Capítulo 3

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Después de unas semanas ya estábamos completamente restablecidos, Sally había aprendido a vivir sin su brazo, mis hermanos y yo habíamos recuperado la salud, etc. Era hora de mandarnos a casa.

Solo había un problema. No teníamos casa a la que volver ni familia con la que ir. Mientras se decidía nuestra suerte apareció nuestra salvación. Mireia.

Mireia había sido la mejor amiga de nuestra madre desde siempre y ahora había decidido que nos quedaríamos en su casa.

Mireia era castaña, no muy alta y una fanática de Robert Pattinson. Tenía una hija adoptiva de la edad de Tony llamada Tanya. 

Tanya era buena persona, pero vamos a centrarnos en Mireia.

Era una chica muy lectora, joven, viajera, cuyo sueño siempre había sido tener un Volvo de color plata. Era dueña de un bar llamado "mi rincón" y no ganaba mucho dinero, pero un fuerte sentimiento de lealtad hacia su fallecida mejor amiga la había hecho acogernos a mí y a mis hermanos.

Cuando llegamos a su casa, Tanya nos estaba esperando en el salón.

Nosotros ya conocíamos la casa puesto que habíamos ido alguna vez con nuestra madre. Nos llevaron a nuestra habitación.

Si, he dicho nuestra.

Ya que la casa de Mireia solo tenía 3 habitaciones, Mary, Jane y yo iríamos a dormir con Tanya en la habitación más grande y Tony y Baby Jack dormirían en la que quedaba.

La habitación de Mireia era una caja de cerillas decorada con pósters de Crepúsculo, la de los chicos también era bastante pequeña, con espacio justo para una litera y nada más, la nuestra era grande, con dos literas que se solían utilizar cuando alguna de las amigas de Tanya iba a dormir.

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Pasó casi un mes y una noche, al despertarme a medianoche, decidí ir a beber un vaso de agua.

No llegué a la cocina, porque de camino escuché a alguien que se lamentaba en voz baja.

Permanecí escondida mientras me aproximaba y descubrí que la voz pertenecía a Mireia, que se lamentaba porque no le quedaba casi  dinero para terminar el mes.

Fue entonces cuando me di cuenta de que yo y mis hermanos no podíamos seguir ahí.

Al día siguiente concerté una reunión de urgencia de hermanos.

Los demás estuvieron de acuerdo en que allí solo estorbábamos y que debíamos marcharnos. Hasta Baby Jack se había dado cuenta.

Así que hicimos las maletas dispuestos a irnos esa misma noche, sin decir nada a nadie.

Cuando Mireia y Tanya dormían, abrimos la puerta y salimos hacía el frío de un invierno que empezaba a hacerse notar. 

Oscuridad luminosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora