Capítulo 57

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Corrimos durante lo que parecieron horas con los monos pisándonos los talones. Al final, entramos en una cueva para despistarlos, y funcionó, porque pasaron de largo.
Mientras recobrábamos el aliento, Esther se acercó al final de la cueva.
-¡No puede ser! -La oímos decir.
Y volvió corriendo hasta nosotros.
-¡Chicos! ¡No os vais a creer donde estamos! -Dijo.
-¿En una cueva? -Preguntó sarcásticamente Jamal.
-¡Exacto! Y ahí detrás hay un portal, por lo que voy a arriesgarme a declarar que estamos en la cueva del portal.
-¿¡En serio!? -Dijimos.
-Miradlo vosotros mismos.
Así que fuimos al final de la cueva, y vimos el portal de color amarillo por el que habíamos llegado a la selva.
-¡Esto es genial! Ahora solo tendremos que dejar un rastro desde aquí hasta la guarida y no nos perderemos. -Exclamó Nuria.
-Pero, ¿cómo lo hacemos? Si es muy evidente, los magos luciérnaga podrían descubrirlo. -Dije yo.
Nos quedamos pensando unos minutos en silencio.
-Tal vez... Podríamos no ir todos.
Nos quedamos mirando a Míriam extrañados.
-¿A qué te refieres? -Dijo Mireia.
-Solo es una idea, pero creo que podríamos dividirnos y hacer algo así como una cadena humana. Qué una persona se quede cerca de la cueva, y que cada vez que haya un sitio en el que tengáis que tomar un camino, que alguien se esconda allí. Si hacemos eso, no nos perderemos.
A ninguno nos gustaba mucho la idea, pero no se nos ocurría otra mejor, así que decidimos llevarla a cabo. Sólo había un pequeño problema, y era que el camino resultaba ser más largo de lo previsto, nos quedaríamos sin personas. Eso daba lugar a varias dificultades, como que si éramos pocos sería más fácil atacarnos o que en algún momento tuviéramos que elegir un camino y no quedara nadie para esconderse allí.
-Ambas cosas tienen solución. -Dijo Míriam. -Jamal y Nuria pueden detectar la presencia de la magia luciérnaga, y nuestros enemigos no saben eso. Por lo tanto, no serán cuidadosos con su magia, y creo que podremos saber cuándo se acercan. Y en cuanto a lo otro, no creo que esté tan lejos. Creo que ya dijimos que no tendría sentido poner el portal muy lejos de su guarida.
-¿Y si es un camino más largo de lo que creíamos? -Preguntó Mary.
-Pues dejamos una roca muy grande en el suelo. Será más fácil de ver para los magos luciérnaga, pero si no nos queda más remedio...
Quedamos en que Erick se quedaría vigilando cerca de la cueva, y los demás empezamos a seguir a Nuria y Jamal, quienes nos guiaban hacia la guarida de nuestros peores enemigos, quienes tenían secuestrada a mi hermana.
Llegamos a un cruce de caminos, y nuestros guías fueron sin dudar ni un segundo por el camino de la derecha, así que Meg se quedó escondida cerca. Luego encontramos otro, y esta vez nos indicaron que fuéramos por el camino del centro. Mireia se quedó allí.
Y luego nos encontramos de nuevo a los monos.
Estábamos andando por el camino que nos habían señalado Nuria y Jamal, cuando de pronto los oímos chillar (a los monos, no a Nuria y Jamal).
En vez de quedarnos allí para que nos encontraran, volvimos atrás hasta que Mireia nos vio y salió en nuestra búsqueda. Nos quedamos con ella hasta que pensamos que el peligro había pasado, pero cuando volvimos al camino, nos encontramos a uno rezagado.
Iba a ponerse a chillar, seguramente para alertar a sus compañeros, pero rápidamente, Mary le inmovilizó y amordazó con unas plantas que salieron del suelo con un chasquido de sus dedos. La miré. Se la veía muy contenta de poder haber estrenado su "Creceplantas", pero también algo preocupada.
-No sé cuánto tiempo aguantarán las plantas, así que démonos prisa.
Seguimos caminando, y en la siguiente encrucijada Esther se quedó escondida mientras nosotros nos acercábamos cada vez más a nuestro destino.
Por fin llegamos a un extraño edifico cúbico con una sola puerta y ninguna ventana. Según dijo Jamal (y Nuria estuvo de acuerdo) en ese sitio los residuos de magia luciérnaga estaban por las nubes.
Nos acercamos con cuidado, pero pronto vimos que no había nadie. Me asaltó un súbito y horrible presentimiento, que hizo que corriera hasta la puerta y la abriera de golpe, para ver que el sitio estaba vacío. Completamente.
Lo único que había era el cuerpo desmadejado de mi hermana mayor tirado en una esquina.

Oscuridad luminosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora