Capítulo 15

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Estaba más nerviosa que nunca.

-Júpiter, ya has visto la hora.

Mire el reloj de mi muñeca para corroborar la hora. Las 5:30pm y yo aún no me había cambiado. La ceremonia comenzaba a las 6:30. Mi tía me jaló del brazo izquierdo para introducirme a la habitación donde estaba todo listo para prepararme. Emily apareció de algún lado de la habitación con una silla, que puso frente al tocador donde me maquillarían.

- Hija sabes que hoy es tu boda, cómo se te ocurre aparecer a esta hora.

No me presente a esta hora porque quisiera evitar mi trágica misión, sino que había una cosa mucho más importante que tenía que hacer.

Por desgracia Nate no podría acompañarme este día. Por más que le rogué que buscaríamos la solución al problema, aún sabiendo que si no se solucionaba en estos días perderíamos mucho.

Resultaba que uno de los inversionistas quiso instalar un panel por su cuenta y lo había estropeado, que bueno que hubiese sido de su propiedad, era de una de las empresas más importantes del continente Europeo. Y no había nadie más, que fuera, porque Jonah era mi padrino y yo pues, era obvio. Así que lo había acompañado al aeropuerto y espere hasta que se subió al avión, apenas hace una hora y media. Me costó llegar, por el trafico que había de la capital, y ese es el porque de mi llegada a tan solo una hora de mi boda.

Me ayudaron a colocarme el vestido entre la tía Rene y la abuela, lo bueno era que me había bañado antes de salir de casa. La tía Margot al ver que ya tenía puesto el vestido me sentó en la silla, la hija del tío Aarón se acercó, ella era estilista, comenzó a peinarme. Rompiendo récord y recuperando el tiempo, treinta minutos después ya estaba peinada y maquillada, del cual perdimos como cinco minutos discutiendo. Ellas querían ponerme pestañas, pero yo no quería. Al fin accedieron, sí, accedieron porque yo jamás iba a ceder. Me puse los tacones y comencé a bajar a la sala. Nos encontrábamos en nuestra casa, nos la habían dado hace unos tres días, aún estábamos ordenando todo y faltaban muchas cosas así que había mucho espacio.

Me encontré con Jonah sentado en el primer escalón, moviendo la pierna derecha rápido, estaba nervioso. Lo observe y estaba muy guapo, ese niño, se ponía una playera hippie y seguiría viéndose atractivo. Él se había inclinado más por la familia de papá. Al igual que Nate, está bien tonificado, es un poco más bajo que Nate solo que sus piernas se ven muy largas. Tiene unos ojos hermosos, él había heredado los ojos de mi abuela paterna, unos ojos verdes intensos. Que si los mirabas por mucho tiempo sentías que te perdías en ellos. Su piel era casi tan blanca como la mía, pero a él le gustaba broncearse así que no se notaba. Su cabello color miel pulcramente peinado, heredado del abuelo. Me recordaba mucho a él, pero no era hora de ponerme sentimental. Mi hermano era exageradamente ordenado, y no le gustaba que lo tomaran por sorpresa. Odiaba las sorpresas.

Silbe en asombro antes de bajar los últimos escalones.

- Estás guapísimo. – Pase despeinándolo al pisar el último escalón. Se me quedó viendo mal, luego se acercó al espejo que estaba a un lado de la escalera.
- Tú estás hermosa, - dijo mientras se volteaba al ya estar peinado y con una sonrisa sincera. – no importa el tiempo que pase, jamás dejaras de ser hermosa. Eres la mujer más hermosa que he visto. Tengo algo para ti. – Sacó una cajita de  su pantalón, de terciopelo y la abrió, dentro había una esclava de oro fina, que tenía mi nombre grabado. Era hermosa. Me la colocó.

