Capítulo I: El idiota de la fila

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Jueves 05, Marzo

Anto

Han pasado tres días desde que nos mudamos y todo esto es un desastre. Para colmo, me tienen que mandar a comprar algo que definitivamente no pienso comer ¡Qué fastidio! Realmente no sé qué de bueno le ven al pan. En mi opinión, desayunar un bol de ensalada de frutas es mucho más delicioso y saludable que comer un pan con mantequilla. Estoy con humor de perros, para variar. Desde la esquina puedo ver lo llena de gente que está la condenada panadería. Hacer una cola interminable es lo último que se me antoja hacer en estos momentos. Me resigno, me pongo en la fila para pagar en caja y espero que aún queden esos panes franceses que ya me tienen hasta la madre. Pido los panes y salgo de caja con el boleto y mi vuelto en la mano.

— Oye disculpa, -se me acerca un chico de camiseta blanca- creo que tienes mi vuelto. -Ay no puede ser...-

—No, creo que te has equivocado, mi vuelto es exacto. -No quiero problemas ahora, estoy siendo bastante sutil para el humor que tengo.

—¿No sabes contar o qué? Estoy seguro que tienes mi vuelto, estuve delante tuyo en la fila. Puede ser que lo hayas tomado de casualidad. -Ok, puede que no sea la mejor alumna en matemáticas, pero sé contar perfectamente unas monedas.

—¿Qué? ¡Por supuesto que no! De hecho yo no estaba detrás tuyo.

—¡Ya pues no te hagas! Yo sé que...

—¡QUÉ DEMONIOS TE SUCEDE! ¿Por qué carajos me quedaría con tu dinero?

—Oye tranquila...- El sujeto mira a su alrededor.

El lugar se convirtió en un bullicio. Muchas señoras en la cola gritando cosas como "ya devuélvanle su dinero al joven". Realmente no quería tener un ataque de pánico, así que simplemente pedí los panes, tratando de mantenerme lo más calmada posible. Luego salí de ahí, caminando muy rápido. Llegué a mi casa y abrí la puerta con furia.

—Hija ¿Por qué tardaste tanto si la panadería está a la vuelta?

—Ten tus jodidos panes -arrojo la bolsa en la mesa de mala gana y subo corriendo las escaleras.

—¡Oye ven aquí! Anto, tienes que tener paciencia...

Ignoro por completo lo que dice mi padre, en eso veo salir a mi hermana de su habitación.- Claro, con estos gritos ¿Quién no saldría muerto de miedo? "¡CAAAAAAAT!"

—¡Hey! ¿Le bajas a tus gritos? -Entramos en su habitación

—No. Resulta que un desubicado en la panadería me acusó de ladrona de vueltos y he salido de ahí con los nervios a flor de piel. Era un sujeto alto, llevaba camiseta blanca y no creo que tenga más de diesciocho años. Yo diría que hizo todo ese escándalo para llamar la atención porque seguro es un miserable que no puede estar sin ser el centro de atención. ¡Claro! Ve una chica nueva en el barrio y la agarra de lorna. Es evidente que su autoestima está tan baja que necesita sentirse protegido por los vecinos, acusando a gente nueva de robarle... ¡Cat! ¡Por un demonio! ¿Me estás escuchando? -Siento que le estoy hablando a la pared, su mirada está fija en la ventana con un gesto de preocupación-

—Anto...ven aquí. Creo que ya sé de quién hablas. -Me acerco a la ventana rápidamente con todos mis sentidos alerta. En eso, veo al mismo sujeto del que hablo, saliendo de la casa de enfrente.

—¡LO QUE FALTABA! ¿Y quién es esa señora?- extiendo la mano y señalo a la mujer que va acompañándolo.

—Parece que es su mamá, tiene un aire a él.

—¿Y por qué está viniendo hacia acá?- En un momento de silencio incómodo, luego de hacerme un nudo en la cabeza, suena el timbre. -Esto no está pasando-

Mi padre es el que abre la puerta. Cat y yo nos miramos totalmente atónitas antes de salir corriendo hacia las escaleras. Llegamos a la puerta principal junto a él. El sujeto de camiseta blanca luce bastante indignado al costado de su mamá, como si fuese un niñito de cinco años al que le quitaron su juguete favorito.

—¡Ella es, mamá! -Literalmente, un niño de cinco años.

—Anto, la señora me está diciendo que posiblemente te hayas llevado su vuelto. -dice mi padre sonando muy amable para ser real.

—¿Posiblemente? -se indigna la mujer- Jesse me acaba de contar con lujo de detalle cómo se han llevado su plata. A ver que la niña revise bien su monedero, debe haber algo... -La mamá del tal "Jesse" es tan ladilla y desubicada como él.

—¿Es en serio? Oiga señora, que su hijo no sepa contar y sea tan incompetente como para no poder hacer algo tan sencillo como comprar pan y revisar bien su vuelto, no es culpa mía. Mi padre me dio un billete de diez soles para comprar tres soles de pan y aquí -saco del bolsillo unas monedas- hay una moneda de cinco y dos monedas de un sol ¿Necesita usted que le traiga una calculadora?

El rostro de todos en este momento es indescriptible. La señora me está mirando con una cara de querer jalarme de las mechas. A mi padre se le cae la cara de la vergüenza.

—De hecho, mi calculadora científica está arriba, no tardo. -Cat se dirige a las escaleras, pero mi padre la detiene. Obviamente esto ya le parece una malcriadez.

—No le hables así a mi madre. -Jesse me mira muy molesto, fijamente.

—Ah ¿Y ustedes sí pueden llamarme ladrona?- escupo.

—Yo creo que deberíamos ir todos a la panadería para preguntarle a la cajera quién estaba detrás de quién...- dice la señora.

Esto es innecesario. No pienso regresar a ese lugar sólo para aclarar algo de lo que yo estoy muy segura. La puerta de mi casa parece un campo de combate: Nuestra familia contra la suya. A pesar de todo, Cat hizo que casi muera de risa con esa sugerencia de traer su calculadora.
En eso vemos que una señora mucho mayor que mi padre se acerca hacia nosotros con su monedero en la mano.

—Sandrita, querida, creo que me he llevado casualmente el vuelto de Jesse. Fui a la panadería y me dijeron que él estaba discutiendo con una chica por su vuelto; me pareció estar detrás de él en la fila. -La señora le da el dinero a la madre de Jesse y mi gesto de satisfacción no podía ser más notorio.

—¡Oh mira! Bueno al parecer hubo una confusión y hemos tenido problemas con el nuevo vecino...

—Ay no se preocupe. -dice mi padre nuevamente intentando calmar la situación.

Cat y yo chocamos los puños en señal de victoria. La cara de Jesse es de vergüenza total. Doy un paso al frente esperando a que se disculpe o diga algo en su defensa. Esto me habría molestado mucho si no hubiésemos descubierto la verdad en su cara. La madre de Jesse y la señora mayor se quedan conversando ya casi cruzando la pista y mi padre va de vuelta a su oficina con sus jodidos panes franceses.

—Lo siento mucho por hacerte pasar un mal rato.

—Sí, como digas.

—Bueno adiós...

Jesse da media vuelta y cruza la pista lentamente; mientras nosotras lo observamos con desprecio, pero con esa sensación de haber ganado la segunda guerra mundial. No, estoy exagerando.

—¡Hey! ¿Qué fue? -dice en voz alta el chico que le abre la puerta a Jesse.

Cat se queda mirando a ese chico, muy curiosa. No puedo creerlo...

—¡¿Tiene un hermano?! - decimos al unísono. 

Solo un Juego de NiñasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora