Capítulo 12

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Me sentía algo incómoda. Hace un rato se había ido Fernando, vino a dejarme las invitaciones para la boda. La invitaciones eran bellísimas, pero a lo contrario de lo que te hacía pensar la invitación, yo no me sentía muy bien y no era porque aun estuviera enferma. Sino por toda esta farsa, engañar a mi familia, a amigos. Pero bueno era parte de mi deber.

- Eres necia verdad. – volteé a ver a mi hermano que estaba parado bajo el lumbral de la puerta, con los brazos cruzados bajo su pecho.
- No entiendo su molestia majestad. – volteó los ojos.
- Estás enferma, te mandan a hacer reposo absoluto y lo que haces es arreglarte para salir.

Ah sí, culpable. Pero aparte de que no quería quedarme encerrada durante una semana sin hacer o mover algo, tenía que entregar las invitaciones, y quería hacerlo yo. Y mi familia prefiere que todo sea personal, así que no podía enviar a Nate a entregarlas. Capaz mi familia no asistía a la boda, que no es que realmente quiera que asistan, pero como es mi boda “es obvio que quiero que mi familia este presente” dándome apoyo aunque no lo sepan.

- Solo voy a casa de la abuela, total todos iban a ir y me iban a dejar aquí, huérfana, desamparada,  sola, solín, solita. – mi hermano soltó una carcajada por mi súper drama.
- Sí y no. Todos iban a ir, pero yo me iba a quedar contigo, para no dejarte huérfana, desamparada, sola, solín, solita.
- Te amo. – me acerqué a él y rodeé su cuerpo con mis brazos. Y no, no solo le agradecía por que iba a quedarse conmigo, sino que también por siempre estar junto a mí, en las buenas y en la malas.

Todos tenemos el amor de nuestra vida, aun sin darnos cuenta, y ese no específicamente es el de el ámbito romántico. Es esa persona que tu amas con todo tu ser, que serias capaz de venderle el alma al mismísimo diablo por esa persona. Pues el amor de mi vida era mi hermano. Él siempre a estado ahí cuando lo he necesitado, tanto como cuando no. Y se lo agradezco con mi vida, porque a él nadie jamás lo podrá reemplazar. Para mí, mi hermano va primero. Estrujó mi cuerpo entre sus brazos y luego me sobó la cabeza, yo le llegaba al hombro, así que no le daba tortícolis.

- Vamos, sabes que por ti hago lo que sea. Eres mi hermanita, y no me gusta verte mal. Así que mejor me quedó cuidándote.
- Gracias. – dije separándome ligeramente de él, mientras dejaba un beso en su mejilla. – Ahora vamos que tenemos un almuerzo al que asistir.

Quince minutos después, yo iba viendo la calle llena de autos, la capital tenía un tráfico terrible a todas horas, pero las peores eran al medio día y por la tarde. Que era cuando salían los trabajadores de las empresas.

- Oye, sí trajiste las invitaciones.
- Claro que sí – volteo, para asegurarme, que si las traje. Bien segura. Mi hermano se dio cuenta y rio.
- Si que estás muy segura verdad.
- Ah cállate. – dije con una sonrisa, luego encendí el reproductor de música y nos pusimos a cantar a la melodía de John Sebastian.

Luego de unos minutos llegamos a la casa de la abuela. Viendo los autos parqueados fuera, mi familia se reunía cada sábado y hacían un almuerzo. Claro no siempre nos presentábamos, por cuestiones de trabajo , pero hoy tenia que hacerlo. No solo porque no estaba trabajando, sino también porque debía enfrentarlos a todos al entregarles las invitaciones. Y hoy era un día perfecto para morir.

- Pero miren este milagro. – ese que habló era mi tío Ronald, el bebé de mi abuela.
- Ya te lo he dicho Ronald las tormentas siempre traen algo bueno. – esa era mi tía Margot, la de la empresa textil. Ella es la segunda hija.
- Sí y eso que ha habido una diariamente, más de alguna tenía que funcionar. – y ella era mi tía Rene la más pequeña de los hermanos.

El orden era así.
Aarón el primogénito.
Margot la segunda hija.
Mi madre
Ronald, el que vivía junto a mi abuela, porque no quería irse de casa.

Y por último, mi tía Rene.
Todos llevándose entre dos a tres años y trabajaban en una misma empresa, menos mi madre claro.
Todos tienen un área administrativa. Y la mayoría de sus hijos también trabajaban, en la misma empresa. Tampoco era que tuviera una familia súper grande.

Mi primer tío tenia tres hijos, la mayor ya tenia dos niños, tremendos por cierto. Lo otros eran varones y ellos todavía no tenían hijos.
La tía Margot tenía dos hijos, una mujer y un hombre. Los dos casados, el último ya estaba esperando su primer bebé.

De mi madre, pues ya se sabe. Cuatro hermosos hijos, trabajadores, responsables, inteligentes y solteros. Y me incluyo porque lo estoy. Y ni hablar de mi tío Ronald más soltero que los cuatro juntos.
Y mi tía Rene, ella tenía dos hijos. Adoptados porque no pudo tener hijos. Pero es más que feliz.

- Hola a todos. – dije algo nerviosa como si fuese la primera vez, pero ellos ni lo notaron.
Mi abuela me abrazó. Ella era muy consentidora. La amaba. Ella había sufrido mucho, mi abuelo la dejó luego de que la tía Rene haya nacido. Pero ella trabajó por sus hijos y ahora todos la cuidan mucho y la aman con todo su corazón. Por esa razón mi abuela, jamás perdonaría que mi madre se haya ido. Sabe lo mal que se pasa al cuidar a muchos niños una sola persona. Mi abuela adora a mi padre, siempre es a él a quien está invitando a la casa, para que no se sienta solo y sepa que hay personas que lo aman, que tiene una gran familia que siempre le dará su apoyo.
- Estás muy grande hija. – atrajo a Nat que estaba a la par mía, y lo abrazó con su otro brazo. – tú también, estás muy grande. Y muy hermosos por supuesto. En qué momento crecieron tanto. – yo me acomodé mejor en su brazo y mi hermano la abrazó más fuerte.
- Ni nosotros lo sabemos abue.
- Sus hermanos también están muy hermosos. Creo que es de familia.
Sí, estaba de acuerdo. La abue era preciosa, y aunque tuviera 76 años no se miraba viejita, ella era muy bonita. Y estaba más fuerte. De hecho todos eran bonitos en mi familia físicamente y también emocionalmente. Todos tenían un increíble corazón.
- Sí abuela, gracias a ti. – dijo Nate y le besó la cabeza. Mi abuela cerró los ojos para disfrutar ese momento.
- Bueno sirvamos la comida, que ya todos tienen cara de hambrientos. – dijo la tía Margot que había estado hablando con mi primo mayor.
- Bien, a comer. – a pareció mi padre, que venia con dos picheles con fresco, uno en cada mano. Venia junto a dos de mis primos y al tío Aarón, que traían algunos recipientes.

Mi padre nos vio y nos dio una sonrisa de lado. Nosotros aún estábamos en los brazos de la abuela. Papá no sabía que yo me encontraba mal. Solo le habíamos dicho que teníamos trabajo que hacer. Mis hermanos llegaron junto a otros dos primos y el esposo de una de mis primas. Venían con algunas cajas y bolsas.

Insomnios En Tu PielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora