Me quedé paralizada por unos segundos, no recordaba que debía llevar el celular a mi oído hasta que escuché la voz de Alonso tan débil como un susurro.
—¿Emma? —lo escuché cuando acerqué el celular. —¿Estás bien? —su voz sonaba preocupada, pero tenía un toque de alivio.
—Sí, sí. Lo siento es que... se me cayó algo. —mentí intentando sonar natural mientras me sentaba en la orilla de la cama. —¿Qué... ocurre? —lleve mi mano a la frente y cerré los ojos con fuerza recordándome que no debía ser tan idiota.
—Yo... Los chicos querían que hablara contigo. No es como si yo no quisiera, claro que quiero, sólo que ellos me dieron un empujón. —comenzó a contarme con rapidez. —Quiero que hagamos las pases, podríamos ser solo... amigos. ¿Te parece? —conociéndolo, sabía que en este momento estaría intentando tronar sus dedos, era un pequeño tic nervioso que Alonso poseía.
¿No parece que sería ir demasiado rápido? Digo, creo que podemos mantener una amistad, pero no me siento lista en este momento. No cuando aún muero por abrazarlo y querer estar con él en todo momento.
—No lo sé. —respondí con timidez, lo escuché soltar un suspiro y casi pude verlo despeinando su cabello castaño hacia arriba.
—Emma, por favor. —rogó. —Déjame estar contigo aún siendo amigos.
Ese era el problema, estaríamos juntos como amigos cuando ambos queríamos ser más que eso.
—Los chicos también quieres seguir siendo tus amigos e ir a visitar a tu hermana. —se escuchaban unas cuantas voces de fondo, las cuales apostaba que eran de los chicos. —De hecho, queríamos darles boletos para nuestro... concierto. —frotaba mi rodilla mientras lo escuchaba, no sabía qué responder.
Paola estaría muy triste si se lo negara, pero es gracias a ella que me veo envuelta en todo esto. Fue su culpa que conociera a Alonso, ¿acaso no podía pedirle a la mamá de alguna de sus amigas que la llevara? Aún así, de alguna manera, se lo agradezco.
—Debo confesarte que me costará mantener la amistad, pero sí. Claro que podemos ser amigos. —respondí en voz baja, esperando a que mi cerebro no escuchara y comenzara a atacarme por haber dicho aquello.
Lo escuché soltar un gran suspiro de alivio y casi pude imaginarlo sonriendo y haciéndole señas a los chicos con alegría.
—Quiero dejar claro que no lo hago por interés, ni nada de eso. Digo, tal vez parezca que me estás comprando dándome boletos y eso no es así. Ustedes hacen feliz a mi hermana y yo... —comencé a explicar cuando me di cuenta que acepté a ser amigos después de que me dijo que nos darían boletos para su concierto.
—Emma. —su voz me tranquilizó. —Sé que no eres así. Te comentaba eso porque, aunque no aceptaras, encontraría la manera de hacerlo. —sonreí a medias y me dejé caer de espaldas en a cama.
—De acuerdo, sólo quería dejarlo claro. Paola estará muy feliz de verlos. —sonreí y volví a sentarme. —Debo que irme, tengo muchas cosas que hacer. —dije cuando ambos nos sumimos en un silencio un tanto incómodo.
—Sí, claro. Te avisaré cuando les llevemos los boletos. —asentí.
—Está bien. —acepté sonriendo.
—Adiós, Emma. —colgué casi inmediatamente, presa de los nervios.
Me sentí estúpida por no despedirme, incluso me vi tentada a mandarle un mensaje inventando una excusa, como que se me cayó el celular o colgué con la mejilla. No lo hice, suficiente tenía con lo que recién había hecho.
Paola apareció en mi habitación, entró cautelosamente y me miró con timidez. Desde que Alonso y yo terminamos de alguna manera la relación con mi hermana también se había roto. Casi no pasábamos tiempo juntas y yo casi siempre estaba a la defensiva con ella ya que la mayoría de las veces intentaba persuadirme para que le hablara a Alonso y volviéramos a estar juntos.
—¿Estas ocupada? —preguntó finalmente, negué con la cabeza y palmeé junto a mi.
—Pasa, siéntate. —hizo lo que le pedí y me sonrió. —¿Necesitas algo? —le pregunté, intentando que todo volviera a ser como antes.
—No. De hecho, mamá me envió a verte. —admitió sin mirarme. —Ella cree que debemos volver a hablar como antes. —rodó los ojos y no pude evitar soltar una risa.
—Más sincera no puedes ser, ¿verdad? —continue riendo. —¿Tú no quieres volver a estar bien? Creo que no debí meterte en mis asuntos con Alonso, hice mal en alejarme de ti también. —ella asintió dándome la razón, le di un leve empujón y le sonreí.
—Admito que extraño que estés con él, pero si estar separados es lo mejor para tu estabilidad emocional lo comprendo. —dijo encogiéndose de hombros.
—Gracias. —Paola volvió a asentir y se puso de pie.
—¿Pasas por mi mañana? Quiero que me lleves por una hamburguesa, dile a Mich que está invitada.
—¿Lo dices porque ella puede llevarnos, no? —me aventó una almohada y salió riendo de mi habitación.
Claro que había extrañado a ese pequeño demonio.
(...)
Al día siguiente, Efraín estaba esperándome en la puerta de mi casa. Salí y lo saludé con un beso en la mejilla.
—¿Cómo estás hoy? —me cuestionó mientras abría la puerta para mi.
—Mucho mejor, gracias por preguntar. —respondí y subí al auto.
Extrañamente me sentía con un peso menos, hablar con Alonso y sentir que volvíamos a ser amigos me había dado un extraño sentimiento de paz. Pero no podía evitar seguir pensando en lo que aún podíamos tener.
—¿Ya pensaste en algo para duplicar la inversión? Creí que podría ayudarte, busqué algunas ideas anoche mientras hacía tareas. —le sonreí y asentí.
—Claro, me vendría bien un par de manos extra. —Efraín me devolvió la sonrisa sin quitar la mirada del pavimento.
No volvimos a hablar hasta que llegamos al estacionamiento de la escuela, en donde Mich ya nos esperaba recargada en su auto mientras miraba la pantalla de su celular.
—¡Ya era hora! —gritó alzando sus brazos. —Creí que tendría que entrar sola a la clase del profesor Lucifer. —rodó los ojos y comenzó a caminar a nuestro lado.
—Créeme que quisiera irme directamente al comedor para no verle la cara, es odioso. —dije mientras me detenía a amarrar la agujeta. —De verdad, parece que me odia pero, por supuesto, el sentimiento es mutuo. No entiendo porqué es tan amargado, ¿creen que lo quieran en su casa? —cuando levante la mirada, Efraín y Mich miraban pálidos detrás de mi.
Giré lentamente con el corazón latiendo desenfrenadamente, mis manos comenzaron a sudar y sentí un escalofrío cuando la siniestra mirada del profesor se posó en mi.
—Por supuesto que el odio es mutuo, señorita. Que sea la última vez que la escucho hablar mal de mi en los pasillos, o va a saber de lo que soy capaz. —dijo y atravesó el pasillo con la mirada de todos los estudiantes sobre él.
—Son los peores amigos del mundo. —dije sin mirarlos, no habíamos reanudado el paso. —Si no quería entrar hace unos minutos, mucho menos quiero hacerlo ahora.
—Quiero aclarar que estuve a punto de patearte la cara para que dejaras de hablar, pero hubiera sido un movimiento muy obvio. —dijo Michelle cuando comenzamos a caminar.
Me limité a rodar los ojos y rezar para que las dos horas de clase pasaran en un abrir y cerrar de ojos.
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El Chico del Abrigo
Fanfiction-¡Espera! Tu abrigo. -Quédatelo, me lo regresas cuando te vea. HISTORIA 100% MIA. CUALQUIER PARECIDO CON ALGUNA OTRA ES PURA COINCIDENCIA. :)