Capítulo 28 - Calma

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Era extraño. No era como un sentimiento de celos, pero mentiría si no dijera que le revolvió algo en su interior al ver esa escena. El verlos tan juntos le dolía tanto. Se marchó sin más tratando de prestar atención a la letra de su canción y no al recuerdo de su amado siendo besado por otro.

No le armaría un escándalo por eso. No le dejaría de hablar por supuesto, pero algo debía cambiar, y eso eran sus sentimientos hacia él: ya no podía amarlo porque alguien más ya lo estaba haciendo.

Alex sin más llegó a su hogar, era un departamento algo pequeño que compartía con sus padres y su mejor amigo.

– ¡Max! – Saludó animado a su amigo perruno quien fue corriendo hacia su amo en cuando le escuchó entrar a la casa. – Ay Max... Qué día tan complicado tuve hoy. – Decía mientras acariciaba la cabeza del perro con ternura. – Vamos a comer algo que muero de hambre.

Cuando Alex estaba en casa su perro Max lo seguía a todas partes. Dormía con él y comían juntos. Vamos que el amor de una mascota es un tipo de amor incondicional qué merece ser protegido y cuidado.

Luego de prepararse un sándwich con un vaso de agua fue hacia su habitación. Sus padres llegarían en un rato así que mejor fue a su recámara a relajarse. Se sentó en su cama encendiendo la televisión mientras Max se subía a acomodarse.

– Max te mentiría si te dijera que estoy feliz. – Le dijo Alex a su perro que lo miraba como si le entendiese. – Creo que me he tardado un poco...

Su cuarto era pequeño: una cama individual, un televisor colgado de 45 pulgadas, un escritorio junto con su silla y una cómoda pequeña en donde guardaba objetos preciados. En sus paredes los pósters de bandas y películas famosas decoraban su lugar pero también habían varias fotos de sus amigos: Mangel, Guillermo y Frank.

De ese último tenía bastantes, pues habían logrado reunir muchos momentos juntos que merecían al menos una foto. Frank siempre había estado para él en cualquier momento. Era su mejor amigo, su confidente y su amor secreto. Y ahora solo le quedaban recuerdos. Los sentimientos de amor le dolían porque ya no podían ser los mismos. Le frustraba claro, le frustraba ser tan miedoso. Su corazón estaba roto pero debía lograr sanarse antes de que descubrieran sus verdaderas intenciones. Debía ser fuerte por él mismo y por supuesto, por Frank.

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Mangel era otro que estaba en un estado letárgico: solo pensaba. Su mente divagaba por las palabras que su amada novia le había dicho esa misma tarde. ¿Habría sido culpa de él? ¿Qué fue lo que hizo mal?

En la sala de su casa, en el sofá se encontraba acostado boca arriba el de gafas. No lloraba, ni reía, ni hacia nada, solo estaba acostado respirando pesadamente. La llamada que le hizo a Rubén de cierta forma le ayudo a no sentirse tan solo, pero aún podías percibir su tristeza.

Le hubiera gustado presentarle sus abuelos en las vacaciones. Le hubiera mostrado otros lugares de la ciudad de Madrid en donde vivían. Le hubiera mostrado otros restaurantes, parques, películas, series, dibujos, poemas y escritos nuevos dedicados a su persona, pero ya no pasaría eso. Ya no existiría un "continuará".

No quería rogarle a volver. Para él era de mal gusto esas locuras que hacían a veces esos amantes despechados por volver con sus amados a la fuerza. No quería volverse pesado con Irina, debía aceptarlo. Aceptarlo y continuar con su vida.

– Joder... – Dijo. – Me hubiera gustado al menos un último beso...

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| People (Rubegetta) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora