36. Álbum

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El frío era insoportable; mis manos temblaban y mi nariz estaba roja.

Bajamos de la camioneta para caminar hacia una pequeña cabaña que rentaron los chicos para poder dejar la camioneta y nuestras pertenencias mientras explorábamos el pueblo.

El camino de piedras me hacía tropezar de vez en cuando, Alonso me tomaba de la mano impidiendo que en algún momento mi cara se estrellara contra el suelo y así logramos llegar hasta unas escaleras de madera que nos permitirían acercarnos a la entrada.

—Sólo tiene una habitación, pero no creo que sea necesaria. Sólo estaremos aquí unas horas. —anunció Jos dejándose caer en el sofá de cuero.

—¿A dónde iremos? Hay una casa antigua que hicieron museo, podemos ir a comer o a comprar recuerdos. —decía Alan mientras sacaba de su mochila un gorro con un tierno pompón en la punta y se lo ponía.

Los chicos lo miraron burlones pero no emitieron comentario alguno.

—Creo que primero tenemos que ir a comer. —pronunció Freddy frotando su panza.

—Apoyo eso. —alzó la mano Bryan seguido de Jos y Alan.

—De acuerdo. Iremos a comer entonces. —dijo Alonso invitándome a sentar a su lado. —Después estaría bien ir a ese museo, ¿no crees? —me cuestionó una vez que estuve a su lado y me abrazó.

—Claro. —sonreí. —Y después iremos a comprar recuerdos, me gustaría llevarle algo a Paola y a mi mamá. —dije soltando un suspiro mientras me recargaba en su hombro.

—¡Por supuesto! También les compraremos algo, esperamos poder ir a visitarla pronto. —dijo Jos haciendo un puchero.

—¿Nos vamos? —preguntó Alan poniéndose de pie, todos asentimos y nos dispusimos a salir de la cabaña.

Bryan propuso ir a pie, ya que estábamos en una zona céntrica y todo nos quedaba muy cerca.

(...)

Más tarde, Alonso y yo nos encontrábamos caminando por un pequeño mercado de artesanías. Nos deteníamos a observar cada pequeño detalle, buscando el indicado para comprarlo y obsequiárselo a nuestras familias.

—¿Te sientes bien? —me atreví a preguntarle, ya que su mirada se notaba perdida.

—Claro. —me miró sonriendo y pasó su brazo sobre mis hombros. —Es sólo que no sé si fue buena idea mantener mi celular apagado y dejarlo en el auto. —soltó un suspiro y continuamos caminando entre los pequeños locales de artesanías.

—Necesitas distraerte un poco, tus obligaciones te tienen demasiado abrumado. —me atreví a opinar obligándolo a detenernos en un extremo donde no pudiéramos estorbar a las personas que pasaban.

—Lo sé. Por eso estamos aquí, ¿no? Me distraigo un poco y paso tiempo contigo, es perfecto. —ambos sonreímos y reanudamos el camino.

A lo lejos pude ver a los chicos, quienes nos hacían señas para indicarnos que nos acercáramos rápido hacia ellos. Cada uno sonreía demasiado y Jos no paraba de dar pequeños brincos al igual que Bryan.

—¿Qué pasa? —preguntó Alonso cuando llegamos.

—Me habló Jesús para decirme que intentó hablar contigo pero tu celular lo mandó a buzón... está molesto. —habló Alan rodando los ojos. —Pero como sea, te tenemos una buena noticia. —los chicos volvieron a sonreír.

—¿Corrieron a Sandra? —preguntó Alonso sarcástico, los chicos lo miraron serio y yo di un disimulado golpe en sus costillas.

—No, ojalá... pero no. —dijo Freddy sonriendo.

El Chico del Abrigo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora