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Era miércoles por la mañana. Anna estaba en su despacho en espera de un comprador, cuya cita tenían programada a las 9:00 am y ya habían pasado veinte minutos desde la hora acordada. ¿Qué acaso el hombre no se dignaría a llegar? ¿Tan poca seriedad ponía él a sus compromisos? Estaba a punto de cancelar la cita e irse a dar un recorrido cuando el hombre apareció, apenado por la tardanza, pues se había perdido por la zona. Una parte de ella quería gritarle y pedirle que se fuera, pero sabía que era muy irracional y exagerado de su parte. Se obligó a calmarse y respiró profundo. Ella había despertado de muy mal humor y aquel comprador perdido no tenía la culpa. Su mal humor era debido quizá al hecho de no haber dormido casi nada la noche anterior o tal vez al hecho de haber conocido a la amiga de Piero.

Un día antes, el martes por la tarde, llegó a la hacienda una muchacha en busca de él. Anna estaba en la hacienda y salió a atenderla. Él no está - había contestado un poco intrigada - debe estar ocupado.
Dijo esto pensando en que él debía estar en la locación a esa hora.

Oh no - contestó ella muy segura - sí esta.

- No, no lo creo...

¡Mati! - dijo Piero desde el borde de la escalera - creí que no vendrias, pasa.

Matilde pasó de largo a un lado de Anna regalándole una sonrisa y llegó hasta Piero a quien le dio un beso en la mejilla. Subieron juntos hasta la habitación de este mientras Anna se quedaba ahí sintiendo un intenso calor en la nuca.

Matilde era una actriz y grababa con los chicos en la finca, aunque había entablado una especial amistad con Piero.

Cuarenta minutos después bajaron, iban jugueteando en las escaleras, ella se volteaba de vez en vez y daba pequeños golpecitos en el abdomen de él. Antes de salir de la estancia Piero miró que Anna estaba sentada en la estancia con su teléfono. Ella no levantó la vista, ellos pasaron de largo.

Anna no tenía idea de quién era ella o que hacía con Piero, sentía la nuca y las orejas calientes. Debía irse a hacer otras cosas pero su curiosidad se lo impidió y cuando los escuchó bajar simuló estar en su teléfono. Piero no estuvo presente para la cena, y en el resto de esa noche ella no lo escuchó llegar y pensar en lo que podrían estar haciendo le había impedido conciliar el sueño.

El comprador había puesto precio a las cabezas de ganado que quería comprar. - Es muy bajo - contestó ella - en $36 pesos el kilo de toro con cruce de cebú me parece un disparate.

Claro que no - se defendió el hombre - en otras ganaderas del estado el precio promedio es de $34 pesos por kilo... de hecho le estoy dando un muy buen precio.

Entonces - le contestó - busque comprar ganado por otro lado.
Y levantándose de su asiento agregó: - Adiós, que tenga una excelente día.-

El hombre no tuvo tiempo de contestar nada. Dio la mano al brazo extendido de Anna y con evidente disgusto salió del despacho y después de la hacienda.

Esa no era la primera vez que algún comprador tenía intensiones de timarla, después de todo era una muchacha joven que administraba la hacienda sola . Por suerte, don Diego siempre había estado a su lado asesorandola y había dejado en ella los conocimientos suficientes para saber de los precios del resto de las haciendas ganaderas en la región, lo echaba mucho de menos. En don Julián, a pesar del tiempo que llevaban trabajando juntos, no encontraba ese soporte que antes tenía en su anterior capataz. Si ella hubiera estado de mejor humor seguramente le habría causado gracia e inclusive quiza le hubiera seguido el juego por un rato para después despedirlo amablemente. Pero ese no era el caso. Se sentó en el escritorio buscando en la agenda un nuevo posible comprador para agendar una cita, después de todo esas cabezas de ganado debían venderse ese mes.

Il amore [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora