Capítulo 67

3 0 0
                                    

-¿Y bien? ¿Lo habéis conseguido? -Dijo Jamal.
Cómo respuesta, Nuria le enseñó el brazalete que habíamos encontrado en el lago.
Tony silbó al verlo.
-Parece muy valioso. -Exclamó. -¿No podemos venderlo? Nos darían un buen dinero por él, y también por el látigo.
Esther le pegó en la cabeza, enfadada.
-¿Puedes dejar de pensar en el dinero por una vez? No podemos vender estos objetos, no son nuestros. Y además, los necesitamos para vencer a los luciérnaga.
-Creo que este es el "Corazón de piedra". -Dijo Nuria, ignorando a Tony y Esther. -Y creo que sé como funciona.
Dicho esto, se puso el brazalete en el brazo, e inmediatamente su mano brilló, y se volvió de un material plateado y brillante, como el del brazalete.
-Wow. ¿Es plata? -Preguntó Esther.
-No, más bien parece algún tipo de roca. -Contestó Nuria. -Y no parece fácil de romper. Por cierto, ¿para que servirá el látigo?
-¿Para luchar? -Dijo Jamal. -Si tiene algún poder oculto, ya lo encontraremos, pero por el momento sirve para pelear. Venga, es hora de que nos vayamos.
Estuvimos un par de días volando por el mundo y buscando más objetos, pero no encontramos nada. Hasta que llegamos a Suiza.
Al principio, creíamos que no íbamos a encontrar nada, al igual que en los sitios anteriores, pero no pasó mucho tiempo antes de que Tony (sí, esta vez fue él) y yo vieramos la luz que producía el objeto. Pero esperad, que ahora viene lo bueno.
La luz estaba en la cima de una montaña altísima, tan alta que a penas se veía la cima. Para que engañaros, no se veía la cima. Solo sabíamos que estaba ahí porque veíamos la luz a través de las nubes que rodeaban la montaña.
-No. No, no, no y mil veces no.
-¿Qué pasa, Nuria? -Pregunté.
-Es que... Me dan miedo las alturas.
-¿En serio? -Se sorprendió Tony.
-Sí, ¿qué pasa? ¿Vosotros no tenéis miedo de nada? Porque yo sí. Me aterran las alturas y los caballos, y no tengo ningún problema en reconocerlo.
-Vale, vale, no pasa nada. -Dijo Tony, intentando calmarla. -No vengas y ya está.
-Pero, ¿cómo vamos a subir hasta allí arriba? No sé vosotros, pero yo no sé escalar... -Repuse.
-No sé tú, pero yo puedo volar. -Dijo Jamal, imitándome.
-Y yo. -Afirmó Esther. -Aunque no se me da muy bien.
-¡Perfecto! Entonces, Esther y Jamal irán volando a buscar el próximo objeto, y...
-Te estás olvidando de algo. -Me interrumpió Jamal. -Solo vosotros podéis ver la luz. Si vamos solo Esther y yo no sabremos donde buscar, y seguramente no podamos alcanzar el objeto. Apostaría que solo Tony puede conseguirlo, y los demás no tenemos ninguna oportunidad.
-¿Entonces? -Dije.
-¿Es que no es obvio? -Me preguntó mi hermano. -Jamal y Esther nos llevarán volando hasta la cima.
-¿Pueden hacer eso? -Me sorprendí.
-Sí, pero espero que no peses demasiado. -Gruñó Jamal. -No quiero fastidiarme la espalda por tu culpa.
¿Queréis saber que se sintió al ir volando a la cima de la montaña? Pues bien, me sentí como un saco de patatas. Y encima parecía que nos fuéramos a caer cada tres segundos. ¡No peso tanto!
Pero al final conseguimos llegar, y allí nos esperaba la fuente de luz, el tercer objeto de nuestra lista.
Un pájaro.
No, no estoy bromeando, era un pájaro. Y no era una escultura de un pájaro, o cualquier objeto en forma de pájaro. No, era un pájaro vivito y coleando.
-¡Un águila real! -Exclamó Tony.
Vale, pues no era un pájaro, era un águila real.
-¿Estás seguro? Yo creía que eran más grandes... -Dijo Jamal.
-Estoy seguro. Pero tienes razón, esta es muy pequeña, normalmente esta especie es mucho más grande.
-¿Nadie más se extraña de que esta águila o lo que sea haya estado aquí, no sé, mil años? -Pregunté.
-La verdad es que no, seguro que tiene un hechizo o algo así. Tony, ve a por ella. -Dijo Esther.
-¿QUÉ? ¿ESTÁS LOCA? -Se enfadó mi hermano. -Ese bicho me hará pedazos en cuanto me acerque lo más mínimo, no pienso ir.
-No seas cobardica, no te hará nada, Tony. Anda, ve. -Respondió Esther mientras empujaba al pobre Tony.
Y mi hermano se acercó al ave, quién nos observaba con mirada cautelosa. Estaba claro que era un pájaro muy inteligente.
Pero, para nuestra sorpresa, el pájaro no hizo ningún movimiento cuando Tony se acercó a él. Solo inclinó un poco la cabeza, y luego de un rato voló al brazo de mi hermano, donde se posó.
-Vaya, Tony, parece que has hecho un nuevo amigo. -Me reí.
No recibí respuesta, porque Tony estaba muy ocupado admirando a su nueva mascota.

Oscuridad luminosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora