XXIV

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Perdieron la noción del tiempo. Maggie se había acercado más a Annabeth, se mantenía con una mueca aún escuchando a su madre discutir con su forma contra romana, las dos le decían que esparciera suerte a su alrededor, por lo que no entendía porque discutían si querían lo mismo. La ambrosía que había comido había logrado parar el sangrado de su herida, aunque un poco se había salido de  la venda y se había secado en un costado de su cara, pero todavía le daba el dolor. Supuso que a Annabeth también puesto que la chica a su lado también tenía una ligera mueca de dolor. En las paredes, pequeñas arañas correteaban en la oscuridad, como si estuvieran esperando las órdenes de su ama. Annabeth y Maggie se sentaron en el suelo en ruinas.

Mientras Aracne no miraba, Annabeth trataba de conseguir algún tipo de señal con el portátil de Dédalo para ponerse en contacto con sus amigos, pero no tuvo suerte. Maggie usaba suerte para cerrar las grietas bajo Annabeth y ella pero cuando una se cerraba otra se abría. Aracne trabajaba moviendo sus ocho patas a una velocidad hipnótica, desenredando los hilos de seda alrededor de la estatua. Con su ropa dorada y su luminoso rostro de marfil, la Atenea Partenos era todavía más espeluznante que Aracne. La estatua irradiaba poder. Cuando Atenea estuvo desenvuelta, el aire se caldeó a su alrededor. Su piel de marfil brillaba rebosante de vida. Las arañas más pequeñas se agitaron por toda la sala y empezaron a retirarse al pasillo. Una vez libre, la Atenea Partenos llenaba la estancia de energía mágica. Siglos de plegarias y de holocaustos de mortales habían sido llevados a cabo en su presencia. 

La estatua estaba imbuida del poder absoluto de Atenea. Aracne no parecía percatarse. No dejaba de murmurar para sí, contando los metros de seda y calculando el número de hilos que requeriría su labor. Cada vez que vacilaba, Annabeth y Maggie la animaban y le recordaban lo maravillosamente que quedarían sus tapices en el Olimpo. La estatua adquirió tal calor y tal brillo que pudieron apreciar más detalles del templo: la mampostería romana que en su día debía de haber sido de reluciente color blanco, los huesos oscuros de las anteriores víctimas de Aracne y la comida colgada en la telaraña, y los enormes cables de seda que conectaban el suelo con el techo. Las chicas vieron lo frágiles que eran las baldosas de mármol bajo sus pies. Estaban cubiertas de una fina capa de tela, como una malla que sostuviera un espejo hecho añicos. Cada vez que la Atenea Partenos se movía ligerísimamente, se extendían más grietas por el suelo. En algunas zonas había agujeros del tamaño de tapas de alcantarilla. Aunque su plan tuviera éxito y venciera a Aracne, no estaban seguras de cómo saldrían de esa sala con vida.

𝐅𝐎𝐑𝐓𝐔𝐍𝐀 𝐆𝐑𝐈𝐄𝐆𝐀 ━━━ Reyna Ramirez-ArellanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora