Capítulo 71

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El tiempo iba pasando, más lento que rápido, y pronto estuvimos en Mayo. Plena primavera, y sin embargo no teníamos permitido salir de la Fortaleza, así que nos pasábamos el rato encerrados. Los que tenían magia (los suertudos) entrenaban, mientras esperaban que por algún casual apareciera una nueva misión. ¿Y yo? Yo volví más o menos a lo que hacía antes de salir de la Fortaleza. O sea, andar por los pasillos como un alma en pena y leer los viejos libros de la biblioteca en busca de información que pudiera utilizar. Os voy a ahorrar la intriga, no encontré nada.
Mireia volvió con Tanya, gracias a un periodo de tiempo en el que los ataques luciérnaga habían cesado, y Míriam decidió irse con ellas unos días, en plan fin de semana familiar.
Mary, Tony, Esther y Félix volvieron a entrenar con Marcco, mientras Jane se recuperaba, y Nuria y Jamal se les unieron al poco tiempo.
Yo, aparte de lo que ya he dicho, me quedaba algunos días con Inés, la amiga de Mary. Cuando no estaban bailando ballet, claro, porque cuando bailaban no les gustaba que les interrumpieran.
Un día, los médicos decidieron que Jane ya estaba lo suficiente recuperada como para volver a los entrenamientos, y como evento especial, me dejaron ir a verla (eso sí, protegida por varios magos adultos).
Me senté en un banco algo alejado, y vi como Jane se situaba al lado de Marcco, atenta a sus explicaciones.
Vi como mi hermana extendía el brazo, tal como Marcco le indicaba.
Vi como fruncía el ceño al comprobar que no ocurría nada.
Vi como lo volvía a intentar una y otra vez.
Y sobre todo, vi su cara de desesperación, tras probar hechizo tras hechizo sin que nada ocurriera.
Jane cayó al suelo, confundida, y yo, mis hermanos y nuestros amigos nos acercamos a ella corriendo, sin saber bien lo que ocurría.
Al llegar a su lado, Mary y Nuria la levantaron con esfuerzo, e intentaron hacerla reaccionar, ya que se había quedado como petrificada. Parecía ausente.
-¿Qué ha pasado? -Pregunté.
-No lo tengo muy claro. -Respondió Marcco frunciendo el ceño. -Era un hechizo muy sencillo, y los médicos habían dicho que ya estaba recuperada. Y aunque no lo estuviera, debería haber ocurrido algo, una pequeña reacción al menos.
-¿Qué crees que le ocurre? -Dije, mientras veía como Mary intentaba que Jane hablara.
-No lo sé.
Y se alejó a llamar a una enfermera.
Un cuarto de hora después, estábamos mis hermanos, Marcco y yo en la enfermería, viendo cómo le hacían algunas pruebas a Jane.
Cuando acabaron, una médico se acercó a nosotros, con cara de preocupación.
-¿Qué le pasa, doctora? -Preguntó Mary, visiblemente angustiada.
-Es complicado... Primero de todo, deben saber que está totalmente recuperada.
-¿Entonces cómo se explica lo que ha ocurrido antes? -Dijo Tony, quien estaba de mal humor porque había tenido que dejar a su águila fuera de la enfermería.
-Ya he dicho que es complicado. Le hemos hecho algunos análisis, y los resultados son claros. Está recuperada, pero no puede hacer magia porque no tiene magia.
-¿A qué se refiere? -Marcco se había puesto muy pálido, y pronunció estas palabras con un hilo de voz.
-No hay ni una gota de magia en todo su cuerpo. Es como si se la hubiesen arrancado de raíz. Es tremendamente preocupante, y tenemos que informar a las Supremas de inmediato.
-¿Cómo ha podido pasar? -Pregunté, confundida.
-Los experimentos. -Soltó Tony de repente. -Los magos luciérnaga siempre están desarrollando nuevos experimentos, y por lo que sabemos, a veces los prueban con los magos enemigos que capturan. Seguro que han experimentado con ella, y le han quitado su magia. Son muy listos, así ella no podrá luchar contra esos bastardos, porque no tiene magia.
-¿Se recuperará? -Interrogó Mary a la doctora.
-Es pronto para saberlo,  y además no conocemos qué tipo de experimento han realizado con ella. Lo mejor sería seguir haciéndole pruebas y observar si mejora. He de irme a avisar a las Supremas, y ustedes deberían marcharse también.
-¿No podemos quedarnos? -Me extrañe.
-Su hermana está muy nerviosa, y le haría bien descansar, por lo que es preferible dejarla sola. Si me disculpan...
Abrió la puerta y se fue. Nosotros le hicimos caso y fuimos detrás de ella después de hablar entre nosotros unos minutos.
Yo salí la primera, y fue un gran error por mi parte, porque nada más salir vi a Mario apoyado en la pared de enfrente de la enfermería. Y estaba sonriendo.
No pude aguantar las ganas que tenía de pegarle para que se le borrara esa sonrisa de la cara, y le abofeteé.

Oscuridad luminosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora