Capítulo 31

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Lo creáis o no, en todo el pasillo no había nada interesante, y lo que es peor, después de unos días ya había revisado casi todas las salas de la Fortaleza sin encontrar ninguna sala o pasillo oculto. Así que no me quedaba otra que volver a la sala vacía otra vez. Total, no perdía nada por intentarlo, y tampoco es que tuviera muchas más opciones.
En cuanto pude, me escabullí a la sala, y allí, después de hacerles un gesto grosero a las baldosas, me puse a buscar. Pero, ¿lo adivináis? Venga, digámoslo todos juntos. No encontré nada. Me harté y me senté en en suelo, pensando en una manera de ver si había algún tipo de mecanismo oculto en el techo, cuando de pronto, empecé a notar una especie de calor en el pecho, justo en el punto donde estaba el collar que me regaló Clarisse por mi cumpleaños, el de la estrella de plata. No tuve tiempo para nada más, porque la pared en la que estaba apoyada desapareció de repente, y acabé cayéndome hacia atrás, golpeándome la cabeza contra el suelo. Me levanté, me giré y vi un largo pasillo que se extendía hasta donde alcanzaba la vista, que no era mucho. Luego... Fui a buscar ayuda.
A ver, se pueden decir muchas cosas de mí, pero no que sea tonta, y después de la última vez, no pensaba entrar sin refuerzos. A saber lo que podía pasar.
Corrí a buscar a Marcco, a quien encontré entrenando con mis hermanas. Les conté rápidamente lo que había descubierto, y les guié. A medio camino, nos encontramos con Félix.
-¡Félix! Que bien que te encuentro. He descubierto una sala secreta.
-¿En serio? ¿Dónde?
-En la habitación vacía del otro día.
Félix me lanzó una mirada rara.
-Katie, ya buscamos allí. Y no había nada.
-¡Te digo que si! ¡Ven!
Los llevé hasta el comienzo del pasillo y allí me paré. Marcco entró primero, seguido de mis hermanas, y luego yo y Félix.
El pasillo llegaba hasta una enorme habitación casi completamente a oscuras. Félix encendió una cerilla (lo que hizo que Mary le mirara mal, porque quería lucir sus nuevas habilidades) y vimos ante nosotros un montón de aparatos como los de la otra sala secreta, y frascos llenos de un líquido amarillo. Como en la otra sala, habían trozos de animales (puaj) y artilugios científicos. Pero lo que más me impactó fue lo que había encima de una mesa. ¡El cuaderno!
En este momento algunos estaréis pensando "¿qué cuaderno?", así que os respondo. El cuaderno escrito en una lengua extraña que encontré en la otra sala. Como la otra vez entró Mario, se me olvidó por completo llevármelo. Pero ahí estaba, asunto solucionado.
Les conté a los demás la historia del cuaderno, y a continuación se lo dí a Marcco para que lo investigara.
En el momento en que abrió el librito, soltó una exclamación.
-¡Pero...! ¡Si este cuaderno está escrito en lengua luciérnaga!
Mis hermanas y yo nos miramos extrañadas, así que Marcco explicó:
-La lengua luciérnaga es un idioma antiguo que solían usar los magos luciérnaga, evidentemente.
Félix, muy pálido, preguntó:
-¿Sabes leerlo?
-Por suerte sí.
Y empezó a leer.
-A ver, es como un cuaderno de investigación. Según lo que estoy leyendo, estos experimentos son... Vaya, esto es interesante.
-¿Qué son? -Me impacienté.
-Son una investigación para fingir poder.
-No entiendo... -Dijo Mary.
-Me refiero a que Mario está buscando una forma de cambiar el color de su magia. Así nadie podría sospechar de él. Es un plan bastante inteligente, pero difícil de llevar a cabo. Que lo consiguiera sería impresionante. Las páginas están llenas, así que tardaré un poco en traducirla del todo, pero creo que aquí podré encontrar algo que me sirva como prueba de la identidad de Mario. Algo que demuestre que él es el traidor.
-¿Y no podríamos hablar con él primero? Es buena persona, os lo aseguro. Sólo está confundido.
Me giré a mirar a Félix, quién acababa de hablar. Tenía aspecto entristecido, y seguía algo pálido, pero no podía culparle. Era su mejor amigo del que estábamos hablando.
Le puse una mano en el hombro e intenté tranquilizarle.
-Lo siento, pero no tenemos esa opción. Tenemos que pararle los pies, o todos moriremos.
Asintió con la cabeza. Él también sabía que teníamos que hacerlo.

Oscuridad luminosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora