40. Ruptura

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Con el paso de los días evite tomar mi celular. Paola me contó que se desató un caos en Twitter al filtrarse una foto mía con los chicos en el pueblo. Incluso salió a la luz que yo era la chica que no dejaba de abrazar a Alonso e impidió que se acercara a sus fans. Fue todo un caos.

Paola intentaba animarme, pero todo era un vano, sabía que nada podría hacerme levantar de la cama o el sofá. Mi pobre hermana incluso dejó de escuchar a los chicos a todo volumen, sólo los escuchaba o veía por su celular.

Cuando decidí tomar mi celular nuevamente, me encontré con cientos de mensajes de Mich preguntándome en dónde me había metido y porqué no nos habíamos visto para comprar nuestros nuevos materiales para el regreso a clases. Con todo esto me había olvidado por completo de hacer las compras, estaba a un par de días de volver y yo aún no estaba lista.

Tomé mi celular y decidí hacerle una llamada.

—¿En dónde te has metido? Paola me dijo que te fuiste con tu novio, pudiste avisarme antes. —me reclamó cuando atendió la llamada.

—Sí, me fui unos días con él... ¿podemos vernos? —pedí cuando decidí no contarle nada mediante la llamada, además, sabía que ambas necesitábamos una de la otra después de unos días sin dirigirnos la palabra involuntariamente.

—Claro, te veo en la papelería a medio día. Apuesto a que no has hecho tus compras. —medio sonreí y dejé salir un suspiro.

—Estás en lo correcto. —ambas soltamos una pequeña risa. —Te veo en un rato. —nos despedimos y terminé la llamada.

Salí de mi habitación dispuesta a darme un baño, Paola estaba sentada en las escaleras mirando su celular y escuchando lo que parecía ser una entrevista de los chicos. Cuando sintió mi presencia se sobresaltó y me miró con timidez.

—Tranquila, no pasa nada. —aseguré y retomé mi camino hacia el baño.

—Aún no me cuentas por qué terminaste con él. —añadió en voz baja, me detuve y di media vuelta lentamente para mirar a mi hermana a los ojos.

—Él y yo... pertenecemos a mundos distintos. —intenté reanudar mi camino pero Paola volvió a hablar.

—¿Por qué no admites que te dio miedo pertenecer a su mundo? Desde el inicio temiste a lo que pudieran decir de ti.

—No voy a hablar sobre eso, Paola. Tengo que bañarme. —volví a reanudar mi camino, escuché que mi hermana murmuró algo pero no le di importancia y entré al baño.

(...)

Empujaba mi pequeño carrito por la tienda, estaba indecisa sobre si comprar hojas para carpeta o libretas. Me costaba un poco organizarme cuando realizaba mis tareas dentro de la carpeta, en cambio si utilizaba libreta tenía una para cada materia. El único inconveniente que tengo es que mi bolso estaría más pesado.

—Yo voto por las hojas. —dijo Mich cuando me observó mirando los paquetes de cien hojas.

—Sí, creo que prefiero complicarme la vida con montones de hojas a lastimarme la espalda. —ambas reímos y continuamos caminando.

—¿Ya me contarás qué te ocurrió estos días? —me cuestionó cuando estuvimos en la caja, concentré mi mirada en el adulto mayor que empacaba mis cosas.

—Tal vez después. —respondí sin mirarla.

Escuché a Mich soltar un suspiro, pagué mi cuenta y le di unas monedas al amable señor que me sonreía. Mi amiga me seguía por detrás todo el tiempo, hasta que llegamos a su auto y fue ahí donde me di cuenta que sería imposible evitar la conversación.

El Chico del Abrigo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora