Capítulo 39 - Amanecer

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Buenas noches.

Gracias por haberme acompañado en esta historia. Me encanta leer sus comentarios y el cómo de cierta forma esta historia les ha gustado. Trató de responder la mayoría y atender ante los cuestionamientos que hacen, porque créanme, ustedes son personas muy valiosas y con cada capítulo que sale me esmero un montón en que sea de su agrado. ✌️

Por otro lado me gustaría cambiar un dato de importancia de la historia y esas son las edades de los protagonistas. Después de una charla con varias personas me di cuenta que lo mejor, y más responsable de mi parte, era no manejar una brecha de edades muy amplia, así que de ahora en más las edades funcionarán así:

🌼Rubén - 18 años
🌼Samuel - 20 años
🌼Mangel - 17 años
🌼Irina - 18 años
🌼Silvia - 19 años
🌼Guillermo - 18 años
🌼David - 19 años
🌼Alex - 17 años
🌼Frank - 18 años
🌼Luzu - 18 años
🌼Lanita - 18 años
🌼Raúl - 18 años
🌼Álvaro - 19 años

Me gustaría cambiar este aspecto en los capítulos anteriores (aunque será una tarea complicada). Si podrían señalarme en este fragmento los capítulos en donde hablo de las edades me sería de gran ayuda y se los agradecería ♥️.)

Sin más que decir que comience el capítulo.

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Rubén estaba ansioso. Su cuerpo se había vuelto un mundo lleno de mariposas que se movían por sus arterias para que acabaran en su débil corazón, creando la sensación de la aceleración de sus latidos cuando escuchó a Samuel decirle que lo iría a buscar para hablar tranquilamente en "el sitio".

Rubén no sabía que hacer. Su mente aún estaba abrumada con los sucesos de la noche anterior y de las fuertes declaraciones hechas a su madre. En definitiva no estaba mentalmente listo para sufrir un ataque de ansiedad como ese, ni llorar a mares como lo hizo esta mañana. Pero aún así, al saber que vería a Samuel le daba un pequeño sentimiento reconfortante que necesitaba urgentemente.

Quería abrazarlo, dejar que su oído se quede escuchando los latidos de su corazón y que sus brazos le brinden protección.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por la puerta abierta en donde se dejaba ver a su madre con algunas compras.

— ¿Me ayudas con estas bolsas?

Y como buen hijo que era fue a llevar las bolsas de víveres hacia la cocina.

— Rubén cariño. ¿Podemos hablar un momento? - Dijo amablemente su madre sentándose en el sofá de la sala.

El rubio no sabía de qué se trataba y fue cauteloso a sentarse en una silla quedando al frente de su madre.

— ¿Qué pasa? - Preguntó Rubén.

— Pues verás. Me estás preocupando Rubén. — Dijo sin rodeos.

— ¿Por qué?

— Esas cosas que me dijiste hoy... Me dejaron pensando y creo que necesitas ayuda hijo.

Rubén aún no comprendía lo que ocurría.

— No te entiendo mamá.

— Es solo que... Siento que necesitas ver a un psicólogo...

— Mamá... No estoy loco. — Le ofendía de cierto modo esos cuestionamientos de su madre.

— No te estoy tratando de loco hijo. Solo... Me gustaría que fueras al menos para que puedas sentirte mejor. — Sonrió su madre dejando un pequeño folleto en la mesa central de la sala. — Cuando fuí al mercado encontré este grupo de ayuda. Es gratuito y no muy lejos de aquí. ¿Podrías al menos intentar?

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