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Lo bueno fue que no tuvieron que ir muy lejos Apolo y Leo iban llevando a Calipso entre ellos, mientras Maggie iba junto a Emmie preguntándole cosas en voz baja. Fueron con la mujer hasta el gran edificio adornado en el extremo sur de la plaza. En algún momento debió haber sido un depósito del ferrocarril. Talladas en granito bajo la ventana color rosa estaban las palabras UNION STATION. Emmie ignoró la entrada principal. Ella giró a la derecha y se detuvo frente a una pared. Pasó el dedo entre los ladrillos, trazando la forma de una puerta. El mortero se agrietó y se disolvió. Una puerta recién cortada se abrió hacia dentro, dejando al descubierto una rampa estrecha como una chimenea con peldaños metálicos que conducían hacia arriba.

—Buen truco —dijo Leo—, pero Calipso no está exactamente en condiciones de escalar paredes.

Emmie frunció el ceño.

—Tienes razón —se enfrentó a la puerta—. Waystation ¿Podemos tener una rampa, por favor?

Los peldaños de metal desaparecieron. Con un ruido suave, la pared interior de la rampa se inclinó hacia atrás, los ladrillos se reordenaron a sí mismos en una pendiente suave hacia arriba.

—Whoa —dijo Leo—. ¿Acabas de hablar con el edificio?

Una sonrisa tiró de la esquina de la boca de Emmie.

—Waystation es más que un edificio.

—Pues es un estructura genial —murmuró Maggie viendo asombrada el edificio.

—¿Se trata de una estructura viviente? ¿Al igual que el Laberinto? Y ¿Se puede esperar que vayamos dentro? —comenzó a preguntar Apolo.

La mirada que Emmie le lanzó le dio todo el aspecto que le faltaba de una cazadora.

—Waystation no es obra de Dédalo, Señor Apolo. Es perfectamente seguro... siempre y cuando sigan siendo nuestros invitados.

Detrás suyo, las sirenas de emergencia se hicieron más fuertes. Calipso inhalaba entrecortadamente. Siguieron a Emmie hasta el edificio. La iluminación apareció a lo largo de las paredes: cálidas velas amarillas parpadeantes en los apliques de bronce. Alrededor de veinte pies encima de la rampa, se abrió una puerta a nuestra izquierda. En el interior, había una enfermería. Un gabinete de suministros totalmente abastecido con medicamentos, instrumentos quirúrgicos, y los ingredientes para pociones; una cama de hospital con monitores integrados, interfaz de GCI16, y levitando eslingas bariátrica17. Los estantes de hierbas curativas se secaron contra la pared junto a las máquinas portátiles de resonancia magnética. Y en la esquina trasera, un hábitat acristalado hervía de serpientes venenosas, Maggie reprimió un grito cuando las vio alejándose lo más que pudo del hábitat.

𝐅𝐎𝐑𝐓𝐔𝐍𝐀 𝐆𝐑𝐈𝐄𝐆𝐀 ━━━ Reyna Ramirez-ArellanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora