Capítulo 38 - Suspiro

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— ¿Irina?

Ah. ¡Hola!

Mangel estaba en su cuarto hablando con su ex-novia. Necesitaba hablar con alguien.

— E-este... Perdona si te interrumpo en algo.

No, no para nada.

Su voz le devolvían esos bellos recuerdos que pasaron juntos. ¿Por qué se habían separado?

¿Pasa algo?

— Necesitaba hablar con alguien.

Vale. Soy toda oídos.

Es que ella era un amor de persona. La mujer más bella que había conocido. Y a pesar de todo, ella se mantenía fuerte y vivaz. Irina es una mujer preciosa y Mangel había tenido el honor de haber sido parte de su vida. Apreciaría cada momento que pasó a su lado.

— Es que... Actúe como un idiota con mis amigos.

¿Qué ocurrió?

Su dulce voz le tranquilizaba, le animaba a qué continuase, ya que no se sentía juzgado.

— Me emborraché y bueno... Creo que avergonzé a mi mejor amigo en frente de... Alguien especial para él.

¿Y que has pensado decirle?

— Joder ese es el punto. ¡No sé que hacer! N-no quería en serio...

Vale está bien. Ponme en alta voz. Vamos a escribirle una carta.

— Irina ni siquiera soy capaz de enviarle un mensaje de texto. 

Por eso haremos ese ejercicio.

Mangel fue entonces a su escritorio, tomó papel y lápiz y espero. Miraba la hoja blanca con temor, pero al tener la voz de Irina le ayudaba a asimilar una verdadera disculpa.

Te dictaré lo general y así tendrás algo con qué empezar.

— Esto es una locura. No estamos en el siglo XIX Iri. La gente no envía cartas.

Confía en mi. Estos gestos valen oro si los haces con amor.

Entonces Mangel se dispuso a escribir.

Rubius. Hola. ¿Cómo estás?
Espero que estés bien.
Me gustaría hablarte en persona de lo ocurrido, pero no me siento capaz. La vergüenza me gana.

Tiene buena pinta...

Y solo por este medio puedo hacerte llegar mis sinceras disculpas. No quería hacerte sentir incómodo. Puedo culpar al alcohol, pero no sería justo contigo ni con... Samuel.

— Mantente relajado. “Entiendo que estés enojado conmigo.”

Entiendo que estés enojado conmigo. Yo también lo estaría. Solo te pido que me perdones. Eres un gran amigo Rubius.
Con cariño, Mangel.

Lo logramos...

¡Eso! Ahora déjasela en la entrada de su casa. No creo que necesites verlo en persona.

V-vale. Muchas gracias Iri.

Mangel miró feliz aquel pedazo de papel con su letra algo torcida las palabras que le ayudaban a, por lo menos, sentirse mejor consigo mismo y con su mejor amigo.

— Solo espero que las acepte.

Mangel quería salir y entregar esa carta lo antes posible, así que se arregló y se despidió. Caminaba por las calles soleadas de la ciudad y podías percibir su aire de entusiasmo y ¿Alegría?
Era ver a un nuevo Mangel. Uno el cual no estaba perdido.

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