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Margarita había cumplido años el día anterior. Y ahora ahí, recostada en la cama de la que durante mucho tiempo había sido su habitación en casa de sus padres se ponía a reflexionar sobre su vida, ¿había vivido su primer cuarto de siglo con tal y como ella había querido? La respuesta rápida y más evidente era sí. Hasta la fecha había logrado todo lo que había querido, había estudiado la carrera que quería separándose del seno familiar, había encontrado en un trabajo que le permitía desarrollarse, había conocido grandes amigos y había tenido, gracias a sus padres, la oportunidad de viajar y conocer el mundo. Sin embargo, hasta hacía algunas semanas el romance no había ocupado en su vida un lugar importante, su última relación seria la había tenido hacía dos años y desde entonces un par de encuentro casuales habían tenido lugar y lo único relevante de esos encuentros era el cigarrillo que había fumado al terminar.

Solía fumar solo cuando se sentía tensa, molesta o decepcionada consigo mismo y cuando estaba ebria. Los cigarrillos que había fumado en aquellos encuentros eran producto de su enojo, del sentimiento de vacío que quedaba en ella después de intentar hacer el amor con alguien por quien no sentía amor.

Se puso de pie, el espejo frente a su cama le mostraba a una chica que justo en ese momento no reconocía. No se sentía bonita, aunque todo el mundo le dijera que sí lo era. Peinó con sus dedos su largo cabello, palpó con sus manos su cuello y su rostro y se percató de lo que parecía ser la sombra de una arruga en la comisura de los labios. Y de pronto el pensamiento que había estado rondando su cabeza desde la boda de su hermana se hizo más fuerte por alguna extraña razón sentía que el tiempo se le estaba terminado y por eso en ella se había despertado el deseo de encontrar a un hombre bueno y enamorarse, de tener su propio hogar y de, aunque le aterrara, formar una familia.

Quienes conocían a Margarita de apenas unos meses atrás jamás creerían que en ella naciera el deseo del amor, pero desde la boda de su melliza algo en ella había cambiado y deseaba, en profundo secreto, que sus anhelos se volvieran realidad, porque creía, además, que un amor como el que ella deseaba no podría nunca ser impedimento para seguir haciendo lo que más amaba, que era cuidar a los animales... así que ahí, frente a su espejo, sin sentirse muy bonita esa mañana, sembró una esperanza que esperaba muy pronto poder cosechar.

Los chicos se habían despertado muy temprano, estaban desayunando en el hotel junto con Bárbara y el resto del equipo. Tenían una presentación en un par de horas para un programa de Cáritas, donde se presentarían algunos artistas más y después se reunirían con los abogados y los productores en el hotel de estos para revisar las cláusulas del contrato para la serie. Por la noche viajarían a Monterrey, ya que al día siguiente tendrían uno de los eventos más importantes para los que habían sido contactados en el país: Una presentación en un desfile de modas internacional.

Piero había pasado muy buena noche, desde que había tomado cierta determinación la noche anterior se sentía liberado. Había despertado de madrugada, y, como si hubiera soñado toda la noche comenzó a escribir, las palabras brotaban solas cada una con su melodía establecida, como si de agua fluyendo se tratará. En menos de una hora había terminado una escena del primer acto (el encuentro) de una ópera a la que llamaría Occhi da strega (Ojos de hechicera) una obra que contaría la historia de un joven sacerdote de la Europa Medieval que terminaría perdidamente enamorado de la mujer a la que todo el mundo acusaba de hechicería. De pronto ya tenía la estructura totalmente elaborada, constaría de tres actos, en el primero se narraría el inesperado encuentro con la hechicera, el efecto que habían tenido sus ojos sobre él, sus encuentros posteriores en el pueblo, la lucha interna que él libraba contra sus instintos y contra todo lo que creía, el miedo a ser condenado en el infierno y el amor que crecía de manera desmedida. En el segundo acto él se rendía ante sus pasiones, de pronto ya todo dejaba de importarle, se dedicaba a conquistarla y ella le correspondía y comenzaban a amarse en total secreto. En el tercer acto los descubrían, intentarían huir, narraría la lucha que tendría contra el pueblo entero para salvar a su amor y, finalmente, los atraparían, condenándolos a ella en la hoguera y a él a mirarla mientras ardía para luego recluirlo en un calabozo hasta el final de sus días, quince años después. Él sería el joven sacerdote que cometería sacrilegio, y tenía obviamente la imagen de una hechicera en mente, de su musa y esperaba, sí algún día su obra veía la luz, encontrar a una artista que realmente pudiera reflejar lo que él esperaba, también había que buscar a un Obispo que sería el principal líder la persecución y quien maldeciría su amor, y un cazador que sería su rival por el amor de ella. Tenía la esencia completa de la que sería su obra maestra, solo esperaba poder terminarla a tiempo.

Gianluca por su parte estaba un poco decaído, los deberes en la universidad de Regina le impedirían a ella seguir acompañándolos durante los días que estaría en el país. Lo ponía triste, sí, pero se consolaba diciendo que muy probablemente cuando comenzara la grabación de la seria ella ya habría terminado sus clases en la universidad y podrían pasar más tiempo juntos.

Ignazio no había pasado tan buena noche como él hubiera querido. Estaba un poco irritable y temía reflejarlo en la presentación del día de hoy. Cassandra le había escrito la noche anterior y a él le había resultado totalmente imposible ignorarla. No le había respondido ningún mensaje, pero aun así había quedado en él la duda, la incomodidad, el miedo. No se sentía capaz de bloquearla, al menos no todavía.

Terminaron el desayuno casi en silencio total, estaban todos muy agotados. Se subieron a la camioneta y fueron directo al set de la presentación.

Margarita tenía su vuelo programado para esa tarde. Había ya bajado los medicamentos que tenía que llevar de regreso a la hacienda y los había puesto en el coche. Habían acordado, sus padres y ella, pasar todo el día juntos. Saldrían a almorzar y después visitarían a un par de amigos de su padre que estaban en la ciudad y la llevarían directo al aeropuerto. Ella se sentía un poco desanimada todavía, pero conforme hablaba con sus padres su malestar iba en descenso. Almorzaron en un bonito restaurante del centro, fueron de paseo a una plaza y alrededor de medio día emprendieron camino al hotel donde se hospedaban los amigos de su padre.

Los chicos después de la presentación se fueron directo a ver a los productores, donde un equipo de abogados ya comenzaban a dar el primer vistazo al contrato, Bárbara era la representante de los tres, por lo tanto en ella caería la mayor responsabilidad de lo acordado para el proyecto. Ellos tomaron asiento junto al resto en el salón de conferencias del hotel, ordenaron café para mantenerse despiertos y bocadillos, comenzaron a analizar los derechos y obligaciones, las fechas en las que tendrían que estar en el país, el monto acordado por su participación y los derechos totales de la participación de los chicos en la serie.

Ninguno de ellos había jamás incursionado en el mundo de la actuación antes, así que les sorprendía que hubiera una cláusula para prácticamente todo desde el calendario de grabaciones, jornadas de ensayos, la promoción previa de la serie y fecha de culminación del rodaje hasta el orden y tamaño de los créditos, la cantidad de horas permitidas que podían trabajar cada uno de ellos tanto de día, como de noche y que, en cuanto a desnudos, únicamente podrían mostrar la espalda.

Habían acordado que las grabaciones no serían en sets, las harían en escenarios, escuelas de música, haciendas y campiñas.

Tenían ya una hora revisando minuciosamente cada apartado del contrato, estableciendo los tipos de alimentos que podrían o no dar en las locaciones cuando el celular del mexicano sonó, era alguien a quien esperaba y pidió un pequeño receso. Todos los involucrados aceptaron gustosos, se levantaron de la mesa y comenzaron a estirar las piernas. Ignazio aprovechó para salir a respirar aire y justó cuando cruzaba por el lobbie vio a Margarita, ella y su madre estaba sentadas platicando mientras su padre, cerca de él, hablaba con los productores. Ignazio se sorprendió. Se había encontrado con ella dos días seguidos, no era algo que le sucediera con frecuencia, más aun tomando en cuenta que se habían conocido del otro lado del océano. No quiso acercarse a ella, no quería interrumpir. No dejaba de admirarla, lucía hermosa, mucho más que la noche anterior, pensaba. Siguió su camino hacía el jardín que es a donde se dirigía.

Los productores hablaban con el padre de Margarita, él y el mexicano se habían conocido en los cursos introductorios de la universidad y desde entonces se habían hecho muy amigos, después el italiano se unió al club. Tuvieron que disculparse con él, la reunión que tenían se estaba extendiendo mucho más de lo que pensaban. El hombre entendió la situación y se despidió. Caminaron hacía la salida del hotel, Margarita iba abrazada de su padre, siempre había sido más cercana a él, Ignazio los vio al salir y la imagen de ella con el hombre que él suponía era su papá, despertó en Ignazio un sentimiento de ternura que hacía mucho experimentaba. Regresó a la cafetería para continuar con la tortuosa reunión.

Una hora después procedieron a la firma. Todos se llevaron una copia del contrato y una del guion y, de acuerdo a lo concluido se vería a finales del mes de noviembre para comenzar con las grabaciones, ya que es cuando ellos terminaban la estrategia por el continente americano.

Muertos de agotamiento regresaron al hotel a empacar sus cosas para irse al aeropuerto. Ellos partieron a Monterrey, Margarita regresó a la hacienda donde Anna ya la esperaba con los medicamentos.

Il amore [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora