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Regina había llegado el martes por la tarde, Gianluca había tenido que hacer malabares con los productores para poder tener permiso de ir a recogerla, estaba tan feliz de verla, cuando esta salió del anden corrió a su encuentro, él estaba con gorra oscura, lentes del sol y chamarra negra, era difícil de identificar para cualquiera entre la multitud, pero no para ella, que ya tenía memorizado su porte, su andar, la sonrisa que mordía el labio discretamente y, aunque hubiera estado de espalda, aún con los brazos ocultos detrás de ésta como lo estaba en ese momento, ella lo hubiera reconocido. No podia explicarse por qué, pero así era. Llegó hasta él soltando la maleta y abrazandolo, Gianluca seguía con las manos en su espalda, ella, extrañada se separó de él.

– ¿Sucede algo? – De pronto Regina pensó que él seguía molesto por no haber llegado a la posada el sábado como habían planeado.

Él negó suavemente con la cabeza, no podía verlo a los ojos pero sus labios continuaban sonriendo. Ella lo miraba dudosa.

– Gianluca – dijo ella haciendo ademán de recoger su maleta – si estas molesto dime y me iré...

Ella al seguir sin obtener respuesta y creyendo que tendrían otra discusión sin sentido como las que solían tener por teléfono se agachó para tomar su equipaje, entonces un pequeño ramo de rosas rojas le nubló la visión de su maleta. En el había entrelazado una cajita rectangular. Ella lo tomó, él seguía sin borrar esa pícara sonrisa del rostro que provocaba en ella mariposas.

– ¿Qué tramas Ginob...? –

Intentó decir ella pero él la rodeó fuertemente de la cintura y, aplastando el pequeño ramo la abrazó.

– Te extrañé tanto, Regina, ¡tanto! –

– Yo más, Ginoble, yo mucho más –

Y olvidando durante un segundo que estaban en medio del aeropuerto se dieron un beso. Caminaron después hacia el estacionamiento donde la camioneta que Gianluca traía los esperaba, una ves ahí él pudo deshacerse de los lentes y la gorra y ella pudo admirarlo mejor.

– ¿Qué es? – preguntó ella sonando en su oído la caja rectangular.

– Abrelo – respondió él mientras miraba como, emocionada como una niña, abría la pequeña cajita. Dentro había en el centro un dije en forma de luna menguante hecha de oro blanco y detrás las iniciales R&G, la cadena era muy delgada y finita hecha del mismo material, tenía algunos micro cristales que relucían en la luz.

– ¿Te gustó? – Le preguntó al ver su cara emocionada.

– ¡Me encanta! – respondió ella y sacándola por completo agregó: – ponmela ahora mismo, no me la quitaré nunca.

Se puso de espaldas a él y levantando su cabello dejó que él le llevará sus manos a través de su nuca haciendo que la piel se le erizara al contacto.

– Listo – dijo una vez que cerró el pequeño broche y vencido por la tentación dio un beso a su cuello.

Ella lo miró, él creía que lucia perfecta, entonces Gianluca sacó de debajo de su playera una cadena, con dije de sol y las mismas iniciales hecha del mismo material. Las había encargado el sábado con ayuda de Anna en una joyería de la ciudad y apenas unos minutos antes la había pasado a recoger.

Manejaron de regreso a la Hacienda donde él tuvo que dejarla en compañía de Anna, pues, debía regresar a la grabación, se despidieron con la promesa de verse en un par de horas. Ella estaba emocionada de conocer a Regina, Gianluca le había contado cosas muy hermosas de ella, solo que nunca le contó como se conocieron y Anna moría de curiosidad por saber si la historia de amor de ellos tenía algo de parecido con la suya, así que la cuestionó sobre cómo fue.

Il amore [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora