margarita era la hermana melliza de Rocío, nombradas así en honor a sus abuelas, solían ser como el agua y el aceite, Roció siempre fue más como su papá y, a pesar de que tenían dos hermanos más, su padre sabía que en un futuro sería ella quien se encargaría de sacar a flote la empresa, Margarita, en cambio, era la única que había decidido no seguir el legado familiar lleno de administradores e ingenieros civiles, desde muy pequeña había dejado claro que no le gustaría su camino en la empresa familiar, era la niña de espíritu libre, que curaba a los pajaritos, que lloraba cuando comía pescado por saberlos fuera del agua y que fingía hablar con los borregos en casa de su abuela, por eso a nadie le sorprendió cuando eligió la carrera de veterinaria.

Anna se enteró de que Rocío tenía una melliza dos años después de conocerla. No solía hablar mucho de su familia y, además, Margarita estudiaba en otra ciudad, por eso, cuando en una fiesta la presentó como su melliza todo el mundo quedó impresionado, no solo por la diferencia física entre ambas y lo contrastante del carácter entre las dos, sino por el simple hecho de que no se mencionara su existencia antes. Margarita se acopló de inmediato al grupo de amigos de su hermana y siempre que tenían oportunidad se reunían, ella y Anna se habían comprendido especialmente bien, ambas disfrutaban de la vida del campo y de los animales, así que cuando le ofrecieron ir a vivir a la hacienda de Grana, no lo pensó dos veces y aceptó.

¡La última vez que te vi fue en la graduación de Rocío! – dijo Margarita. Había llegado a las siete en punto y después de determinar que los animales tenían neumonía y aplicarles Actynoxel, Napzin y Vitabecid descansaba junto a Anna en el comedor mientras almorzaban – lamento muchísimo que no se hayan graduado juntas.

Sí – contestó Anna – después de lo que ocurrió con papá y otros asuntos por los que pasé tarde un tiempo en recuperar el semestre perdido...

- Mi hermana me había comentado que la pasaste muy mal. Lo lamento. –

- Descuida, poco a poco todo se supera. El tiempo siempre hace su labor. ¡Me alegra muchísimo que estés aquí! Me sentía bastante sola.-

- Apuesto que no te has enterado... Rocío conoció a un chico, un español, ¡esta guapísimo!

No, no sabía nada... ya hace varias semanas que no hablamos. Pues sí que está muy galán el tío ¡eh! – dijo al ver la foto que Margarita le mostraba en su celular – maldita Rocío como se atreve a no contarnos nada.

Dijo aquello último riendo.

¡Ya sé! – respondió Margarita en el mismo tono que Anna había concluido la frase – pues por lo que me dice cuando hablamos esta enamoradísima de él. Él era nuevo en su clase, dice que en cuanto entró se flecharon y dos días después ya eran novios.

No lo puedo creer – soltó Anna entre risas - ¿Quién diría que encontraría el amor del otro lado del mundo?

Sí... debe ser muy romántico... - respondió en medio de un suspiro – y tú, Anna, ¿tienes novio?

- No... -

- Pero, ¿has estado enamorada alguna vez? –

Sí... alguna vez lo estuve – o quizá todavía lo estoy, pensó – pero no funcionó... ¿qué hay de ti? ¿Sales con alguien?

No – respondió Margarita en medio de un suspiro forzado – mi último novio lo tuve hace dos años... y creo que ni siquiera me caía bien.

Ambas comenzaron a reír. – Supongo que a veces sucede – contestó Anna.

Terminaron el almuerzo y Margarita se fue con don Diego para que este le mostrará toda la hacienda, los establos y los pastizales. Después dedicó su tiempo a instalarse en una de las habitaciones del segundo piso.

Anna por su parte, debía hacer inventario, así que pasó el resto del día en las bodegas para registrar los bultos de alimento que habían llegado el día anterior para los puercos, y los materiales para la siembra que se aproximaba. Aunque en los días siguientes por sus ocupaciones casi no se veía con Margarita, agradecía profundamente saber que ella estaba ahí, la soledad no había dejado de aterrarla, pero saber que mientras dormía en ese enorme segundo piso había alguien en la habitación de alado en quien podía confiar, la reconfortaba de una manera inimaginable.

Margarita también se sentía feliz de por fin tener la oportunidad de demostrar sus habilidades, había tenido muchos problemas para conseguir empleo, solía escuchar mucho que su profesión no era para mujeres, y aquellos que no tenían un problema con el género sí lo demostraba con su edad, decían que por joven era inexperta, y quizá sí, podía ser inexperta, pero eso no significaba que no tuviera los conocimientos necesarios para desarrollar bien su trabajo y que no fuera apasionada en lo que hacía. Por eso también se sentía agradecida con Anna, de que alguien por fin le permitiera mostrar lo buena que resultaba ser y no la defraudaría.

Solían verse solo a la hora del almuerzo y de la cena y eso facilitaba enormemente la convivencia, a veces los fines de semana iban al pueblo a pasear o al cine en la ciudad. Margarita tenía ganas de conocer la zona arqueológica, pero Anna siempre ponía excusas para no ir con ella, la última vez que estuvo ahí fue cuando recién había llegado a la hacienda en enero, y mientras caminaba por el sitio se dio cuenta de que no se sentía sola, él estaba ahí, quiero decir, siempre estaba en su mente de manera tan constante que había aprendido a ignorarlo, pero ese día, en la zona, fue como si Piero caminara a su lado, fue como si el tiempo se regresara y se pudiera ver a sí misma de la mano del hombre que una vez amo, estar ahí le traía demasiados recuerdos y todavía no estaba preparada para volver y averiguar si ya los había olvidado.

Una mañana de sábado, mientras almorzaban les llegó un mensaje al mismo tiempo, Roció se casaría en un mes, la boda sería en España.

Il amore [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora