〰 🍀 ꒱ 𝗙𝗢𝗥𝗧𝗨𝗡𝗔 𝗚𝗥𝗜𝗘𝗚𝗔
﹙ 𝒊 ﹚𝙋𝘼𝙐𝙎𝘼𝘿𝘼
┈─ 𝐃onde un amor que ni los dioses pudieron imaginar, crece y rompe hasta con las palabras de la diosa del amor.
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A la mañana siguiente en el camarote de Piper y Maggie se escuchaba una pequeña discusión, Piper regañaba a Maggie por la mayoría de ropa que en un 90% eran disfraces que traía y escondía en una maleta pequeña debajo de su cama, a Piper no es que le gustará meterse en la apariencia de los demás pero como le llevaba diciendo desde hacía 15 minutos a la chica, ¿De qué sirven en una misión? Pero Maggie se defendía diciendo que eran totalmente necesarios, vestida con una camisa verde con el ojo de Mike Wazowski, el monstruo de Monsters Inc., un pantalón alto que de milagro no tenía ningún decorado y sus botines cafés. Su cabello iba con trenzas de cada lado y una diadema con los cuernos que él personaje tenía. La discusión se detuvo por el sonido de una bocina de barco distinta: un ruido tan estruendoso que literalmente sacudió las camas de las chicas.
—¿Leo nos escucho y quiere que nos callemos? —preguntó Maggie confusa.
Entonces la bocina volvió a retumbar. Parecía que procediera de varios cientos de metros de distancia, de otro barco.
—No, no lo creo —Piper corrió a vestirse.
Cuando subieron a la cubierta, los demás ya se habían reunido; todos se habían vestido apresuradamente menos el entrenador Hedge, que había hecho el turno de noche y Maggie se se levantaba antes que todos para vestirse temprano. La camiseta de los Juegos Olímpicos de Invierno de Frank estaba al revés. Percy llevaba unos pantalones de pijama y una coraza de bronce, una interesante combinación. Hazel tenía todo el cabello despeinado hacia un lado, como si hubiera atravesado un ciclón; y Leo se había prendido fuego sin querer. Tenía la camiseta chamuscada y hecha jirones. Sus brazos echaban humo.
A unos cien metros a babor, un enorme crucero pasó deslizándose. Los turistas les saludaron con la mano desde quince o dieciséis hileras de balcones. Algunos sonreían y tomaban fotos. A ninguno parecía sorprenderle ver un antiguo trirreme griego. Tal vez la Niebla hacía que pareciera un barco de pesca, o tal vez los pasajeros pensaban que el Argo II era una atracción turística. El crucero tocó su bocina otra vez, y al Argo II le entró un tembleque. El entrenador Hedge se tapó los oídos.
