Después de que Levin regresara de Canadá, organizo una cena tan pronto se enteró que yo salía con Zack. Claro que su excusa fue el hecho de que tan solo faltaran un par de días para el estreno de la película y posterior cambio de la vida de Robert. Intente persuadir a Zack pero acepto encantado así que allí estábamos, terminando de recibir la comida en la barra de un bar escoces que había elegido Levin en medio de Beverly Hills.
Cuando volvimos a la mesa, Robert le estaba contando a Levin el viejo chiste del polaco que está leyendo las letras de un cartel para que le evalúen la vista.
–... Y va el polaco y le dice al óptico: «¿Que si puedo leer lo que pone? ¡Pero si es el nombre de mi primo!».
–¡No es así! –Proteste, mientras me sentaba en el asiento de enfrente–, se supone que le dice: «Es mi tío».
–¿Y qué más da?
–Te estoy diciendo cómo era.
–Da igual lo que digas, mientras siga haciendo gracia. Susie se ha reído. ¿A que sí, Susie?
–Por supuesto, es muy gracioso, Robert.
Robert sacó hacia delante la barbilla, mirándome con soberbia.
–¿Has visto, tonta? Q.e.d.–¡Ah, la Qed! –Exclamó Zack con deleite–. Yo siempre he soñado con viajar en un transatlántico de esa compañía.
–Yo también –asintió Levin.
Mis ojos fueron a coincidir con los de Robert, y no pude reprimir la risa, hundiendo la cabeza entre los brazos, que tenía apoyados sobre la mesa.
–¿Qué es lo que te resulta tan gracioso? ―escuche que preguntaba Levin.
Pero todo lo que pude oír como respuesta fueron las estridentes carcajadas contagiosas de Robert. No pare de reír hasta que se me llenaron los ojos de lágrimas.
―Nada, nada olvídalo ―repuso Robert entre risas.
Cenamos en medio de una amena charla entre los cuatro. Zack había congeniado muy bien con Robert y su esposa, aunque en ocasiones veía algo de recelo en mi amigo no le tome demasiada importancia.
―… la cuestión fue que de repente tuvimos que hablar con la policía explicándoles que en realidad no estaba tan fuerte el volumen ―explico Zack mientras contaba como hacía unos días habíamos hecho una reunión en mi casa con su equipo de sonido y los vecinos habían llamado a la policía.
―Sí, y bueno tuvimos que apagar todo porque además alegaban que entre semana no deberían de haber fiestas ni cosas por el estilo ―agregue encogiéndome de hombros.
—Eso te pasa por vivir en un vecindario de vanidosos —sentenció Levin. Robert y yo nos pusimos a reír ante el comentario.
—Pero si no hay nadie más vanidosa que tú —la acusó Robert—, si hasta los pañuelos con los que te suenas la nariz son de Chanel.
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EN LOS TIEMPOS DEL AMOR (ROBERT DOWNEY JR) (TERMINADA)
Romance¿Que un hombre y una mujer no pueden ser amigos? Bueno, mi vida puede ser una completa oposición a esa máxima.Es más, no solamente un amigo: mi mejor amigo. Es hombre, y no, no es homosexual. Es uno de los hombres más masculinos que conozco, con dec...