Frío y Tristeza

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Me consideraba una chica valiente y fuerte pero ahora no lo era.

- Necesito hablar contigo... - Susurró lentamente en cuanto abrí la puerta de la habitación y sus ojos se encontraron con los míos. No podía creer que él estuviera aquí, por voluntad propia y sin compañía. Sonaba tan directo.

Tenía esa mirada de perrito cuando es regañado, llena de súplica y arrepentimiento. Pero no, no estaba dispuesta hablar con él. Y menos después de todo lo que me dijo hace días en la cancha, aún no entendía qué estaba pasando por su mente al decir todo eso.

Le cerré la puerta en la cara y me quedé apoyada en ella, tal vez esperando que se fuera aunque rogaba porque insistiese un poco más.
Alexander era un bipolar y últimamente estaba siendo más grosero de lo normal. A veces creía que An le daba de comer serpiente o alacrán al despertar porque era la única explicación que le encontraba.

- Lyssa... ¡Abre la puerta!. Realmente necesito hablar contigo - Pidió con seriedad y cansancio. Él era increíble, tan rápido y ya estaba perdiendo la paciencia. Detallé mis uñas, estaban pintadas de un color rosa pastel. No era sano dejarlo pasar.

- Dime... Te escucho - Aseguré levantando mi voz sin abrir la puerta. No creía que fuera una gran idea quedarme a solas en la habitación con él. Mis hormonas me gritaban a toda voz: "¡Peligro!".

- Vale... No sé si eres lo suficientemente inteligente como para notar que estoy en un pasillo lleno de habitaciones y hay gente pasando. ¡Abre la puerta, Lyssa!. ¿O te da miedo?... Porque si te da miedo entonces yo comprenderé que...

Abrí la puerta de inmediato. Dejarme intimidar por él no era un opción. Al verme nuevamente, una amplia sonrisa se dibujó en su rostro. Había logrado lo que quería y todo por mi orgullo. ¿Temerle?, ¿a él?, jamás.

- Adelante... - Susurré con seriedad quitándome de en medio. Estaba completamente sola y mis hormonas ahora me advertían a gritos: "!Mantente alejada de él!" - Y deja la puerta abierta - Advertí. Con Alexander jamás se sabía, fue capaz de besarme ahora que no sea capaz de cogerme. Nada más era que le abriera paso y no le importaría hacerlo. Aunque realmente esperaba que no fuese así, él ahora era un chico en una relación seria, sonaba imposible pero era una realidad. Debía comportarse, o al menos eso esperaba.

Escuché el sonido de la puerta el cerrarse y me giré a mirarlo con reproche. Le había dicho que no la cerrara, pero ahora estaba apoyado sobre ella. La tensión en el ambiente era evidente, iba a esperar que el hablara porque yo realmente no quería hacerlo.  Mis ojos detallaron su vestimenta, jeans claros algo ajustados, buzo vinotinto y zapatos deportivos negros. Todo lo que quedaba jodidamente bien y que lindo buzo...

- Deja de mirar mi buzo como si quisieras robarlo - Advirtió con diversión en su tono.

- Te dije que dejaras la puerta abierta - Recordé con dureza ignorando su acusación. Se encogió de hombros y justo en ese instante colocó seguro a la manija de la puerta. Vale, si él quería colocarme nerviosa, ya lo estaba consiguiendo. Tenía que guardar la calma, nada malo pasaría si no lo permitía - Alexander, deja la puerta abierta - Volví a ordenar con seriedad. No llevaba ni dos minutos dentro de la habitación y ya estaba haciéndome enojar.

- ¿Por qué? - Cuestionó paseándose por la habitación sin quitarme la mirada de encima - De verdad, Lyssa... Que desastre de habitación tienes - Se quejó mirando las pinturas de Alana que estaban sobre el suelo y alguna ropa de Anny regada en su cama. Lo miré con seriedad y señalé hacia mi pequeño espacio. Todo estaba en orden, al menos donde se encontraban mis cosas.

- Habla de una vez... ¿A qué viniste? - Pregunté cruzándome de brazos. Era increíble como Alexander se veía tan arreglado y yo... Bueno yo estaba con unos rosados shorts cortos de dormir y una blusa negra, al menos esta vez si traía sosten. Esperaba a Auron para lanzarle un pote de pintura en la cabeza más no a Alexander. Aunque las ganas de tirarle un pote de pintura en la cabeza, no me faltaban.

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