CAPÍTULO EXTRA II

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GAMALIEL

Era como volver a ese día, veintitantos años para atrás, sentía el mismo nervio, el mismo deseo, solo que algo había cambiado, sentía mucho más amor y ahora sabía que no me arrepentiría de mi decisión de casarme con Elizabeth mil veces si la vida nos lo permitiera, ella era el para siempre que no todos los cuentos tienen al final. 

— Che, boludo, estás sudando, pelotudo. — mi hermano se carcajea. — Vos sos re patético nene, ya te casaste con ella hace casi renta años. 

— Me importa un carajo, che.

— ¿Qué te da nervios? ¿Que no llegue a la boda o diga, lo siento no me puedo casar con vos? Por Dios, esa declaración llega treinta putos años tarde, nene, así que tranquilo. 

— No sé por qué estoy nervioso, que boludo soy. 

— Eso es verdad, nene, vamos. — había conseguido el jardín más hermoso de todo La Coruña para volverme a casar con Eli, llegué al fondo del altar y les prometo que ahora sí me morí, ya no era mi suegro quien me entregaría a Eli, era nuestro Fabián, hiperventilar era lo mío, ahora lo hice más que la primera vez. 

— Es la elegida ¿Ah? — me dijo Yoan que estaba a un lado de mí, miré a mi reina girasol como los presentes al momento de ver el nacimiento de Venus, nuestra hermosa Stella caminaba por delante, lanzando pétalos por aquí y por allá. 

— Mucho amor a la feliz pareja. — dijo antes de aventarnos el último puño.

— Ella es como vos. — le dije a Eli, Fabián me la entregó.

— Está de más que lo diga, pero si vos lastimas a mi santa vieja, yo prometo aniquilarte, los amo, son los mejores viejos del mundo.

Eli rió para después besar en la mejilla a nuestro querido primogénito.

— Te amo mucho, mi cielo, gracias por la advertencia a tu padre — rió nuevamente.

— Lo amo pero el primer amor de un hombre es su vieja.

— Y la de una piba, su viejo. — respondió Hailee. — Vos cuidado que es nuestro. 

— Sí, dos a uno. — dijo Stella. — Ya sé contar. 

— Ya pibes del demonio. — tomé a Eli de la mano. — Volviste a tardar como hace casi treinta, me sentí peor.

— Quería hacer bien las cosas — argumentó poniéndose frente al altar.

— ¿Bien? Olvidas que ahora sí que puedo morir de un infarto, querida.

— Claro que no, he cuidado bien de tu persona, Aarón Gamaliel — defendió.

— ¿Y mi esfuerzo? ¿Solo vos te vas a llevar la gloria por tenerme en forma?

Rió balanceado nuestras manos — Está bien, divídamoslo en un cincuenta, cincuenta — propuso.

— ¿Y mis lesiones por el gimnasio? Merezco un poco más, vos sí me debes ese figurón que vos tenés. — me acerqué. — Yo soy tu gimnasio completo, girasol.

Rió echando hacia atrás la cabeza — Eres único, pudín — después de besarme la mejilla me dijo al oído: —. Pero te aseguro que esta noche no sabrás, si subes, o bajas, querido.

— Lo mismo digo, Quinn, no sabrás si vos vas al cielo o te lo estoy bajando.

— Me encanta cómo suena eso — me guiñó el ojo y entonces el que nos casaría carraspeó estando frente a nosotros —. Ah, hola — le saludó sonriéndole.

— Vaya, llegó más tarde que vos, debería matarlo ¿Qué opinas Quinny?

— Primero que cumpla con su deber, ¿no te parece? — sugirió.

✟ ᴛʜᴇ ʟᴀꜱᴛ ʀᴏʏᴀʟ ✟Donde viven las historias. Descúbrelo ahora