Se acercó a mí y me dio un beso en la frente. Amaba a ese niño. Recordé cuando lo vi por primera vez. Era una ternura, pasaba horas en su cuarto solo para verlo dormir. Síntomas de acosadora. Me encantaba verlo dormir, porque era el ser más inocente y en paz que había visto y quería saber que estaba bien, que no le faltaba nada, que no tenía pesadillas. Desde entonces habían pasado 19 años y seguía viendo a ese mismo bebé. Solo que ahora más hermoso e inteligente, pero mi misión seguía siendo la misma, asegurarme que esté bien y que a él no le falte nada. Puse una mano en su mejilla obligándole a verme y lo acaricie con mi pulgar.

- Te amo tanto, lo sabias.
- Más que nada, - respondió con una sonrisa más grande. – siempre me lo estás demostrando.
- No importa el tiempo que pase siempre serás esa preciosidad que le ha dado color a mi vida. Tú y Nate son lo más importante para mí. Ustedes dos son mi vida.

Se le cristalizaron los ojos luego me abrazó como si no quisiera soltarme.

- Hijo ya podemos irnos. – dijo la tía Rene bajando las gradas.
- Bien, - dijo separándose de mí. – te veo allá, no los hagas esperar tanto.
- Lo intentare – hice como que lo iba a despeinar y él se alejó inmediatamente, comencé a reír y él me vio con los ojos entrecerrados. Levanté las manos a modo de rendición.
- Ven aquí, - lo jale y lo abrace de nuevo. – cuídate, te llamaré todos los días y no me importa que estés haciendo, - hable antes que me respondiera, luego de la boda nos iríamos a nuestra feliz “luna de miel” y era mejor hablar con él aquí que en medio de tanta gente. No le decía de cuidar la empresa, porque sabía de sobra que él la cuidaría muy bien. – más te vale contestar.
- Bien. Ahora nos vemos.
- Estás hermosa hija, te quiero.
- Gracias tía. Tengan cuidado.

Mi tía se acercó y me dio un beso y un abrazo, los cuales correspondí. Vi como salieron de la casa.
Veinte minutos después yo también estaba de camino junto a papá, quien manejaba. Estaba muy nervioso, lo sé porque iba golpeando los dedos en el volante, era un tic que tenía cuando estaba nervioso.

- Estás bellísima hija.
- Gracias – dije viendo por la ventana.
- Estás… - se quedó buscando la palabra. – nerviosa. – preguntó dudoso.
- Sí, pero ya se me pasará.
- Hija yo… - se volteó a mí.
- Está bien, puede que no sienta ni la mitad de las emociones que voy a mostrar ahí, pero quiero disfrutar de la fiesta. Está bien, no lo arruines por favor.

Tragó saliva, luego volvió la vista al frente. Estuvimos en silencio hasta llegar al lugar, llegando justo a tiempo. Baje y escuche la música nupcial. Mi padre me extendió su brazo, lo tome y comenzamos a caminar en dirección al altar. Respire lo más profundo que pude y sonreí lo más feliz que me podía, sin forzarla demasiado.

Llegamos a donde estaban los invitados sentados y cuando vi hacia el frente, deje de respirar. El narcisista, digo Deán estaba increíblemente guapo, más guapo que cualquier otro día que lo haya visto. Que por qué le llame Deán, pues porque ese era su primer nombre y ese me gustaba más. Lo que más me atraía la atención era todo de él, pero en ese momento su cabello, no estaba peinado y eso le daba ese toque final para hacerlo más atractivo de lo que ya era. Lo vi limpiarse una lágrima. Imbécil. Sonreí más. Debía de estar retorciéndose del sufrimiento por dentro.

Como se encontraba bajo una luz que iluminaba todo, sus ojos se miran increíblemente, tenían un brillo que no supe descifrar. Yo no podía quitar mi vista de él, actuaba también. Llegue al altar, papá dejó un beso en mi mejilla y se fue a sentar. Él me dio una mano para sostenerme al subir, ahora resultaba que era todo un caballero. Olía delicioso. Sería una amaravillosa noche.

***
Simon, he vuelto. Al menos por hoy, así que sean felices.

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Insomnios En Tu PielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora