XXI

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En la noche Maggie se quedo junto a Annabeth mientras la rubia la ponía al tanto de todo lo que sabía sobre La Marca de Atenea. A la mañana siguiente, Leo atracó el barco en un embarcadero del puerto de Charleston, justo al lado del malecón. A lo largo de la orilla se abría el barrio histórico, con altas mansiones, palmeras y verjas de hierro forjado. Antiguos cañones apuntaban al agua. Maggie, Piper y Hazel estaban listas para marcharse, pero antes Annabeth se volvió hacia Percy, que estaba apoyado en la barandilla de estribor, contemplando la bahía. Maggie por su parte le pedía a Nala que vigilará al Entrenador Hedge para que no volará a ninguna persona mientras ellos se iban. Cuando Annabeth terminó de despedirse de Percy. Se volvió hacia las chicas.

—Está bien, señoritas. Vamos a buscar el fantasma del Battery.

La brisa del mar se llevó el bochornoso calor de la tarde de verano, y a la sombra de los palmitos hacía un agradable fresco. El paseo estaba bordeado de viejos cañones de la guerra de Secesión y de estatuas de bronce de personajes históricos. Maggie iba tarareando una canción de la Sirenita mientras avanzaban dando saltitos en su andar mirando todo maravillada. El puerto de Charleston relucía al sol. Hacia el norte y el sur, unas franjas de tierra se extendían como brazos rodeando la bahía, y en la entrada del puerto, a un kilómetro y medio de la costa, había una isla con un fuerte de piedra. El parque no estaba abarrotado. Pasearon por South Battery Street. Los muros de ladrillo estaban cubiertos de hiedra. Las fachadas tenían altas columnas blancas como templos romanos. Los jardines rebosaban de rosales, madreselvas y buganvillas en flor. Parecía que Deméter hubiera fijado el temporizador hacía varias décadas para que todas las plantas crecieran y se hubiera olvidado de volver para comprobar su estado.

—Me recuerda un poco a la Nueva Roma —dijo Hazel—. Las grandes mansiones y los jardines. Las columnas y los arcos.

Piper no dejaba de mirar a su alrededor, como si esperara que les tendieran una emboscada. Había dicho que había visto ese parque en la hoja de su daga, pero no había entrado en detalles. Hazel también parecía inquieta. Tal vez solo estuviera contemplando el entorno, o tal vez estuviera preocupada por Nico. Maggie era la única de las tres chicas que no se mostraba inquieta, su mente se concentraba en todo el nuevo entorno gracias a déficit que la mayoría de semidioses tenía. Annabeth estaba tan absorta en sus pensamientos que podría haber estado paseando por el parque eternamente, pero Piper la agarró del brazo.

𝐅𝐎𝐑𝐓𝐔𝐍𝐀 𝐆𝐑𝐈𝐄𝐆𝐀 ━━━ Reyna Ramirez-ArellanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora