Capítulo XV

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Sábado 14, marzo

Nico

Estoy realmente enojado con Joan. De verdad estoy harto...  cada que vamos a una fiesta, debe llevarse a una chica a "dar una vuelta" en el auto. Desde que lo nuestro se terminó, lo ha hecho sin falta todos los fines de semana. Me decepcionará saber que le haya hecho algo a Cat, porque es una amiga y se la acabo de presentar. Que yo sepa, no ha intentado nada con Lupe ni con Luciana, a no ser que ellas hayan decidido meterse con él un tiempo después de habérselas presentado.

—¿Qué le hiciste? -lo miro fijamente para imponerme.

—Nada, solo conversamos.

—No jodas, ella supo que eras tú quien estaba timbrando ¿Eso a qué vino?

—Ella me pidió el número.

—¿En serio?

—Sí, le quería decir que no, pero insistió.

No puedo creer nada de lo que me está diciendo. Cat no nos pidió el número a ninguno de nosotros, de hecho cuando se lo pedimos parecía un poco desconfiada.

—No te creo una mierda.

—Está bien, no voy a estar rogándote para que lo hagas.

—Bien, dejemos las cosas claras Joan, a Cat no le vas a tocar ni un jodido pelo.

—Ok ¿Terminaste con tu escena de celos?

—¿Cuáles celos?- Puede que antes sí lo haya sido, pero ahora solo es cólera.

—Nicolás pareces una quinceañera dramática, celosa y estúpida- Es un maldito imbécil, otra vez con su maltrato hiriente.

—Pues sí, hace poco cumplí 16... -mantengo la compostura para ganar en esto, sé que eso le va enfurecer- y el resto de lo que has dicho, ni siquiera tú te lo crees.

Joan da media vuelta y sale de la habitación, no sé qué irá a hacer y ni me importa. Al menos no en estos momentos...

—Bueno, ya me voy. -digo alzando la voz mientras agarro mi mochila y meto mis cosas.

—¿Quieres que te lleve a tu casa?- dice mientras sopla el humo de su cigarro

—No, tomaré un taxi o un corredor- le respondo sin mirarlo

—Nick, no le hice nada a Cat. No tienes de qué estar celoso...- Volteo a verlo y pareciera que dice la verdad

—Bien, igual ya debo irme- le quito el cigarro de la mano y le doy una calada mientras me dirijo a la puerta y me despido con la mano que tengo libre. Esta vez ni lo quiero tocar.

Camino hacia el paradero mientras me termino lo que queda del cigarro, recibo algunas miradas desaprobatorias de un par de señoras que caminan con su biblia en la mano ¡Ja! como si fuese lo peor que han visto, de seguro esas señoras hicieron cosas peores en su juventud y ahora se dedican a juzgar a los demás por falta de emoción en lo que les queda de su aburrida vida. Llego al paradero y me formo en la fila del corredor, subo sin ganas al primero que pasa, por suerte hay varios asientos vacíos. Me siento en el fondo donde no me molestara nadie, me pongo los audifonos y por alguna maldita razón no puedo dejar de pensar en lo que dijo Joan ¿No tengo de qué estar celoso? Simplemente estoy harto. Decido no darle más vueltas al asunto cuando llego a la conclusión de que solo lo dijo para joderme, como siempre.

Anto

Llego a casa alrededor de las 11 y pico ¡Joder! qué tarde, al menos terminé mis tareas antes de ir por ese dichoso helado, supongo que al menos mi padre no me podrá reclamar eso. Por algún motivo, después del helado, Jesse me convenció de jugar en el Coney, la pasamos realmente bien pero a eso de las siete y cuarenta cuando le dije que ya me iría a casa a cenar, se aferró a mi como una lapa e insistió en que cenemos ahí. Aunque le repetí mil veces que no comía en puestos de comida rápida, insistió tanto que al final accedí a comer un sándwich en Subway y al final, terminamos de comer entre risas y bromas sin sentido. No nos dimos cuenta en qué momento se hizo tan tarde, finalmente nos decidimos por tomar el camino largo de regreso a casa, vaya día. Subo las escaleras y me voy directo a la ducha, enciendo mi parlante y me suelto el cabello, una vez dentro de la ducha solo dejo que el agua tibia relaje mis músculos y mi mente. Al cabo de veinte minutos estoy fuera de la ducha colocándome la pijama, decido secar mi cabello y amarrarlo en dos trenzas con la esperanza de no tener que peinarme mañana hasta después de volver de las clases de baile. Recuerdo que cuando era niña odiaba tener que ir a esas clases de baile obligada por mi tía Martha. El ballet no era ni de lejos algo que yo hubiese elegido, sin embargo, con el tiempo me interesé en otros tipos de baile y al haber tenido experiencia con un estilo de baile tan complejo no se me dificulto tanto como esperaba. En fin, mientras comienzo a alistar mis cosas para los ensayos de mañana la puerta de mi cuarto se abre, giro a ver quien es y me encuentro con mi padre algo molesto.

—Papi -digo con una sonrisa inocente- ¿Pasa algo?

—Anto, hijita. Te juro que no quiero pelear contigo pero necesito que me expliques como es que un trabajo escolar hace que llegues casi a media noche a casa.

—Uhm, lo siento... Verás, Jesse me invitó a comer y pues se nos pasó un poco la hora.

—Bien, pero al menos debiste avisarme. No te costaba nada enviar un mensaje- diablos él tiene razón.

—Lo sé papi, lo siento ¿Me perdonas?- le digo haciendo pucheros

—Ya deja los pucheritos y avísame a la próxima, para no andar preocupado- dice antes de darme un beso en la frente y dirigirse a su habitación.

Esto sin duda alguna es culpa de Jesse, de no ser por él, mi padre no me hubiese llamado la atención. Aunque debo admitir que me sacó varias sonrisas y pasar todo un día con él, realmente valió la pena ¡Ahg! ¿Qué demonios me sucede? parezco idiota. 

Solo un Juego de NiñasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora