Capitulo 4

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Dilan llevaba dos meses entrenando y aún no lograba alcanzar a Khronth, se había acostumbrado a correr viendo su espalda un par de metros adelante.

Ese día se levantó como de costumbre  a correr, pero al llegar a la sima de la montaña Khronth se detuvo.

—¿Que sucede?— pregunto Dilan.

—Tu condición física a mejorado mucho, así que creo que es momento de fortalecer tus músculos— Dilan no podía creer lo que escuchaba, pensaba que pasaría algún tiempo antes de empezar a hacer otra actividad.

—Pero aun no he logrado alcanzarte—

—Haz hecho un buen trabajo, estar a sólo unos metro de mi manteniendo mi ritmo me parece excepcional para un niño de 11 años, pero necesitas trabajar tu cuerpo para poder enseñarte a usar un arma—

—¿Enserio? ¿Se acabo lo de correr por la montaña?—

—Lamento decirte que no, el correr es parte importante del entrenamiento, te ayuda con la condición física así que seguiremos corriendo pero sólo una vez en la mañana y una en la noche—

—Entiendo ¿Que haremos entonces?—

Khronth señaló una rama de un árbol que estaba sobre sus cabezas y le dijo a Dilan que subiera hasta ella. Dilan lo hizo y una vez arriba le pidió que se colgará de la rama con ambas manos, entonces debajo de él puso una cesta.

—Hoy no bajaras la montaña para comer, en esa cesta está tu comida, si caes la aplastaras y no podrás comer. Sólo puedes usar tus manos para sostenerte, yo iré a arreglar unos asuntos a la casa, cuando vuelva podrás bajar- dicho eso Khronth se marchó.

Media hora pasó antes de que Dilan no tuviera mas fuerzas para sostenerse y caer sobre su alimento. Khronth llegó una hora después y se sorprendió al ver a Dilan nuevamente colgado en la rama cuando obviamente la cesta se había destruido.

—¿Cuantas veces has caído?— le preguntó.

—Cinco— le contestó Dilan con voz apenas audible por el esfuerzo que estaba haciendo.

—Baja, es momento de hacer algo más— Dilan se soltó y cayó sin fuerza en los brazos.

Khronth lo llevo a otra zona de la montaña por la cual corría un río y le pido que se colgará de un árbol flexionando sus piernas, su cabeza quedaba a un metro de tocar el agua.

—Tus piernas y tu abdomen tienen que tener la fuerza para sostenerte ante cualquier situación—

Diez veces cayó Dilan al río antes de que Khronth le diera una nueva orden. Al anochecer a penas tenía fuerzas para correr tras de su mentor, esa noche cayó inconsciente al tocar la cama.

Khronth miraba por la ventana mientras bebía un poco de té y pensaba en el futuro que se cernía alrededor de él.

—¿Dilan estará bien?— pregunto una pequeña vocesita a sus espaldas.

—Claro que estará bien— le contestó a la pequeña que lo miraba con recelo —por que no vienes aquí y te comparto un poco de té—

Kate se acercó lentamente y se sentó a el lado de Khronth, realmente no habían hablado mucho Khronth era un hombre ocupado y centraba su atención en entrenar a Dilan.

—¿Por que nos ayuda?— preguntó Kate sin apartar la vista de él.

—No podía ver dos niños sufriendo de esa manera, sólo quería ayudar—

—No le creo, me está mintiendo—

—¿Mintiendo? ¿Por que lo dices?—

—Los ojos no mienten pero la boca si— Khronth se quedó mudó al recordar a cierta mujer decirle las mismas palabras hace más de doce años —¿Me dirá la verdad?— insistió Kate.

—¿La verdad? No creo que una niña de tu edad este lista para comprenderlo además las paredes suelen escuchar conversación ajenas—

—¿Algún día nos dirá la verdad?—

—Cuando llegue el momento lo haré, te lo prometo—

—Le creo— dijo Kate y se marchó a su habitación.

Khronth no podía dejar de pensar en lo parecida que era a su madre, tenían los mismos ojos y no se refería al color por que ese era idéntico al de su padre, pero la mirada, esa mirada llena de perspicacia y curiosidad era la misma de la chica que en su juventud prometió proteger y le falló. No podía prometer lo mismo con Kate y Dilan, él sabía perfectamente que en el Palacio sospechaban de él. Así que mirando al cielo nocturno se prometió a si mismo preparar a los chicos todo lo posible para que sobrevivieran.

...

El entrenamiento de Dilan se fue dificultando más a medida que él lograba realizar las tareas que Khronth le daba. Un año paso antes de que Dilan estuviera listo para usar un arma. Había momento en los que Khronth pensaba que lo mejor sería mandar a los chicos lejos pero dudaba de que realmente fueran a estar a salvo. Veía la mirada de Dilan llena de determinación, la misma determinación con la que su padre venció en una guerra. Cada día que transcurría se notaba más que el chico era el reflejo exacto de su padre, sus expresiones, sus movimientos, todo. Lo único diferente era el cabello castaño heredado por su madre. Al ver las similitudes fue cuando Khronth lo decidió y entró al sótano en el que guardaba las armas de su viejo amigo, era hora de que se desempolvaran  y tuvieran un nuevo dueño.

Llamó a Dilan al jardín en el que había preparado una especie de arena de combate y le entregó dos palos, uno para cada mano. Después le explicó unos movimientos básicos para practicar, al inicio Dilan no comprendió pero intento hacer lo que le decía.

—¿Por que usare ambas manos si voy a usar una espada? Se supone que se manejan con una sola mano—

—Es cierto, pero las tuyas no—

—¿Las mías?—

Khronth se acercó con un estuche bastante grande y lo abrió frente a Dilan, quien no podía ni articular palabra por lo que veía. En el estuche se encontraban unas espadas gemelas en perfecto estado, una era plateada y la otra dorada. Al juntarse los mangos, se unían los rasgos de cada una formando un bello emblema, un par de espadas cruzadas con los mangos enredados en rosas y un sol de fondo. Por un segundo a Dilan le pareció familiar pero no logro recordar de donde. Khronth saco las espadas y se las extendió a niño frente a él quien en un inicio batallo para sostenerlas.

—Tendrás que entrenar con los palos hasta que tengas la fuerza de manejar ambas espadas—

—Vi muchos guardias pero ninguno poseía espadas como estas— dijo Dilan aun asombrado por las bellas armas en sus manos.

—¿Guardias? No, nunca verás a un guardia con una espada de esta clase—Khronth sonrió al recordar a su viejo amigo.

—¿Por que?

—Por que estás espadas, son dignas de un rey—

Sangre de ReyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora