Capítulo 38 -Avenencia perturbada-

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Había pasado un mes desde que el sultán enfermó, por fortuna una mañana abrió los ojos y contemplo a su amada, todo parecía estar bien, pero algo se sentía diferente en el ambiente del palacio por lo que Suleiman cada mañana caminaba por los jardines privados y se esforzaba por respirar aire fresco mientras se perdía en sus pensamientos.

¿Cuándo fue la última vez que contemple mí alrededor? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que sentí los rayos del sol? ¿Cuándo deje de observar los colores en el ambiente?

Sus pasos eran lentos, vestía una túnica verde con toques azules, un turbante pequeño color verde en el que resaltaba una joya con la forma de la flor del imperio otomano. Su mirada azulada se posaba hacía el cielo, inhalaba todo el aire posible y lo soltaba lentamente, luego de esto miro al frente y reanudo su andar para detenerse frente a los estanques.

Todo esto parece... Casi irreal... Ibrahim encargándose de los asuntos del imperio, pero... Sin pasar por mis aposentos... Hurrem... Parece que algo le mortifica, pero se esfuerza en ocultármelo y... Mustafá... Yendo y viniendo de Amasya... No se han presentado problemas en el palacio... Es como si todo lo malo se hubiese desvanecido repentinamente. Me pone nervioso y la boda de mi hijo Mehmet se aproxima... Pero algo cambio en él... Y no puedo entender que es... ¿Qué está sucediendo?...

-¿Padre?- Pregunta, Mariham al verlo distraído.

Se asusta por un momento, pero al ver a su hija sonríe.

-Mi luna, mi sol- Le besa la frente.

-¿Qué te ocurre padre?...-

-No es nada, bella hija... Así es como reflexiono-

-Algo te preocupa ¿No es así?-

-Soy el sultán del mundo, Mariham, cada cosa debe preocuparme y tengo pensar en ello para resolverlo-

-Quisiera que... Te recuperases pronto... ¿Este descanso no te ha ayudado?-

-Solo hay un momento en el que puedo relajarme... Y es cuando paso tiempo con mis hijos... Al hablar ahora mismo contigo... Me siento dichoso... Cuando sé que están a salvo... Y por supuesto... Cuando tu madre está a mi lado- Sonríe.

-Ella ha estado ocupada con sus obras de caridad...-

-Pero no ha dejado de preocuparse por mí en todo momento y siempre se asegura que tome mis medicinas...- Suspira. –Algo la está preocupando... Y se esfuerza en ocultármelo-

Lo sabía... Él puede presentir lo que ocurre... Piensa Mariham.

-Tranquilo Padre... Estoy segura de que si algo ocurre, ella lo hablara contigo en el momento indicado-

-Ahora mismo... Lo que quisiera saber es...- Se posiciona frente a ella. – ¿Cómo se encuentra mi hija?-

-Estoy bien... Me siento feliz-

-¿Esto tiene que ver con Rustem pasha?- Sonríe.

-Si... Él es... Alguien formidable y muy atento conmigo-

-Mariham...- Le acaricia la mejilla. –Has crecido mucho... Ya no eres mi pequeña hija que no paraba de pedirme una joya nueva cada día... Ahora eres una mujer muy hermosa... Que Alá te proteja siempre-



Mientras tanto al norte de Estambul, en lo profundo del bosque se estaba terminando la construcción de una pequeña mezquita, constaba de un salón enorme en el que entraba la luz del sol cuando estaba en lo más alto, el resto del tiempo permanecía oscura por lo que se habían colocado una serie de candelabros en el centro para que permaneciera siempre iluminada, tenía un sótano muy grande, parecían los aposentos del mismo sultán ya que había una cama grande, chimenea centrada y una serie de sillones por el lugar, una habitación pequeña donde serían colocados los restos de las personas seleccionadas y así pudiesen rezar por ellos eternamente. Sus paredes estaban cimentadas del más fino mármol y había algunas pinturas en el techo de ángeles, por fuera se veía muy sencilla. Ibrahim sonrió luego de contemplarla por dentro y ahora volver a verla por fuera.

Tormentosa obsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora