Erick
Después de sentarnos en la barra y pedir la comida, me quedo en silencio moviendo un poco mis pies, porque estoy nervioso.
– Falta poco para el evento, ¿Zabdiel tiene todo listo?
– Si, me dijo que cantará una canción.
– Eso es genial –sonríe.
– ¿Tú vas a entregar el puesto?
– Sí, también tengo que dar un discurso, ¿me irás a ver? –sonríe de manera pícara.
– Claro, todo la escuela va a estar ahí y tengo que apoyar a Zabdiel.
– Pero yo quiero que vallas a apoyarme solo a mí –hace un puchero y yo sonrío.
– Está bien, también iré para apoyarte, y escuchar tu discurso.
Sigue sonríendo y aunque nos entregan la comida yo sigo concentrado solo en él.
Comemos entre risas y en ningún momento dejamos de mirarnos, hasta que veo al cocinero que también nos mira con una sonrisa.
Me siento cómodo y libre.
Acostumbro dormir mucho, así que cuando vamos de regreso en el coche, intento mantenerme despierto.
Siento la mano de Joel sobre la mía y volteo a verlo, pero él va concentrando en él camino, sonríendo. Es raro verlo sonreír tanto, pero me hace feliz.
Trato de concentrarme en el camino también, pero sigo sintiendo los ojos pesados y esta vez no trato de mantenerlos abiertos. Hasta que siento pequeñas caricias en mi cabeza, que bajan hacia mi rostro.
– Eres muy dormilón –lo primero que veo al abrir los ojos, es la bonita sonrisa de Joel.
– ¿Ya llegamos?
– Hace unos minutos, pero no quería despertarte.
– Entonces planeabas quedarte solo ahí, mirándome, ¿Quién es el acosador ahora eh? –él se ríe.
– Vamos, te acompañaré tu cuarto niño.
Abre la puerta para bajarse y yo desabrocho el cinturón de seguridad con flojera, no quiero caminar, así que una vez que me bajo, empiezo a arrastrar los pies hasta la entrada.
No tengo idea de cómo voy a subir las escaleras.
– Eres muy flojo –ríe y se pone frente a mí– vamos, te llevaré –dice ahora dándome la espalda.
– ¿Qué?
– Te voy a cargar hasta tu habitación niño, ahora sube.
– No lo voy a hacer, me vas a tirar –digo negando.
– ¿Crees que no soy lo suficientemente fuerte? –me pregunta ofendido.
– Podrías tropezar y matarnos.
– No seas exagerado Erick, ahora upa, arriba.
– Ash está bien.
Claro que quiero hacerlo, pero no puedo admitirlo.
Cierro los ojos después de subir, respirando el aroma de su camisa porque recosté mi cabeza sobre su hombro.
Apenas empieza a subir las escaleras, me aferró a su cuello porque no quiero caerme, esa es una buena excusa en mi mente y espero que él piense lo mismo.
No quiero bajarme porque disfruto mucho se estar recostado a él.
Finalmente, tengo que hacerlo y no puedo evitar quejarme, él me mira con una sonrisa y yo saco la llave de mi bolsillo para abrir la puerta.
– ¿La pasaste bien?
– Claro, la mejor parte fue que no tuve que subir las escaleras caminando –admito sin poder evitarlo.
– Eres un flojo dormilón muy tierno –acerca su mano y acaricia un poco mi cabello.
– No es mi culpa tener mucho sueño siempre.
– Te dejaré para que descanses.
– Está bien, hasta mañana Joey –digo tallando un poco mis ojos.
Se acerca demasiado a mí y toma mi mejilla, para depositar un pequeño beso sobre mis labios.
Mi corazón está latiendo demasiado rápido.
– Hasta mañana mi niño.