Capítulo 27

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Pues resultó que Esther era muy maja. No sólo estuvo de acuerdo en dejar atrás todo lo relacionado con el espionaje (y el hechizo lanzado a mi hermano), si no que además quiso unirse a nuestro pequeño grupo "investigadores". La aceptamos todos con mucha alegría, menos Tony, claro, porque seguía teniéndole a Esther un poco de respeto, pero lo solucionó intentando estar lo más lejos posible de ella, lo que era la táctica contraria a la de Esther, a quién parecía caerle bien mi hermano, e intentaba hablar con él siempre que podía. En fin...
Sólo un par de días después de que Mary (a quien aún no habíamos dicho nada de nuestros descubrimientos) volviera, tuvimos un pequeño problemilla sin importancia.
Yo acababa de salir de la enfermería, donde había estado visitando a Jane, y caminaba cerca del pasillo de la habitación secreta, cuando noté un escalofrío en la espalda, como si alguien me observara. Me giré y solo vi a Félix, que me saludó y empezó a correr para alcanzarme, pero se paró de golpe con una mueca de sorpresa en el rostro, y cuando me giré para ver lo que miraba, me encontré cara a cara con Mario, quién tenía cara de pocos amigos. Di un salto de 4 metros como mínimo, y quise retroceder, pero él me agarró del brazo y me obligó a detenerme. Echó una rápida mirada a Félix, y luego, volviéndose hacia mí, susurró con odio mal contenido.
-Hay un ejército de magos siguiéndome las veinticuatro horas del día, y no sé porque sospecho que tú has tenido algo que ver. Te lo advierto, no me gusta nada, y más te vale hacer algo para que me dejen en paz si no quieres tener que arrepentirte. Es tu primera y última advertencia, y te aseguro que no querrás saber lo pasa cuando me enfado.
Dicho esto, le lanzó una mirada de desprecio a un sorprendido Félix y siguió su camino sin pronunciar ni una palabra más.
Esto me asustó bastante, a decir verdad. No debemos olvidar que le había oído hablar sobre mi muerte en varias ocasiones, y después de eso, una amenaza así bastaría para ponerle los pelos de punta al más valiente. Poneos en mi lugar.
Aún temblando, me reuní con Félix, y seguimos andando hasta el patio que ya se estaba convirtiendo en un lugar de reuniones habitual. Allí, nos sentamos, y Félix intentó tranquilizarme, hasta que mandaron un aviso a buscarlo para no sé que. Luego de eso, me dirigí a mí habitación, y si pensabais que el susto se acababa ahí, es que no habéis leído bien la mala suerte que tengo. Nada más entrar, encontré un montón de flores muertas esparcidas por el suelo, y sobre la cama, una rata degollada, y un mensaje escrito con sangre en una especie de papel: "No quieres saberlo"
Corrí hasta encontrar a Marcco, y se lo conté todo casi sin respirar, porque me faltaba el aliento.
No recuerdo mucho de lo que pasó en las horas siguientes, solo imágenes confusas. Marcco haciendo levitar a la rata, Soraya y Miranda (las Supremas) observando la nota, mis hermanos y yo quitando las flores del suelo, el techo de la habitación visto cuando intentaba dormir (sin ningún éxito), la mirada preocupada de Mary, que no entendía nada de lo que ocurría a su alrededor.
Luego me enteré de que, mientras intentaban tranquilizarme, Tony buscó a Mario por todas partes, y que cuando lo encontró, le pegó un puñetazo tan fuerte que acabó en la enfermería, y no salió de allí en tres días. Lo malo es que Tony se rompió un nudillo (ups), y tardó bastante en recuperarse (doble ups). Lo bueno es que gracias a que Esther estaba presente cuando le pegó el puñetazo y ayudó a la enfermera que se encargó de su rotura, parecía que Tony por fin le había perdido el miedo a la pobre chica (lo cual es un punto positivo importante).
Durante días, no hubo nada más. Mario estaba en la enfermería, Tony herido, Mary sin saber nada de nada, yo en shock, los "magos profesionales" con una investigación que no sabían cómo resolver, etc.
Estábamos todos en un punto muerto, tanto amigos como enemigos.

Oscuridad luminosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora